No todo el mundo, de Marta Jiménez Serrano

Autor:

LIBROS

«Los catorce cuentos tratan de amor, pero siempre con el poso de su decadencia, de su final»

 

Marta Jiménez Serrano
No todo el mundo
SEXTO PISO, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El reciente libro de Marta Jiménez Serrano es un tractatus amoris humani, un repertorio de casuística amorosa y no tanto un ars amandi, un manual de seducción. Los catorce cuentos tratan de amor, pero siempre con el poso de su decadencia, de su final. Aunque los amantes vivan la cristalización esa de la que hablaba Stendhal, en el germen, en la brillantez, esta agazapado, como un animal que se esconde, la degradación. La pregunta que sostiene todo es: ¿en qué consisten las relaciones? Por ello, el primer cuento de la serie, “Tenemos que dejarlo”, sirve de relato-prólogo.

En él, una pareja se conoce en un bar. Ella trabaja en una empresa de sostenibilidad, él es doctorando en filosofía. La pasión inicial es abrasadora, pero en ese fuego se quemará el amor, poco a poco, como un árbol en el que no se ve humo ni llama, pero va consumiéndose. La imagen del fuego no solo es clásica, es paralela a los intentos de la pareja de dejar de fumar, ambos vicios tóxicos. Queda una constatación: todo lo bueno y todo lo malo es el mismo vacío.

A partir de aquí, sin ser un conjunto nihilista, se van sumando diversas situaciones particulares. En “Filmin” una anciana recibe cada domingo la visita de la familia. Los hijos y los nietos dominan la casa, piensan en ella como alguien sin inquietudes y sin contacto con la realidad, aunque se ha matriculado en la Universidad para la tercera edad. Antes de marchar se atreve a pedirles que la suscriban a una plataforma de cine. Lo que no les comenta es el motivo.

No se podría destacar un relato sobre otros, son todos un sistema que gira alrededor de un sol enorme, ¿qué planeta es más fascinante? Ahí entran el qué hacer si tu pareja aporta un hijo anterior —y miles de impregnaciones también anteriores— en “El rastro”, los problemas de la diferencia de edad en “Pupila” o de mundos sociales en “La virgen de la Macarena”, los malotes que se enamoran —pero se enamoran como dicen que pasa de verdad— en “Horny Asian Teen” o la pervivencia en el amor de la voluntad de hacer daño en “Qué bien que existe Leonor”.

Son pocas las relaciones que no tengan algo de toxicidad y mucho de autoengaño. Quizás la más primorosa se asiente en “Un novio que tuve”. Una pareja de edad acude a un restaurante, el caballero sufre un ataque al corazón y la angustia de las horas siguientes hace recordar a su bella dama que toda la vida han jugado a ser novios. Y siguen jugando. También en “Cuando yo la conocí” el amor es luminoso, y sobre todo destaca por el soberbio retrato de Noelia, quizás la relación más delicada que Marta Jiménez ha logrado, la única con respeto y amor de verdad.

Es por ello, por estos dos últimos cuentos, que pese a la angustia, la indefensión, el fracaso o la humillación que se clavan con saña en el resto de relatos, el lector acaba con una sensación agridulce. El mundo parece siempre conjurarse contra los enamorados desde dentro de ellos mismos, pero, a pesar de todo, aún hay esperanza.

Anterior crítica de libros: Magia cruda. Una biografía de Sylvia Plath, de Paul Alexander.

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