PUNTO DE PARTIDA
«Tiene las dos caras del chamán Young: la acústica y la eléctrica, la sentimental del corazón desparramado y la salvaje del espíritu en guerra contra el mundo»
Desde hace años, en las páginas de El País, el periodista Fernando Navarro se dedica a relatar y describir la crónica musical que atañe al pasado, al presente e incluso al futuro de la escena mundial. Devoto confeso de la obra de Dylan, nos ha sorprendido eligiendo un disco de Neil Young como una de las obras que más ha marcado su trayectoria como profesional de la música. Hoy nos habla de ese álbum, al tiempo que continúa con la gira de presentación de su nuevo libro, el imperdible Todo lo que importa sucede en las canciones (Ed. Los Aciertos, 2022).
Neil Young & Crazy Horse
Rust never sleeps
REPRISE RECORDS, 1979
Texto: FERNANDO NAVARRO / EFE EME.
«Siempre que necesito desbloquear mi vida lo escucho. Y eso sucede a menudo», confiesa Fernando Navarro sobre Rust never sleeps, de Neil Young y la banda canadiense Crazy Horse; el disco que le cambió la forma de comprender el mundo y que contribuyó en buena medida a que quisiera dedicarse, en cuerpo y alma, a su vocación: el rock and roll. Desde su papel de periodista, desde su rol de artesano de la palabra, desde la perspectiva de crítico musical; pero al rock and roll, al fin y al cabo.
Y en ello continúa, modelando la crónica sonora nacional e internacional desde sus páginas de El País y sus escapismos por las ondas de la SER, sin olvidar de dónde vienen sus primeras pasiones. «Cuando era adolescente me metí de lleno en la galaxia del rock and roll, a partir de la locura que fue para mí conocer los primeros discos de Bruce Springsteen. De ahí salté a todo tipo de artistas, pero de los pocos que consiguieron alcanzarme hasta en lo más profundo, como Springsteen, fue Neil Young. Este disco lo descubrí al comprarme un par de biografías de Young y leer que era tan importante. También buceé por Internet y siempre leía lo mismo: el gran directo de Neil Young».
Asegura Navarro, sin embargo, que este no fue el primer disco con el que se hizo: «Ya llevaba unos cuantos comprados. Soy de la generación del cedé y, cuando decidí incorporarme al vinilo, concluí que poco a poco haría una colección cuidada con algunos de los clásicos fundamentales; es decir, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Aretha Franklin o Neil Young. Quería ir teniendo casi todos sus vinilos en la medida que fuera posible. Este de Rust never sleeps, que es un álbum inmenso de principio a fin y ya lo tenía escuchadísimo en cedé, lo compré en Nueva York, en un viaje que hice en 2016. Fue en la tienda Bleecker Street Records, que está en el corazón del musiquero barrio de Greenwich Village. Es una de las tiendas más famosas de la ciudad, que presume de tener a la gata, Keetah, que se dedica a dormir o contonearse entre los cajones de vinilos vintage a muy buen precio. Fui con la idea de pillarme algunos clásicos en vinilo. No recuerdo cuánto me costó porque me llevé unos cinco o seis elepés, pero recuerdo que, al ver este, lo cogí para no soltarlo».
Aquel debió ser un momento mágico para él, uno de esos instantes que rezuma trascendencia para uno mismo al saberse custodio de una joya, y que solo comprenden quienes profesan el entusiasmo musical de este modo. «¡Por el amor a Elvis, qué impacto fue escucharlo por primera vez en cedé y aún más reescucharlo como si fuera la primera vez en vinilo, tras mi viaje a Nueva York! Al regresar a Madrid y con el disco comprado, lo puse una mañana de sábado, que estaba solo en casa, y el vinilo giró como si el universo en expansión se concentrase en ese artefacto que daba vueltas en mi tocadiscos. Veía las estrellas y algunos planetas pululando en esas canciones apasionadas de Young y los Crazy Horse. Lo más alucinante es que tiene las dos caras del chamán: la acústica y la eléctrica, la sentimental del corazón desparramado y la salvaje del espíritu en guerra contra el mundo. Es un disco que muestra a Neil Young en su estado puro de dos caras, de dos almas formando una sola. Es un directo lleno de ímpetu rock, de hambre por el escenario y por la vida. Es una excusa perfecta para perder la cabeza por la chifladura del rock and roll».
Eso es, la chifladura del rock and roll; por eso, Fernando Navarro es otro de esos chiflados que pierde la cordura con discos como este y la recobra para describirlo y expandir su grandeza entre los lectores. Exactamente así es como lo hace: «Neil Young tiene un puñado de obras maestras, pero sin duda este álbum resume a la perfección su significado como artista. No se puede entender a este coloso del rock and roll sin sus directos, sin su presencia chamánica sobre el escenario como aliado de la luna y los astros. Es algo que, para los que lo hemos visto en directo alguna vez, lo sabemos: Neil Young es un gran músico, pero es algo más elevado — como espiritual e inalcanzable— cuando se expresa con su música en directo. ¿Es su mejor disco? No lo sé, pero es el que mejor explica su grandeza».
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