Jorge Martí: «Mis únicas premisas eran la verdad y no escribir desde el rencor»

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«He afrontado el escribir de cosas que me provocaban pudor, incomodidad o incluso rechazo, porque quería entenderme y superar ciertos traumas»

 

Hace cuatro años un documental nos acercaba a la cara más desconocida de Jorge Martí. Un descubrimiento personal que se completa ahora a través de su recién publicada autobiografía, con la que seguir conociéndole a fondo. El alma y la voz de La Habitación Roja, desde su rincón de Noruega, se sincera en esta charla con César Campoy sobre su nueva necesidad de escribir páginas, al tiempo que sigue dejando su huella en canciones.

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.
Fotos:
JORDI SANTOS/INGRID ØVERÅS

 

El estreno del documental In the middle of Norway (Mia P. Salazar, 2018) descubrió a muchos un Jorge Martí desconocido: aquel que, en una bucólica y pequeña localidad de Noruega, pasó las noches en vela trabajando en una residencia para enfermos, muchos de ellos, terminales; aquel que, en un contexto social en que apenas nadie sabía de sus aventuras sonoras, trataba de esquivar las bofetadas y codazos que te suele propinar el destino, mientras se sobreponía a sus propias inseguridades y achaques pero, sobre todo, al atronador Síndrome de Fatiga Crónica que acucia a Ingrid, su mujer. Aquel Jorge, poco parecía tener que ver con el que, desde hace más de 25 años, la mayoría de los mortales se ha acostumbrado a dibujar sobre brillantes y despampanantes escenarios, acompañado de Pau, Jose y el resto de músicos que han militado en La Habitación Roja.

Ahora, protagonizando, tanto un esfuerzo supremo de memoria, como un brutal acto de sinceridad, el cantante y compositor de L’Eliana da una nueva vuelta de tuerca a ese ejercicio de desnudez habitual en los creadores, para construir, en casi quinientas páginas, una autobiografía descarnada, repleta, como todas, de vivencias superficiales pero, sobre todo, de sentidas confesiones a modo de exorcismo sanador. Su título, como el de uno de los temas más profundos de los valencianos: Canción de amor definitiva (Plaza & Janés).

 

Hablas, en esa declaración de intenciones inicial, de la Autobiografía de Morrissey, y de ese rencor del que pretendes huir en Canción de amor definitiva. Al final, has cincelado un texto que tiene poco que ver con la clásica biografía del rockero de turno. ¿Dudaste mucho a la hora de establecer la filosofía de este libro?
Supongo que porque no soy lo que se dice un rockero. Ni lo soy, ni nunca lo he pretendido ser. Hay quien me ha llegado a decir que es una “antibiografía”. No sé si eso será bueno o malo. He dudado, claro que sí. Aunque, tal vez, más que dudar he sentido vértigo al desprenderme del manuscrito y mandarle el texto definitivo a mi editora. Esa sensación de desprenderte de tu vida, y que esta deje de ser tuya, me creaba muchas dudas y contradicciones. Por una lado quería escribir y hacerlo bien pero, por otro, pensaba que quién era yo para escribir un libro, que a quién podría interesarle. Esas contradicciones me creaban un conflicto, pero supongo que también ese conflicto me ha hecho no escribir desde la autocomplacencia. Más que juzgarme o juzgar a los demás, he querido contar cómo me he sentido a lo largo de los años, en ese viaje de vida en el que mi historia se ha desarrollado en paralelo a la de mis canciones. El escritor Rafa Lahuerta me recordó una frase de Nietzsche: «Todo lo que tiene alma enferma de contradicción». Creo que la historia de mi vida tiene alma y, por tanto, contradicciones. Cuando uno se pone a escribir a tumba abierta se da cuenta del poder de la palabra. Mis únicas premisas eran la verdad y no escribir desde el rencor. Cito a James Salter al principio del libro: «Todo lo que no está escrito desaparece». Yo quería fijar todo lo vivido para que no desaparezca, aunque un día sí lo hagan mi memoria o yo mismo. Contar lo bueno y lo malo, que de todo ha habido, porque todo ello me ha hecho ser quien soy y me ha traído hasta aquí.

