Melodrama está de vuelta para celebrar el 31 aniversario de su fundación. Una oportunidad sin igual para volver a disfrutar de la gran banda de la Nueva Ola de Barcelona. Una formación sustentada en brillantes canciones de pop costumbrista herederas de la escuela Kinks. Melodrama son unos auténticos Héroes de Culto que bien merecen ser recordados.
Texto: CÉSAR PRIETO.
1. Formarse en un almacén
Antítesis de los grupos formados en una Art School, Melodrama gestionaron su diseño en un almacén. Un almacén de distribución en papelerías en plena Diagonal. Auténtica y distinguible clase obrera. Que fuera una treta de estudiantes para sacarse unos cuartos y que el dueño del almacén fuese el padre de los hermanos Olivé no debe empañar el hecho de que junto a Ramón de España conspiraran en la dirección buena: la de crear un grupo que endulzase los tiempos que nos iba a tocar vivir. Era 1974, todavía, y sin el nombre de Melodrama.
2. Sus influencias
No encontrarán un grupo de mediados de los setenta, de aquella generación que se estaba formando segundos antes de la llegada del punk, que tenga unas influencias tan chulas. Descontando a Burning, evidentemente. Defender a los Kinks en una época en que los sesenta quedaban estéticamente tan lejos como Atapuerca o citar a Steve Harley que por glam y por intelectual era doblemente pecador, necesitaba tener arrestos. En esa época, claro, después lo mismo fue base fundamental del brit-pop.
3. Sus locales
Y ahora va en serio. No es de abuelo cebolleta, pero las salas de conciertos en las que campaban han adquirido resonancia mítica. Su feudo fue el Zeleste, y eso ya lo explica todo, pero es que además tenían sitio en escenarios cuyo mero nombre hace poner la piel de gallina al recordar una Barcelona en la que el pop era su marca de definición. Boira, Metro-New Wave o Casino de l’Aliança de Poble Nou crearon un sonido definido, Salón Cibeles les ofreció el futuro por mediación de lo que ahora mismo se verá.
4. Tocar para Sisa
Los conoce en unas sesiones llamadas “Bailes Selectos del Cibeles”, barroca sala de Grácia que empezó como pista de postguerra y acabó en territorio indie. El del Poble Sec se deslumbra y les toma como grupo de acompañamiento para La màgia de l’estudiant y para un LP grabado como al trasluz que adopta el ilustrativo título de Sisa & Melodrama, reeditado en una esencial caja con maquetas y conciertos. Es sabido que Sisa escoge siempre a los mejores para que afinen su repertorio –léase Joan Antoni Oliver– y los Melodrama le inyectaron un virus pop y aguzaron un poco más su costumbrismo onírico.
5. Tener la canción
Sí, la canción. La canción no es el “hit”, ni siquiera el “clásico”. Estos dos calificativos tienen que ver, más que otra cosa, con el público. Sin embargo la canción es aquella composición musical en la que parece que los astros se conjugan para inyectarle magia, aunque luego esa magia la distingan cuatro mal contados. En este caso se titula “No me digas que me dejas”, su primer single de dos, y es una letanía de arreglos obsesivos y de imágenes “camp” de la que sales leve y prolongadamente melancólico. Según ellos “Grabamos lo que nos pareció que pedían los temas, sin buscar más florituras…”. Pues eso, la canción.
6. Los grupos paralelos
En realidad no tan paralelos. Fue cosa de Eduardo Laguillo, que había entrado en Melodrama en agosto de 1978 y que hoy es un prestigioso compositor de música contemporánea, de música seria se entiende. Tras la salida del single se desentiende del proyecto para fundar el suyo propio, Unidad Móvil y editar en seguida, septiembre del 80, una absoluta delicia: “Todo ha sido un juego”. No voy a decir que es un vinilo buscadísimo porque es mentira, apenas nadie lo conoce y suele salir en cajones de saldo a cincuenta céntimos. Lo que sí diré es que cada nota salpica una melancolía como nunca se había escuchado en castellano, la dulzura de la derrota como triunfo. Tiempo después la hicieron suya Los Secretos.
7. Ser de Barcelona
Cierto, la filiación Condal no es motivo para adorar a nadie (ni para odiarlo); pero si eres un grupo pop, sí. Y el motivo es claro: te verás atenazado entre hordas de layetanos, punkarras, experimentos electrónicos o hip-hop, depende de la década en que nacieras. El cultivo de armonía y vitalidad es una flor bastante rara y fugaz, pero deslumbrante. Y si aparecen imágenes de las calles de Barcelona, mejor que mejor. Melodrama practicaron todo esto y junto a grupos como Sprays, Telegrama, Kamembert o Extra se hundieron en la miseria de no aparecer en la ciudad adecuada. Por ello son mucho más preciosos.
8. Sus componentes
Hecho extraño en los grupos, la plana mayor de Melodrama es el colmo de la amabilidad, la clase y la extraña convicción de que estar en un grupo de pop es maravilloso. No hay en ellos nada de altanería ni de pretensiones extrañas, viven el escenario con la naturalidad más absoluta y parecen situarlo en esa larga nómina de placeres de la vida, que bien aprovechados y sin obsesión, alegran un poco la existencia. Consiguen aparentar que están tocando para cuatro amigos, cuando de hecho siempre es así.
9. Ser un grupo de cómic
Entiéndase en sentido figurado, aunque también literal. Joan Navarro ha sido director de revistas de historietas, del salón del Cómic y actualmente de la editorial Glenat. Y eran referente argumental en mi adorada Cairo entre tiras de Montesol y textos de Francisco Casavella. El cómic, como grupo que entra en dimensiones paralelas al componer, es su medio natural. En este apartado también se valoran las experiencias teatrales de los hermanos Olivé con montajes de Dagoll Dagom o con grupos de aficionados. Y esto ya es para nota.
10. Seguir tocando
Sí, pero no a la manera que conocemos, escenarios sustitutos de créditos bancarios o refugio de los que perciben que tras diez años en el negocio y en plena decadencia artística no saben hacer nada más. No, ellos se suben porque les da la gana, porque se quieren divertir, porque quieren complacer a sus amigos. Y así se nota que moldean las canciones queriéndolas. El 13 de junio se lo demuestran en Razzmatazz con Sisa, los hijos de Dionís y su grupo bautizado Splac –dice su padre que son mejores que él– y más amigos. Sería la undécima razón para adorarlos.