FONDO DE CATÁLOGO
«Imposible describir con más belleza un paseo espontáneo, más importante que cualquier destino porque, como bien sabe Drexler, vivir es mucho más que estar vivo»
Uno de los mejores discos firmados por Jorge Drexler hace ya más de una década, Amar la trama, protagoniza nuestro Fondo de catálogo de hoy. Lo reivindica Arancha Moreno.
Jorge Drexler
Amar la trama
WARNER, 2010
Texto: ARANCHA MORENO.
Entre las cosas que debemos agradecerle a don Joaquín Sabina está el haber azuzado a Jorge Drexler a cambiar el consultorio médico de Montevideo por los escenarios madrileños, hace casi un cuarto de siglo. Aquí empezó a hacer carrera con Vaivén, Frontera, Sea, Eco y 12 segundos de oscuridad, álbumes con los que iba dejando un rastro absolutamente personal y conformando una discografía que nos ha arrobado por muchos frentes, pero que nos latió con especial fuerza allá por 2010, cuando descubrimos el imprescindible Amar la trama que hoy nos trae hasta aquí.
Un par de años antes había editado un directo, Cara B, con un planteamiento bien diferente. Nos lo contó su productor habitual, Carles «Campi» Campón, cuando pasó —años ha— por la sección Músicos en la sombra: «Empecé a poner micrófonos en la calle, sampleando lo que pasaba, y a partir de ahí empezamos a inventarnos el formato de Cara B. Grababa sonidos de los sitios, hacíamos bases con ellos, los incluimos… En esa época escuchaba mucho a Matmos, un grupo de música electrónica que había trabajado con Björk y hacían eso». Aquel doble directo repasaba su repertorio, en contraposición de Amar la trama, también grabado en vivo pero con otro enfoque. En este caso son doce canciones, once de ellas inéditas, que grabó en formato acústico observados por unos cuantos espectadores digitales que vieron desde sus casas cómo Drexler y su equipo daban forma al disco en un plató de televisión, en los estudios CATA de Madrid, en noviembre de 2009.
El disco comienza con esa mirada tan Drexler, y tan Rilke, de no tener patria en el tiempo. De sentirse minúsculo en el gigantesco universo y concebir la vida como un regalo accidental y temporal. «Estoy aquí de paso / yo soy un pasajero / no quiero llevarme nada ni usar el mundo / de cenicero», canta en “Tres mil millones de latidos”, título que alude al número de veces que bombea un corazón a lo largo de su vida. Una letra que podría considerarse la hermana mayor de la futura “Movimiento” (Salvavidas de hielo, Warner 2017), donde aflorará también esa mirada existencialista que desmonta la pureza de cualquier identidad: «Yo no soy de aquí / pero tú tampoco».
Apenas han transcurrido cuatro minutos y ya estamos cabalgando a lomos del disco, como una película de aventuras que nos arrastra desde la primera secuencia en un prometedor viaje. Para ello se vale de guitarras acústicas y alguna eléctrica, una sleep guitar y un bajo, saxos, una trompeta, un fliscorno y la batería de Borja Barrueta, que de imprimir latidos sabe un rato. Esa es la instrumentación que reina casi de principio a fin: un disco eminentemente acústico con algún chispazo; un sonido minimalista que genera una atmósfera acogedora, donde cada instrumento brilla desde la contención ajeno a cualquier estridencia. Todo es tan natural que el oyente-espectador se acomoda en la butaca dispuesto a adentrarse en el universo de Drexler, en esa forma de tocar, sonar y contar tan envolvente que transforma el más gélido invierno en una cálida primavera compás a compás.
Y así, «a paso lento /, como bostezando, / como quien besa al barrio al irlo pisando», paseamos por la poesía de “La trama y el desenlace” junto a esos dos caminantes que disfrutan sincronizadamente de su libertad, «como quien sabe que cuenta con la tarde entera / sin nada más que hacer / que acariciar aceras». Imposible describir con más belleza un paseo espontáneo, un caminar que es siempre más importante que llegar a cualquier destino porque, como bien sabe Drexler, vivir es mucho más que estar vivo.