 

¿Has tirado, voluntariamente, de memoria selectiva? ¿Hay hechos o personas que, tal vez deberían aparecer en este libro, pero que, por algún motivo, no lo hacen?
No creo haber hecho un ejercicio de memoria selectiva. Tenía novecientas páginas, y eso era algo excesivo para un libro como este y para alguien que prácticamente debutaba en estas lides. Al final, contar una historia es un ejercicio narrativo, por lo que he buscado que el texto fluya y tenga coherencia y ritmo. Este libro no es una sucesión de anécdotas más o menos musicales y ya está. Tampoco quería que fuera unas sucesión de nombres que han sido importantes en mi vida. No es un álbum familiar, ni una lista de agradecimientos. Me sabe mal que haya personas importantes en mi vida que no salgan, pero lo importante es que el conjunto fluya y creo que lo hace. De hecho, la historia funciona casi como si fuera una novela, sin serlo, porque todo lo que cuento es real y ha pasado. Es, desde luego, mi versión de los hechos; pero sí, claro, me he dejado fuera más cosas de las que he puesto y me jode. Pero es como con los discos: a veces te dejas fuera canciones por razones de espacio, de estilo, de coherencia, de oportunidad. Todos los que están son, pero no son todos los que están, y a veces es así por puro azar. Creo que podría haber escrito un libro por cada una de las etapas de mi vida.

 

«He hecho un exhaustivo trabajo de campo porque quería ser justo, sobre todo con los demás»

 

Hay datos realmente minuciosos en acontecimientos que viviste hace varias décadas. ¿Cómo has sido capaz de rememorar tantos hechos y ordenarlos de manera tan lúcida?
Pues haciendo memoria, pensando mucho, rememorando junto a amigos y conocidos tiempos pasados y, sobre todo, hablando mucho con Ingrid, mi esposa. Creo que tengo buena memoria, o al menos la he tenido hasta el momento. También en la duda he preguntado a la gente que vivió muchos momentos de mi vida a mi lado. He hecho un exhaustivo trabajo de campo, porque quería ser justo, sobre todo con los demás. He contrastado versiones y opiniones y, por supuesto, he tratado de ser coherente y lo más imparcial posible, aun sabiendo que mi versión de la historia es una versión subjetiva, porque es la mía. Por muy objetivo que uno intente ser, es mi libro y es mi versión de la historia. Yo lo veo como un viaje que va desde la inocencia hasta el desengaño, la decepción y el desencanto, y que desemboca en una catarsis que me lleva a una cierta redención, a la aceptación y a la sensación de que todo ha valido la pena y forma parte de la aventura de vivir, amar y desarrollar una profesión como la de músico.

 

Desde hace más de veinticinco años te desnudas en las letras de tus canciones. Con el paso del tiempo, comenzaste a hacerlo en entrevistas. Hace menos, a través de vehículos como el documental In the middle of Norway (Mia P. Salazar, 2018) y, ahora, con esta biografía de más de cuatrocientas páginas. ¿Qué hay de terapéutico y qué de exhibicionismo en ese acto de apertura tan brutal?
No me gusta el exhibicionismo, pero sí ser honesto y consecuente. Creo que ser honesto no es ser exhibicionista. ¿Es Nick Cave exhibicionista por tratar la muerte de su hijo o Bowie la suya propia? Cuando alguien que admiro se abre en canal y me cuenta su vida siento que, de alguna manera, habla también de la mía y me hace aceptarme y perdonarme. Es como cuando un amigo te dice: «Tío, no te agobies, a mí también me pasó algo parecido». Es una forma de sentirte comprendido y reconfortado. Le he dado muchas vueltas a lo que podría significar mostrarme de manera tan descarnada, pero si escribes pensando en el qué dirán estás perdido y más en una autobiografía. Decía la escritora Isabel Bono, a propósito de Bukowski, que el legado de este era la libertad con la que escribía y que si alguien a la hora de sentarse a escribir, no escribe con total y absoluta libertad, si piensa en qué dirán su padres, novias, vecinos, amigos, mejor que no escriba ni media palabra. He intentado aplicarme estos principios en la medida de mis posibilidades y he afrontado el escribir de cosas que me provocaban pudor, incomodidad o incluso rechazo, porque quería entenderme y superar ciertos traumas. En ese aspecto sí que creo que la escritura es terapéutica, porque es como un espejo en el que mirarse. Escribir despierta la empatía, te hace entenderte a ti mismo, pero también a los demás. Mi compromiso con la creación artística es que esta sea una extensión de mis valores personales. Aspiro a ser mejor persona y, para mí, el camino para ello es tratar de aceptar cómo soy y cómo siento y, en la medida de lo posible, entenderme. Al final, lo que a mí me gustaría es que la gente al leer mi historia rememore la suya, que al contar mi vida pasen por delante de los ojos de los lectores sus propias experiencias. Eso sería para mí lo más importante y lo que yo he sentido al leer a otros autores.

