Puntos de fuga, de Luis Carrillo

Autor:

DISCOS

«Temas que vagan en las difusas fronteras del pop y el folk, instrumentos lo más orgánicos posible y letras cuidadas en su coherencia y su fraseo»

 

Luis Carrillo
Puntos de fuga
AUTOEDITADO
, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Ha vuelto Luis Carrillo con su cuarto disco, un disco engañoso puesto que no es sino una recreación de sus diez mejores canciones, algunas con colaboraciones de lujo, que han sido grabadas en diez estudios diferentes de la Comunidad Valenciana. Su andadura como músico comenzó hace muchos años, aunque tardó en editar su primer epé, que no vio la luz hasta 2016. Un trabajo, La casa en el aire, que cuenta con Mikel Erentxun como padrino y colaborador. Pero no es hasta su primer largo, Raíces, cuando deja claro todo lo que tiene para darnos: temas que vagan en las difusas fronteras del pop y el folk, instrumentos lo más orgánicos posible y letras cuidadas en su coherencia y su fraseo.

Este es el ámbito que recorre en este nuevo elepé, Puntos de fuga, que es una selección de sus mejores canciones, que ha revisado y regrabado con colaboraciones de lujo, como las de Chica Sobresalto, Santero y los Muchachos y Marta Andrés. Y, cosa curiosa en él, por primera vez ha incluido una versión, el “Vinc d’un poble” de Judit Neddermann, como homenaje al origen valenciano del autor del disco y al sabor de esos pueblos mediterráneos. Es una visión amable, idílica, con un clarinete pastoril que lo convierte en una postal sonora.

La canción que abre el conjunto —y que era el puntal del primer elepé, Raíces—, sigue esta misma estética y le añade toda una declaración de principios que representa un ideal de vida. Sencilla y con un estribillo bucólico al que acompañan flautas traveseras que se encargan del solo final, se constituye en una amalgama de belleza.

Mención aparte merecen las colaboraciones. “La duda”, con Chica Sobresalto, es íntima y sensible —medio bolero, medio bossa—, y revisa un pasado que pesa y vivencias que estoy seguro de que cada lector ha experimentado. “A brazo partido”, con Marta Andrés, es otro momento recogido y especial, con las imágenes de la naturaleza muy presentes.

Lo que destaca de otros temas es su carácter acústico, más cálido y cercano. Sucede, por ejemplo, en “La manzana”, en la que colaboran Santero y los Muchachos, a la que dan ese aire de rock argentino con desparpajo, suelto, sin tensiones. También algo de enseñanzas eléctricas hispanoamericanas posee “El grito”, en la que se concentra el peso de tantos años de rock en castellano a los dos lados del Atlántico.

Poco a poco, según avanza el disco, los decorados se vuelven más nostálgicos y tristes. “El silencio” es un diálogo entre un piano y las cuerdas de un violín, y la canción parece cogerte de las manos, como te agarra “La corazonada” por la voz, versátil, que en ocasiones presta a romperse y en otros momentos es segura y firme. En “Septiembre”, un retrato femenino se sostiene en un piano que es el alma de la melancolía y que poco a poco va entrando en el dolor. Por último, “El sendero” desgrana meditaciones sobre el tiempo y las apreturas de la vida, con esa voz siempre creíble, siempre llena de corazón.

En el conjunto, Luis Carrillo trabaja siempre con paisajes urbanos, cielos sobre azoteas concentradas, calles, luces que en la noche son vela de un gran altar. Todo eso que, mirado de lejos, no hace sentir más que su belleza.

Anterior crítica de discos: Avatars of the night, de Sondre Lerche.

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