DISCOS
«Dennis Schocket es un amigo que te está contando sus problemas, por encima de unos instrumentos entre los que ajusta la voz con precisión de maestro»
Dennis Schocket
Weathervane
TALLBOY RECORDS, 2023
Texto: CÉSAR PRIETO.
Pocos lectores conocerán a Starbelly, la banda de Baltimore que lleva veinticinco años defendiendo un pop de guitarras bien oxigenado, pero poco productivo en publicaciones. De hecho, desde 1998 solo han producido tres elepés. Su líder, Dennis Schocket, en este periodo ha editado dos. Todo ello demuestra que Starbelly son un grupo de amigos que se juntan de vez en cuando para llenarse de ese placer de sentirse acompañado y, a la vez, preparar un elepé que llegará cuando llegue. De estos mimbres suelen venir grandes canciones fuera de la industria, como las que sostienen Weathervane, el segundo y último disco de Dennis Schocket, una delicia sin tanta fuerza eléctrica como la del grupo, pero con mucha más sutilidad, muchas más cuerdas —ma non troppo— y mucha más melodía.
Un disco que te saluda en la canción que introduce un saludo de apertura que te recibe como el mejor anfitrión y que lleva el título del que goza también el conjunto. Ahí aparece la sutilidad y recuerda a Jackson Browne, con coros preciosistas y flotantes, guitarras que tienen el toque justo para puntear al tiempo agudos y piel, una esencial tristeza…“More than anything” se abre con un piano, a la manera de Elvis Costello cuando iba con Steve Nieve. Poco a poco van apareciendo percusiones, violín y guitarras, pero no borran la impresión de que Dennis Schocket es un amigo que te está contando sus problemas, por encima de unos instrumentos entre los que ajusta la voz con precisión de maestro.
“Please don’t let me down” es la primera canción en la que se empiezan a observar influencias concretas, con dejes de Jeff Line y de la ELO, quizá la única con este sonido más recargado, porque lo que le sienta como un guante al espectro sonoro de Schocket son las baladas y los medios tiempos. Hay, en este recogimiento, mucho McCartney, por ejemplo en “Suddenly june”, que parece un descarte del álbum blanco, o en “She loves the sun”, que ya no es descarte, sino que directamente parece pertenecer a él. Hay en esta última pandereta, guitarras, leves falsetes en los coros y un ambiente de optimismo espiritual. “Madame Chaparral”, por su parte, es amable y bien interpretada —la producción y las mezclas son excelentes—, un tanto cargada de music hall en su descripción de una mujer que merecería habitar en Penny Lane.
Poco a poco, el disco se va volviendo más introspectivo, y cierra con una pareja de baladas que están entre lo más delicioso publicado este año. “Love untold” —puro Beatles, puro McCartney— pellizca el sistema nervioso para abrir la puerta a las emociones. “I forgive it all” precisa y amplía esa misma emoción desde una base acústica que se inicia con una guitarra y continúa con un violín. Únicamente dos instrumentos, únicamente cuerdas que estremecen por sencillas y naturales.
Un ramillete, pues, de canciones llenas de finura y delicadeza, pero no exentas de fuerza, como demuestra “Beneath your silver sky”, ni de un poso de melancolía, como el que sustenta las canciones de Ron Sexsmith y aparece aquí en “Box kite”. De canciones que a medida que avanzan se van haciendo más íntimas y bellas, como un atardecer.
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Anterior crítica de discos: Angels & queens (deluxe), de Gabriels.