 

Hablemos de esa necesidad de abrirse, de desnudarse, tan abrupta, por parte de un creador o un artista. ¿Por qué se produce? ¿Cómo llega uno a la conclusión de que quiere liberar todos esos recuerdos, intimidades, sentimientos… hacia los demás, y de esa forma tan salvaje?
Es que me parece que abrirse, desnudarse y mostrarse es algo intrínseco al arte o, al menos, a mi forma de entender el arte. La mayoría de artistas que me han interesado a lo largo de mi vida lo han hecho porque mostraban su vulnerabilidad. Me parece algo muy potente y que despierta la empatía. Conocer cómo se sienten otros es una manera de reflexionar sobre uno mismo y te hacer sentirte comprendido y escuchado. Se podrá hacer de otras maneras, pero esta es mi forma de abordar la creación. No creo que lo haya hecho de una manera tan salvaje. He intentado hacer las cosas con naturalidad y sin medias tintas, y la verdad es que hay cosas brutales que no he contado porque no me atañen a mí solo. Yo trato de que todo lo que hago sea hecho de la manera más pura y sincera posible.

 

La primera vez que os entrevisté fue a finales de 1995. Ese día, con apenas unos meses de funcionamiento de La Habitación Roja y con Pau, si no me equivoco, recién incorporado a la formación, me comentaste que tenías, ya, unas veinticinco canciones compuestas, que llevabas una temporada inspiradísimo y que querías aprovechar el tiempo por si aquella fuente acababa secándose. ¿Cómo recuerdas aquellos primeros años como compositor? ¿Cómo eran aquellas rutinas, teniendo en cuenta que coinciden con un tiempo en el que apenas paras en Valencia por motivos de estudios?
Pues de una incontinencia creativa máxima y de gran ilusión e inocencia. Seguir adelante para mí es luchar contra la costumbre, contra el desgaste. Yo sigo teniendo una ilusión tremenda cuando me pongo a componer. No sé de dónde salen las canciones, pero sí sé que vienen de un lugar en el que la ilusión sigue intacta. Eso lo siento y lo vivo cada vez que alumbro una melodía o una letra. La vida es fuente de inspiración continua y mientras haya vida creo que habrá canciones. Es algo que forma parte de mí y no entiendo mi vida sin ese propósito. Es algo que me mueve, le da sentido a mi vida y me ayuda a seguir adelante. Para componer solo necesito estar solo y tener tiempo, y eso en Noruega ha sido así en muchos momentos sin ni siquiera buscarlo. En esa soledad he buscado siempre refugio en la música y en la composición de canciones y, también ahora, en la escritura de este libro. Mis rutinas a la hora de escribir canciones siguen siendo las mismas, pero obviamente ser padre, marido y adulto hace que tengas menos tiempo para la contemplación; pero si ese tiempo aparece, las canciones también lo hacen.

 

«Lo que me gustaría es que la gente al leer mi historia rememore la suya»

 

Evidentemente, aquel constante estado de inspiración original no cesó, salvo en contados periodos de tiempo. ¿Cómo han ido evolucionando esos procesos creativos? ¿Se han venido manteniendo algunos vicios o costumbres? ¿Has llegado a tener alguna época de sequía preocupante?
A nivel práctico, la diferencia es que hoy en día me sirvo de la tecnología y puedo hacerme demos caseras con el Garage Band, y tener bocetos de las canciones un poco más sofisticados que antaño, aunque tampoco demasiado. Eso me permite compartir lo que tengo en la cabeza de una manera más clara con mis compañeros. No sé si tengo vicios, pero lo que siempre intento es que no me desgaste la costumbre. Me dejo llevar por las melodías, por mis estados de melancolía y añoranza, por la euforia de una buena idea, por la alegría de una buena noticia, por la desazón que me crea la tristeza. Todo ello va forjando un poso que luego erupciona como un volcán en forma de canciones. Ha habido épocas de sequía, sí, sobre todo en los periodos en los que trabajaba de noches de enfermero y me sentía física y mentalmente agotado. Cuando estoy así, nada fluye y no puedo componer. También me sentí bloqueado durante la primera ola de la pandemia. Estaba noqueado y no me salía nada. Al final salí del bloqueo con algunas de las mejores canciones de mi vida.

