LIBROS
«El que busque amenidad por encima de erudición, aquí tiene un libro que no le desvelará nada pero que le hará pasar muy buenos ratos»
David Mitchell
Utopia Avenue
Penguin Random House, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
Utopia Avenue fue un grupo que, a finales de los sesenta, practicó un rock correoso teñido de influencias folk y de episodios psicodélicos. Elf Holloway, que representaba el legado folk, se encargaba del órgano Hammond. Al entrar en el grupo, le acababa de dejar su novio Bruce. El bajista es Dean Moss, a quien acompañan el virtuoso guitarrista Jasper de Zoet, de orígenes holandeses, y el simpático batería Griff Griffin, todos rebotados de anteriores experiencias musicales. Su primer elepé los llevó a ser conocidos, pero el segundo ya entró directamente en la lista de éxitos y propició que una gira mundial los hiciera volar hasta Estados Unidos, donde grabaron el máster de un tercer elepé, que tuvo la mala suerte de quemarse en un incendio del estudio de grabación y que no pudo ser recuperado hasta cincuenta años después, fecha en la que se editó al fin. Si hacen cuentas, fue el año pasado.
Bien, todo esto es mentira. Utopia Avenue nunca existió, más que en la fértil mente de David Mitchell, uno de los narradores británicos más reconocidos. Mitchell es un demiurgo que crea todo un universo ficticio dentro del verano del amor, pero resulta tan creíble, su descripción de las canciones es tan vibrante y parece tan real, que este cronista ha tenido que resistir varias veces la tentación inexcusable de levantarse de la silla en la que está leyendo y acudir al teclado para escuchar la canción. Por supuesto, al segundo se ha preguntado que adónde iba, que todo eso que el deseo le había creado no existía.
La novela comienza cuando a Dean, que va a pagar el alquiler con su exiguo sueldo de camarero, le roban la cartera. Su casera no quiere atender a razones. Es un día de mala suerte, como tantos hay, que acaba en día y en años de gloria. Años en los que se da un repaso a la historia del grupo, del pop de los sesenta y de los fantasmas que cubren a veces las vidas de los cuatro miembros. Quizás esta sea la parte más prescindible, no porque los personajes no necesiten ese colchón contextual para perfilarse mejor, que lo necesitan, sino porque en ocasiones el autor lo alarga innecesariamente o lo exagera hasta quitarle los posos de credibilidad en los que tan bien se asentaba la novela.
Es el caso de Jasper de Zoet, asaltado por problemas psicológicos sobre los que se extiende lo que sería otra novela y que acaban resolviéndose de una manera esotérica que lleva al texto a perder fuelle. En realidad, todos los personajes tienen marcas y arrastran conflictos, como si dos novelas diferentes —la psicológica y la costumbrista— se aliaran de manera a veces forzada.
Poco a poco el grupo va haciendo su carrera: conciertos, la grabación del primer single, actuaciones en el Marquee, entrevistas en radio y televisión, Top of the pops y, por fin, la conquista de América. Todo bajo el marco de protestas estudiantiles en Londres, contra la guerra de Vietnam en California y drogas que no aparecen en primer plano pero sí como un fondo sociológico necesario.
Por allí también se mueven sus amigos como fondo: Pink Floyd tocando en el UFO Club, David Bowie que se queja en el 67 de su falta de reconocimiento, Leonard Cohen, Janis Joplin, John Lennon,… También hay episodios dolorosos: mods en Brighton —el batería, Griff, se lleva una cicatriz de ello—, diversas muertes, detenciones y cárceles,…
En realidad el autor quiere hacer un fresco de todo lo que pudo suceder en esos años —de ahí las más de seiscientas páginas— y, por ello, se extiende todo lo que da el periodo.
Hay muchos sesudos análisis sobre aquel momento en que se aliaron veranos de amor, psicodelia y protestas callejeras multitudinarias, pero el que busque amenidad por encima de erudición, aquí tiene un libro que no le desvelará nada pero que le hará pasar muy buenos ratos.
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Anterior crítica de libros: La entusiasta, de Gala de Meira.