Sin ninguna intención de detenerse, el disco deambula al ritmo de “Las transeúntes”, otra explosión primaveral en la que cuenta con la guitarra española de Josemi Carmona, uno de los invitados del disco, y que dedica —en el libreto del cedé— a Kiko Veneno y Daniel Burman. Después asoma el primer atisbo de melancolía rioplatense en “La nieve en la bola de nieve”, donde habita «un cancionista que no entiende sus propias canciones», tal vez confundido, desorientado, bloqueado o preocupado porque «todo puede ser tan peligrosamente leve como la nieve en la bola de nieve». No hace falta un alud para sufrir ciertas tormentas internas.
Debe tener Matías Cella, el productor, una mirilla prodigiosa, que le permite dar con el tono perfecto del disco y, a la vez, espiarnos en la distancia. Solo así se entiende que, trece años después y sin efemérides de por medio, comparta los vídeos de los ensayos de este disco precisamente cuando estamos dando forma a estas líneas. Gracias a él podemos ver la mágica complicidad de las sesiones previas al directo, grabadas en Madrid, en la casa de Jorge de la calle Pelayo. Ahí vemos la química y las risas que comparten Drexler y Leonor Watling al preparar “Toque de queda”, una canción que escribió ex profeso para ella, o cómo el uruguayo imagina un ritmo flamenco para el tema “Mundo abisal”. En el diseño del sonido colaboran muy activamente el propio Drexler y su productor habitual, Campi Campón, que describe así al músico: «Como hace con el público, hace con su equipo de trabajo: te embauca, consigue que acabes dando lo mejor de ti, te hace perder el miedo, todo vale».
Lo primero que conocimos de Amar la trama fue el adelanto “Una canción me trajo hasta aquí”, que vio la luz en febrero de 2010. Una hermosa pieza que habla del poder transportador de las canciones, física y emocionalmente. Seguramente por eso se la dedica a Ana Belén y Víctor Manuel. También debió estar agradecido a Paulinho Moska, a quien le brinda “Aquiles por su talón es Aquiles”, donde sostiene que «se tiene el corazón que se trae por defecto». La única concesión ajena al puño y letra del uruguayo es “I don’t worry about a thing”, una versión del jazzero Mose Allison en la que colaboran los Sidran, Ben al Hammond (a él le dedica “Todos a sus puestos”) y Leo a la marimba.
Donde más centellea el cancionero es, cómo no, en “Noctiluca”, un precioso fenómeno que sucede en Cabo Polonio, tierra uruguaya, donde se contemplan unos mantos de color bioluminiscentes que parecen un milagro de la naturaleza. Un paisaje que destellea tanto como el de la paternidad que experimenta Drexler en esos momentos, cuando nace su hijo Luca. No es casual, pues, que divida en dos al cantar «nocti-luca», mientras le da la bienvenida al mundo a su pequeño. Su otro hijo, Pablo, también músico, le acompañó en la grabación de esta pieza tocando una cajita musical.
No sé si fue alentada por esa portada de sábanas revueltas y una luz que invita a levantarse de la cama, pero lo cierto es que Amar la trama me acompañó muchas mañanas de un largo invierno, ayudándome a desperezarme mientras preparaba la taza de café y diseñaba el día. Y se me quedó amarrado ahí dentro. Tanto, que la primera vez que tuve que tararear algo para calmar a mi hijo, apareció en mis labios “Una canción me trajo hasta aquí”. Resultó que yo la recordaba y a él le curaba, así que se convirtió en nuestra primera canción, aunque él aún sea demasiado chiquito para explicárselo. Cada vez que se cae o se asusta, miramos a otros espejos y echamos juntos a andar. Aunque esté escrita en primera persona, a mí también me trajo hasta aquí una canción, y un puñado de emociones que solo sabe despertar Drexler.
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Anterior Fondo de catálogo: Happy birthday (1981), de Altered Images.