COMBUSTIONES
«Ninguna de las marcas con las que había labrado su lucrativa senda como icono pop y vendedor de moda quiere que su nombre siga asociado a semejante individuo»
Sobre la controvertida carrera de Kanye West, plagada de declaraciones y actitudes polémicas, reflexiona Julio Valdeón esta semana. Cómo se puede pasar de estar en lo más alto, a ser repudiado por empresas que, hasta no hace tanto, le respaldaban.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
La del hombre antes conocido como Kanye West, ahora Ye, ha sido una de las debacles más espectaculares de la historia reciente. Primero fue la camiseta con el lema, asociado a los supremacistas blancos, White lifes matter´s. Poco después llegaron sus declaraciones antisemitas, diseminadas por Instagram y Twitter. El rapero acusó a otros colegas de estar controlados por los judíos y lamentó una conspiración, más o menos diabólica, para marcarlo por oponerse a su agenda. Qué agenda da un poco igual. Completamente ido, su retórica es ya indistinguible de la de quienes largan sobre la Agenda 2030, el globalismo que nos oprime, los teóricos adictos a George Soros y demás mierdas psicodélicas habituales en la papilla metal de unos sujetos que, armados con el inevitable gorrito de plata, dan la turra a diario en redes sociales, tertulias y parlamentos.
A partir de ahí, ya imaginan: uno a uno, a West, perdón Ye, se le han evaporado los contratos. Ninguna de las marcas con las que había labrado su lucrativa senda como icono pop, vendedor de moda y conjuntos varios quiere que su nombre siga asociado a semejante individuo. Al mismo tiempo las plataformas de streaming, como Spotify, mantienen su música. Y menos mal. Como le explicaba un portavoz de esta al New York Times, mientras no diga esas salvajadas en las canciones, pues oye, ellos no están aquí para amordazar a los cantantes por lo que hagan o digan lejos del micrófono. Un chupete de oxígeno frente a la ultracorrección política, perfectamente compatible con el sacrosanto derecho de las marcas a elegir a sus vendedores. Al público, a nosotros, nos restan sus primeros discos, que son formidables.
–
Anterior entrega de Combustiones: Quintero y Casas, dos musiqueros.