«Creemos que a las mujeres se nos juzga o se nos analiza más cuando estamos encima de un escenario»
En plena gira de presentación de su nuevo disco, ¿Quién es Billie Max?, Ginebras se para charlar con Jagoba Estébanez sobre el momento profesional que atraviesa la banda y, por supuesto, esta nueva entrega con la que han dado un paso más en su sonido.
Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Fotos: CARLA HERNÁN SANZ (Foto 1) y ROTHRIGO (Foto 2).
Por si quedaba alguna duda sobre el éxito y el carisma de la fórmula de Ginebras, su nuevo álbum, ¿Quién es Billie Max? (Vanana Records, 2023), consolida a la banda como una de las de mayor encaje en el panorama actual. Media hora de éxitos disfrazados de inconformismo y celebración a partes iguales, de diversión a raudales en once cortes concebidos con una mayor ambición sonora, frente a los de aquel primer elepé con el que ya lograron despuntar: «Hay un salto en la búsqueda de sonidos nuevos con sintetizadores, percusión e instrumentos de viento. Por otra parte, creemos que las guitarras también son más cañeras y hay más distorsión», confiesan ellas mismas.
Y así se manifiesta en este viaje onírico con forma despersonalizada de Billie Max, un sueño psicotrópico representando a cada una de las cuatro integrantes, donde el ska de “Omeprazol” o el funk de “Rapapá” tienen cabida más allá del pop rabioso al que nos tienen habituados. O incluso las bajas revoluciones de “Muchas gracias por venir”, la sorprendente balada que cierra esta obra, una oda al sentido de pertenencia a una banda y cuya experiencia de haberla grabado en el mítico estudio Abbey Road está documentada. «Escoger la canción fue difícil, puesto que pensábamos que al ir a grabar allí teníamos que tirar por uno de los hits más claros. Pero, al final, llegamos a la conclusión de elegir una canción que hablara desde el corazón, que explicara cómo nos sentimos y que tuviera un significado real y profundo sobre lo que nos hace sentir estar encima de un escenario», aclaran Magüi, Sandra, Raquel y Juls sobre la elección de esta pieza con tintes de Beatles, grabada con un órgano de pared y un Hammond que otorgan magia entre agudos versos de gratitud.
Muchas bandas han dedicado temas a su profesión y a todo lo que ello conlleva. En el caso de nuestras cuatro protagonistas, la música les ha brindado varias satisfacciones, como disfrutar de la evolución de cada una de las canciones a medida que se van trabajando en el estudio y se masterizan, hasta poder llegar a escucharlas en un disco. Pero lo que más les llena, como a la mayoría de músicos, es percibir desde el escenario cómo su público las corea desde abajo. También han tenido la oportunidad de conocer a artistas con mucho talento a los que admiran y con los que han podido llegar a compartir composiciones, como es el caso del pegadizo power pop de “Desastre de persona” al alimón con Dani Martín, un tema sobre el círculo vicioso que suponen trabajo, economía y consecuencias del tiempo de ocio.
Sin demasiado refinamiento lírico, pero de gran enjundia y mensajes límpidos, se están convirtiendo en el altavoz de una generación que no puede afrontar una hipoteca y los lunes sufre las consecuencias de un fin de semana rebosante de «excesos». Cheetos Pandilla, «coños sin depilar», Plastidecor, bocadillos de salchichón, condones, comida china en tápers, Iker Jiménez e incluso Elvis en la playa de Gandía colorean este éxodo para afrontar a la perfección temas tan relevantes como se hace en “Ansiedad”, que arranca con unos riffs de guitarra que recuerdan a Platero Y Tú. Manifestando honestidad y rebelión por bandera, las letras bien podrían tratarse de un diario del grupo, como ellas mismas confirman: «Son muy autobiográficas, de momento nos gusta contar todas las cosas que nos pasan en nuestro día a día, lo que nos inquieta en una reunión de colegas o incluso lo bien que nos lo pasamos cuando salimos de fiesta». Claro ejemplo de lo anterior podría ser la distorsión que orbita entre el grunge más puro de Pixies y el pop de “Lunes negro” o el poderoso punk rock, al estilo The Clash, en “Alex Turner”.
«Hay un salto en la búsqueda de sonidos nuevos con sintetizadores, percusión e instrumentos de viento. Las guitarras son más cañeras y hay más distorsión»
A medida que uno vuelve al elepé y se familiariza con él, conmueve la facilidad de estas artistas para disparar un éxito tras otro, a pesar de que ellas incidan en que su única fórmula es la naturalidad y la conexión con la canción, como la divertida y explícita “En bolas”, la sempiterna historia de “He resucitado a Elvis”, el Midnight in Paris particular de estas residentes en Madrid o la armoniosa y bailable “Qué gozadita”, que bien podría clasificarse a caballo entre el Xoel López de Atlántico o un Julio Iglesias festivalero.
Muchos serán los festivales, precisamente, que contarán en su cartel con Ginebras, giras que afrontan con una coach que han incorporado a su banda para aportarles tranquilidad y renovación de energía, con trabajos en grupo que sellen puntos de encuentro entre todas ellas, realizando meditación conjunta. Ayuda necesaria para lidiar con la industria musical: «Creemos que a las mujeres se nos juzga o se nos analiza más cuando estamos encima de un escenario. O nos tratan como si no supiéramos de nuestros instrumentos, dándonos consejos u opiniones sobre cómo hacer las cosas. Hemos sufrido de esto, pero confiamos en que cada vez vaya a menos para que llegue un momento donde no te chirríe ver una mujer de técnico en un concierto o a bandas de mujeres siendo cabezas de cartel».
Pudiendo presumir ya de haber abarrotado La Riviera dos días consecutivos en su corta trayectoria, el próximo 12 de octubre terminarán la gira en el madrileño Wizink Center, evento que una usuaria en Twitter ha bautizado como el día de La Ginebridad, algo de lo que ellas están real y divertidamente orgullosas.