FONDO DE CATÁLOGO
«Un conjunto imprevisible y de una solidez pasmosa, unos temas hipnóticos, envolventes, de una luminosidad y una melancolía casi irreales»
Felipe Cabrerizo nos invita a las entrañas de Nino and Radiah, una de las grandes obras del cantante y compositor francés Nino Ferrer. Esta es la historia de un gran himno, “Le Sud”, y una gran pelea discográfica.
Nino Ferrer
Nino and Radiah
CBS, 1974
Texto: FELIPE CABRERIZO.
No puede decirse que la carrera de Nino Ferrer atravesara su momento de mayor popularidad a principios de los setenta. Frente a la nueva ola de cantantes melódicos que arrasaba Francia tras el shock de mayo del 68, Ferrer, crecido en el jazz más estricto de las caves parisinas, se había replegado en la creación de unos elaborados álbumes conceptuales que lo hundirían en la invisibilidad más absoluta y que harían rumiar a su discográfica, Barclay, la posibilidad de descolgar de su catálogo a un artista con el que nadie sabía qué hacer. Aislado en esta tierra de nadie y a punto de cumplir los cuarenta, Ferrer decidió huir hacia adelante refugiándose en La Martinière, una mansión colonial a las afueras de París donde se hizo construir un estudio de grabación en el que poder trabajar lejos del radio de acción de su sello.
A La Martinière llegó el verano de 1973 Radiah Frye, una espectacular modelo de color que acababa de dejar Nueva York buscando una nueva vida en compañía de su hija Mia —que con el paso del tiempo terminaría siendo la coreógrafa que impondría en todo el planeta los pasos de “La Macarena”, pero esa es otra historia—. Fascinado por su presencia, Ferrer la invitó a participar como segunda voz en su nuevo disco. Un disco concebido en inglés en el que dar cabida a toda la música que formaba parte de su nueva vida: el rock heterogéneo de Little Feat, el gumbo de Dr. John, el funk ácido de Isaac Hayes y Sly & the Family Stone, la música africana que conocía de primera mano a través de su antiguo compañero de banda Manu Dibango, la oleada de songwriters norteamericanos encabezada por Joni Mitchell y Jackson Browne, el recién publicado Harvest de Neil Young que Ferrer tomaba como modelo de hacia dónde quería encaminar sus pasos.
La opción de Radiah no funcionará: que su labor quedara acreditada en el disco como «voz y simpatía» explica por qué solo se la escucha en segundo plano, envolviendo en un leve halo las palabras de Ferrer, pero su imagen en la portada habla a las claras de cómo su presencia marcó a fuego el resultado del álbum. Cualquier carencia quedó, de todos modos, suplida por unos aliados inesperados: Ice, una desconocida banda funk afroamericana recién llegada a Francia que fusionaría a la perfección el manual de influencias tan heterogéneas que manejaba Nino.
Las ocho canciones que saldrán del Spiders Studio terminarán componiendo uno de los discos más sorprendentes y extraordinarios no ya de Ferrer sino de toda la música francesa. Solo los temas que lo abren y lo cierran, “South” y “New York”, presentan una cierta continuidad con el trabajo previo del músico; los seis restantes, los que conforman el núcleo central del álbum, parecen resumirse a la perfección en ese “Very heavy, very heavy” que se escucha decir a Nino en los primeros compases de “Mint julep”, como dando vía libre a los Ice para fluir sin ningún tipo de freno. Y así será: la banda trabajará sin cortapisas para dar lugar a un conjunto imprevisible y de una solidez pasmosa, unos temas hipnóticos, envolventes, de una luminosidad y una melancolía casi irreales, que apuestan abiertamente por la creación de ambientes y atmósferas y en ningún momento buscan algo identificable como comercial.
Solo faltaba una portada a la altura, que llegó casi por casualidad: desconfiado hasta niveles obsesivos ante cualquier propuesta de su discográfica, Ferrer rechazó a los fotógrafos de primera línea que esta le sugirió y terminó pidiendo a un viejo amigo, Richard Bennett, que se acercara a La Martinière con su cámara amateur. Era un día frío y, paseando por el campo, decidieron encender una hoguera. Allí apareció Radiah envuelta en una manta y se unió a Nino frente al objetivo. Bennet se dio cuenta de que no llevaba nada debajo. Inesperadamente, Radiah se la quitó para posar desnuda y el resultado dará lugar a una de las imágenes más icónicas de la música francesa.
Claro que Nino and Radiah es también la historia de “Le Sud”, canción entre canciones y campo de batalla de una de las peleas más encarnizadas entre un artista y su discográfica por cuestiones de libertad creativa. Cuando Ferrer presenta el disco a Barclay, el sello queda un tanto desconcertado por el resultado, pero intuyendo el tremendo potencial de “South” propone regrabarla en francés: corrían aún años en los que un tema en inglés era veneno para las listas de ventas de gran parte de Europa. Nino, que no estaba dispuesto a romper la unidad del disco, se niega en redondo y ofrece el álbum a CBS, donde se muestran más optimistas pero, igualmente, insisten en la idea. Ante la sorpresa de todos, el cantante saca allí mismo el máster de “Le Sud” que acaba de grabar con la ayuda del teclista Bernard Estardy. El tema no solo estaba en francés, sino que Estardy ha recortado treinta segundos de sus cinco minutos iniciales, ha pulido levemente su sonido y le ha incluido un piano que redefine completamente la canción. Ferrer da el visto bueno a su publicación, aunque no dentro del disco sino como single independiente.
Las cifras cantan: Nino and Radiah apenas venderá treinta mil ejemplares, “Le Sud” superará el millón de copias y se convertirá de inmediato en uno de los mayores clásicos de la música francesa. Todo ello pese a la confusión de que ambos vinilos se publicaran con la misma portada y de que Nino no dudara en decir a todo aquel que quisiera escucharle que detestaba la remezcla de Estardy. Las aguas no se calmaron hasta un cuarto de siglo más tarde el disco se editara por primera vez en cedé rebautizado como, pásmense, Nino and Radiah et Le Sud, con el orden de las canciones modificado y “Le Sud” como tema extra. El paso del tiempo parecía haber aflojado el rigor de Ferrer respecto a la integridad del álbum, y esta cesión fue lo que le permitió encontrar una nueva vida y una nueva consideración junto a otras obras libérrimas de orquestaciones majestuosas, como el Histoire de Melody Nelson de Gainsbourg o las obras más barrocas de Michel Polnareff, tan malditas en el momento de su nacimiento como este Nino and Radiah.
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