 

¿En qué momento o momentos de la trayectoria de La habitación Roja consideras que ha existido una comunión, si no perfecta, casi perfecta, entre el grupo, el público y la crítica? Me refiero a esa sensación en la cual consideras que estos han entendido a la perfección aquello que queríais transmitir.
La música es algo muy subjetivo y, a veces, algo nos gusta porque conecta con nuestro momento vital, así que muchas veces no es solo lo que escuchamos sino también las circunstancias en las que lo escuchamos. Supongo que al principio la gente era más benévola con el grupo y que luego la cosa ha tenido sus altibajos. Yo creo que siempre hemos intentado dar lo mejor que teníamos, aunque puede que a veces nos hayan faltado los medios para rematar el producto final de una manera más rotunda, pero bueno, me quedo con que hemos ido siempre a mejor. Nunca hemos sonado como ahora y canciones como “1986” o “El día internacional de los amantes” están en mi top 10 del grupo de todos los tiempos. Aspiramos a que el presente sea siempre nuestro mejor momento. Eso es todo. Me gusta la madurez que vivimos ahora mismo, pero no podemos controlar cómo nos ven los demás. Eso sí, lo que hacemos lo hacemos siempre porque lo sentimos así.

 

Está claro que aquel Erasmus en Molde cambió por completo tu vida, ya que allí conociste a la mujer de tu vida y allí has acabado encontrando tu hogar. No obstante, tal vez aquel entorno climático y tan alejado del concepto luminoso de la mediterraneidad, no fuera el ideal para una persona tan, como te defines en el libro, insegura y tendente a coquetear con la depresión como tú. ¿Alguna vez has pensado por dónde hubieran discurrido, tanto tu existir como tu música, si tu vida personal y profesional se hubieran desarrollado en Valencia?
Me siento bastante desarraigado, o tal vez partido en dos. Cuando estoy en Noruega echo de menos España y viceversa. Supongo que el tener una cierta tendencia a la melancolía se ha acentuado por el entorno en el que vivo en Noruega, pero la verdad es que ya era así desde bien pequeñito. En el libro se habla de una vida dual, pero creo que también podemos tener personalidades duales. A veces soy una persona superdeterminada y segura de sí misma y, otras veces, me pasa al contrario. Yo creo que más que el entorno, lo que ha determinado mi vida es la enfermedad de mi mujer. Si hubiera vivido en Valencia igual algunas cosas hubieran sido distintas, pero creo que la esencia sería la misma. Es difícil de saber. Me gustan las aventuras, viajar, conocer otras culturas. Todo eso se fue al traste cuando Ingrid enfermó, y la verdad, lo llevo como puedo, pero no siempre bien. Supongo que hago canciones y escribo para defenderme. Es curioso pero, si ella estuviera bien, este libro tal vez no existiría y esta entrevista no hubiera tenido lugar. A veces lo malo nos lleva a lo inesperado e incluso de lo malo sale alguna experiencia positiva: canciones bonitas, un documental inspirador, un libro catártico.

 

«La Habitación Roja ha sido un grupo al que siempre le han surgido retos por delante y, aunque no ha sido fácil, hemos logrado mantenernos»

 

