«José Antonio manifestó lo especial que era el concierto para el grupo»
En 2019 los 091 atravesaban un momento dulce después de su exitosa Maniobra de resurrección, y con La otra vida recién editado, valorado como uno de los lanzamientos discográficos del año, tenían por delante una previsión de conciertos y festivales por todo el país. Pero la llegada de la pandemia lo truncó todo. Por eso el concierto que han ofrecido en Granada ha sido, sin lugar a dudas, uno de los más especiales de sus cuarenta años de carrera. El reencuentro con los suyos en la ciudad que los ha visto nacer, morir y, finalmente, resucitar. Allí estuvo Javier Gilabert.
091
Palacio Municipal de Deportes, Granada
21 de mayo de 2022
Texto: JAVIER GILABERT.
Fotos: JAVIER MARTÍN RUIZ.
Hoy tocan los Cero. Lo he visto en un cartel… y en la calle. Ya desde mediodía, los bares de Granada están atestados de personas ataviadas con la camiseta serigrafiada con los tres dígitos que identifican a la banda. Un par de horas antes de las diez, los locales de los alrededores del Palacio de Deportes hacen su particular agosto —casi literal, pues el día ha sido tórrido— y miles de ceroinómanos apuran sus cervezas. Si algo caracteriza a sus fans es la fidelidad, aunque también el respeto y el buen rollo; muchos, venidos de todos los rincones de la península, son ya grandes amigos gracias —y a través— de su fervor por la música de los granadinos.
Con casi media hora de cortesía que permite el reencuentro de los amigos, comienza la liturgia ante un aforo de casi seis mil fieles. Se apagan las luces y suenan las primeras notas de la música que Ennio Morricone imaginó para el duelo final de Hasta que llegó su hora. Los cinco miembros de la formación más estable del grupo, José Antonio García «Pitos», José Ignacio y Víctor «Chico» Lapido, Jacinto Ríos y Tacho González ocupan su lugar en el escenario. Y a modo de declaración de intenciones, arrancan con “Vengo a terminar lo que empecé”, el primer single del disco que supuso su vuelta tras veinte años de paréntesis, por un lado, y de la exitosa Maniobra de resurrección, después. No en vano, una de las cuestiones pendientes desde que viera la luz en 2019 era presentar en su ciudad las canciones de La otra vida.
“Zapatos de piel de caimán” y “El baile de la desesperación” fueron los dos «clásicos» elegidos para caldear inicialmente el ambiente. Tras ellos, las primeras palabras de José Antonio: «Después de resucitar comenzamos con nuestro tránsito por La otra vida». Y así precedían al segundo y al tercero de los cortes del nuevo disco, “Naves que arden” y “Condenado”, que habrían de sonar esa noche perfectamente intercaladas con casi dos docenas de sus grandes éxitos, himnos para varias generaciones de seguidores. De nuevo, unas breves palabras de José Antonio —estaría muy comedido durante la actuación, intercalando mensajes muy concretos con fragmentos introductorios casi poéticos— con las que manifestó lo especial que era el concierto para el grupo; habían dispuesto un setlist pensado especialmente para la gente que lleva cuatro décadas apoyándolos, y la siguiente canción, “De licor y tristeza”, es una buena muestra, pues hacía más de veinte años que no la tocaban en directo.
«Los hermanos Lapido han conseguido que sus guitarras suenen como si fueran una sola»
“Este es nuestro tiempo” fue la primera en la que sonó otro de los sellos distintivos de los Cero, su armónica, y “Huellas” dio paso a “Tormentas imaginarias”, “Leerme el pensamiento”, “Cartas en la manga” y “Por el camino que vamos”. A estas alturas del concierto la máquina estaba perfectamente engrasada y el público, que jaleaba cada tema, totalmente entregado a las guitarras de los hermanos Lapido, quienes con el paso del tiempo han conseguido que suenen como si fueran una sola.
Mediada la actuación, intervino José Ignacio para explicar que en realidad este concierto estaba previsto para cerrar la gira de presentación de La otra vida. También mencionó que, aunque no figuraba a priori en sus planes, se daba la circunstancia de que se cumplían cuarenta años desde que empezaran a ensayar en las míticas cuevas de la Carretera de Murcia, agradeciendo a muchos de los presentes su fidelidad durante todo este tiempo.
Era el momento para que la luna saliera tarde mostrando “Nada es real”, “Al final” y tiñendo “Un cielo de color vino”, obligándonos a perder la garganta al intentar emular al «Pitos» con dos de los temas que no pueden faltar en su repertorio y cuyos agudos le otorgaron la fama y el apodo: “La canción del espantapájaros” y “La Torre de la Vela”. Y aunque pensábamos que con ellas cerrarían la primera parte del show, aún nos regalaron dos clásicos más: “Sigue estando Dios de nuestro lado” y “La calle del viento”.
«Es de justicia poner de manifiesto que lo dieron absolutamente todo»
Tras la primera marcha a los camerinos, y una brevísima pausa, solo volvieron al escenario José Antonio y los hermanos Lapido, a izquierda y derecha con sendas guitarras acústicas, para interpretar “El fantasma de la soledad”, otra de las canciones que no sonaba en directo desde hacía más de un cuarto de siglo y que dedicaron a los presentes, pero también —y especialmente— a los ausentes, como Javier García Lapido, Paco Ramírez y Alfonso «Fonfi» Conejo. De nuevo una pausa y nada menos que cinco salvas más para los bises: “Como acaban los sueños”, en la que Víctor se marcó un solo antológico, “Esta noche”, “Qué fue del siglo XX”, “Otros como yo” y, lógicamente, “La vida, qué mala es”. Es de justicia poner de manifiesto que lo dieron absolutamente todo.
Los años no pasan en balde. Al contrario: en su caso lo hacen para engrandecer la leyenda; pasando primero por la muerte, por la resurrección luego y, finalmente, alcanzando la vida eterna. Como gritan sus fieles seguidores entre canción y canción: «¡Mucho Cero!».