«Un tipo de una sola pieza que ha representado como nadie la energía primigenia e incombustible del rock and roll»
El pasado lunes falleció Wilko Johnson, capo de los inolvidables Dr. Feelgood, aquella banda que transitó por el pub rock y el rhythym and blues para devolver ambos géneros a la palestra popular. Una vida marcada por los ritmos del rock and roll, que deja un legado indomable e imborrable y que hoy repasa Luis Lapuente con este artículo.
Texto: LUIS LAPUENTE.
«Sé que debería estar muerto, pero sigo aquí, disfrutando de cada día». Wilko Johnson (1947-2022), sentenciado en 2013 por un cáncer de páncreas, se negó a recibir quimioterapia. Meses después se sometió a una novedosa cirugía experimental, recuperó el aliento vital y tuvo tiempo de hacer giras y grabar un álbum con Roger Daltrey (Goin’ back home, 2014) y otro al frente de su banda (Blow your mind, 2018), que se encuentran entre lo mejor de su discografía, con canciones instantáneas que no solo hablan de la fugacidad de la vida, de su vida, sino de emociones universales más allá de la desgracia.
Los últimos años de su paso por este mundo retrataron al hombre y al artista, un tipo de una sola pieza que había representado como nadie la energía primigenia e incombustible del rock and roll, en aquellos cuatro primeros álbumes canónicos con Dr. Feelgood (Down by the jetty, Malpractice, Stupidity y Sneakin’ suspicion), culminados para nosotros en la memorable actuación del grupo en el Pabellón de Deportes del Real Madrid. Inolvidable aquel día del año 1977, en que las primeras filas de las sillas plegables de madera quedaron absolutamente destrozadas al bailar sobre ellas todos los espectadores, poseídos por esa mirada casi animal del guitarrista electrizante que aporreaba y rasgaba al tiempo las cuerdas, como un Son House endemoniado, mientras ametrallaba al público con sus riffs a lo Chuck Berry. Un salvaje secundado por la tremenda sección rítmica compuesta por The Big Figure (batería) y John B. Sparks (bajo), con el extraordinario Lee Brilleaux en las voces. Después de largarse de Dr. Feelgood, solo podía subir un peldaño al incorporarse a los brutales Blockheads de Ian Dury, con quienes grabó el álbum Laughter, tercero de Ian y su banda. Luego siguió una errática carrera en solitario, en la que lo más relevante serían, una y otra vez, los conciertos; garantía siempre de pureza estilística y devoción por los principios fundacionales del rock and roll.
En 2013 le desahuciaron, pero hacía falta mucho más que un miserable cáncer de páncreas para dejarle fuera de juego. Siguió actuando por todo el mundo y, en sus directos, se percibía la centelleante urgencia rítmica, la pasmosa vitalidad del repertorio, la imponente frescura de las interpretaciones. Wilko sabía que estaba viviendo contra el reloj de la muerte. Páncreas. Casi una década después, el 21 de noviembre de 2022, Wilko ha dejado de disfrutar. Vivió como había anticipado a la BBC al conocer su diagnóstico fatal: «No espero una cura milagrosa. Solo espero tener el tiempo suficiente para hacer estos conciertos. Entonces seré un hombre feliz».