FONDO DE CATÁLOGO
«Un trabajo que tenía toda la intención de rememorar toda su trayectoria musical, recuperar a sus viejos fans y, quién sabe, captar alguno nuevo»
Manel Celeiro nos invita a viajar por carreteras estadounidenses con los Doobie Brothers, de los que recupera un disco posterior a sus mejores años, pero con tintes de nostalgia y autohomenaje de su época dorada.
Doobie Brothers
World gone crazy
EAGLE, 2010
Texto: MANEL CELEIRO.
Nunca empleé demasiado tiempo en seguir a los Doobie Brothers. Aunque estaba harto de escuchar hasta la saciedad temas tan universales y de tanto éxito comercial como “Listen to the Music”, “Long train runnin’”, “Rockin’ down the highway” o “What a fool believes”, mi ignorancia sobre su carrera era total. No estaban dentro de mis prioridades en aquel momento, ya saben. Hasta que llegó a mi poder, en una de esas reediciones en compacto a módico precio, The captain and me. Una grabación sin fisuras que me descubrió a una banda con personalidad, y con una habilidad para escribir canciones que, pese ser asequibles a una audiencia mayoritaria y balancearse en ocasiones en el delicado filo de la más descarada comercialidad, te hacían picar en el anzuelo y acababan por conquistarte.
Como una cosa lleva a la otra, «le pasé la oreja» a Toulouse street (1972), a su debut homónimo (1971) y a What were once vices are now habits (1974) —que contiene la maravillosa «Black water»—. Uno acaba centrando su interés en revisar otros clásicos ignorados al comprobar su paulatino declive a partir de los ochenta, tal y como le sucedió a muchos de sus compañeros de generación, con cambios de formación, el público virando hacia otros estilos y artista y la sempiterna condena que sufren muchos en un momento del recorrido: verse etiquetados dentro del circuito de viejas glorias.
Llevaban una década sin entrar al estudio para registrar un álbum con composiciones originales, período rellenado con discos en directo y recopilatorios diversos, y no hay lugar a dudas cuando afirmamos que tenían las cosas muy claras desde el principio. Para empezar, convocaron otra vez a su productor fetiche, Ted Templeman, cuya última colaboración con ellos databa de casi veintisiete años atrás. Después lanzaron como primer sencillo un tema, “Nobody”, rescatado de su primera entrega discográfica y que suena realmente fetén en esta nueva versión; le dieron un toque a Michael McDonald, miembro de la formación durante diferentes periodos entre 1975 y 1996 por aquel entonces, para cantar en uno de los temas, y tiraron de contactos para que Willie Nelson —un nombre que siempre otorga pedigrí— incluyera su voz en “I know we won” para entregar un trabajo que, sin duda, tenía toda la intención de rememorar y atrapar entre sus surcos toda su trayectoria musical, recuperar a sus viejos fans y, quién sabe, quizás captar alguno nuevo.
Y es que World gone crazy tira descaradamente de nostalgia y de autohomenaje. Tenemos el boogie rock que caracterizó sus inicios, sobre todo en las vigorosas y guitarreras “Chateau” y “Young man’s game”, un par de temazos en toda regla; su cara más blues, de ahí esa slide que resbala sobre las notas de “Law dogs”; medios tiempos con denominación de origen, caso de la canción que da título al disco; baladas descaradamente dirigidas a las emisoras norteamericanas de classic rock (“Far from home”); el AOR descafeinado de sus peores momentos encarnado en la melosa “Don’t say goodbye”, rock suave en “My baby” y el toque fronterizo en “Old Juarez”, que recuerda horrores al estilo del Santana contemporáneo desde el primer minuto al último.
La cuestión es que funcionó en el ámbito de las ventas, obtuvo sus mejores resultados en las listas desde el ya lejano 1989 y reactivó su caché como atracción en directo. Obviamente, no aguanta el cara a cara con sus lanzamientos durante los años de gloria, pero resiste las escuchas y si te lo pones conduciendo, con el sol brillando, una sonrisa en la boca y sin nada que hacer más que dejarte llevar por las líneas blancas de la carretera, te aseguro que logra engañarte. En el mejor sentido de la palabra, claro.
.