Leyéndote da la sensación de que, pese a que has vivido momentos de dicha indudables, nunca te has movido, durante un tiempo continuado, en una etapa medianamente duradera de felicidad y realización plenas. ¿Es así?
Siempre me he sentido realizado. En ese aspecto me siento un privilegiado. Estoy enamorado y me dedico a lo que me apasiona. Respecto a lo de la felicidad, creo que la felicidad son momentos. A veces dura días; a veces, meses; si eres muy afortunado, años, pero siempre se va alternando con momentos más complicados. Nos pasa a todos y, tarde o temprano, tenemos que afrontar pérdidas de personas queridas, enfermedades o contratiempos. Todos pasaremos a lo largo de la vida por ese vaivén emocional constante. Hay gente que lo lleva mejor y otra que lo lleva peor. Yo he aprendido, con los años, que la sensibilidad que pueda atesorar me viene bien para crear, pero mal para otras cosas. Es parte de mí el tener altibajos, así que, cuando vienen mal dadas, me ato al mástil y espero a que pase la tormenta. Yo creo que el libro muestra esos vaivenes, pero hay algunas elipsis y puede dar la sensación de una falta de estabilidad. Llevo veintiséis años con mi mujer y las hemos visto de todos los colores y, aun así, para mí el balance es positivo. Lo mismo con el grupo, o como padre. No sería honesto solo contar lo bueno y maravilloso que ha sido todo, como tampoco haría honor a la verdad el contar solo las desdichas. Nos ha marcado la enfermedad que sufre Ingrid: el Síndrome de Fatiga Crónica. Pero quitando eso, ha habido de todo y todo es parte de ese largo camino que yo he venido a llamar “Canción de amor definitiva”.

 

Hay personas que, por circunstancias de la vida, deciden un día que no desean ser felices; que, incluso, les da miedo ser felices. ¿En algún momento de tu existencia has llegado a entenderlas y empatizar con ellas?
Joder, yo creo que todo el mundo desea ser feliz. Si alguien no quiere serlo es porque, tal vez, tenga un problema de salud mental. No lo sé, no quiero juzgar lo que desconozco, pero desde luego ese no es mi caso. Juzgar el dolor o la capacidad de ser felices de los demás se me antoja algo realmente complicado y no quisiera, ni por asomo, ser tan osado de hacer tal juicio de valor. Se tiende a juzgar a los demás demasiado, sin conocer las circunstancias personales de la gente a la que sometemos a juicio. Uno no puede meterse en la cabeza de otro y saber sus circunstancias más íntimas. Yo tengo compañeros que lo tienen todo para ser felices y, sin embargo, tienen depresiones recurrentes y momentos de muchísima ansiedad y angustia. Te aseguro que son gente vital y encantadora cuando se encuentran bien y lo que menos quieren es encontrarse mal.

 

¿Se te ha pasado por la cabeza que, algún día, La Habitación Roja ha de dejar de existir para que, definitivamente, puedas centrarte en una de esas dos vidas, esas dos caras entre las que, desde hace mucho tiempo, te mueves?
Actualmente estoy totalmente centrado en la música y en la promoción del libro. Tras los cuatro años en los que trabajé, con cierta regularidad, de enfermero no lo he vuelto a hacer. Lo hice porque necesitaba sufragar el tratamiento de Ingrid, mi mujer. Hice lo que tenía que hacer. Creo que es lo que hubiera hecho cualquiera que no sea un desalmado. Cuando me puse enfermo en 2018 traté de bajar el ritmo de vida que llevaba, aunque Ingrid me dice todo el tiempo que no lo he conseguido hacer. Me temo que dejar la música es un pensamiento recurrente de muchos músicos cuando vienen mal dadas, pero La Habitación Roja ha sido un grupo al que siempre le han surgido retos por delante y, aunque no ha sido fácil, hemos logrado mantenernos y tener una trayectoria ascendente. Todo está destinado a dejar de existir, así que por mi parte lo que me gustaría es dejar un bonito legado y vivir en el corazón de la gente que me ha querido y estimado.

 

«Acabamos de sacar dos buenos discos y estamos sonando y tocando mejor que nunca»

 

Entonces, ¿ese momento está, todavía, muy lejano?
Pues, ciertamente, no lo sé. Podría no estar aquí ahora mismo… Uno nunca sabe lo que el futuro le puede deparar. Un tópico absolutamente cierto. Acabamos de sacar dos buenos discos y estamos sonando y tocando mejor que nunca. Hace unos meses hicimos el concierto de sala más multitudinario y robusto de nuestra larga trayectoria. No sé qué pasará mañana. Igual vuelvo a tener otro tromboembolismo pulmonar, y a la tercera va la vencida, o igual el público nos da la espalda y el proyecto se hace inviable; pero aunque es mi trabajo, yo no me dedico a la música por dinero, aunque viva de ella. Vivo para la música porque así me late y eso es lo que quiero seguir haciendo. Ahora mismo quiero defender en directo los dos discos que acabamos de sacar y estoy componiendo una suerte de banda sonora del libro como Jorge Martí. Quiero hacer una canción por capítulo y que la letra de cada canción haga referencia al texto de su capítulo correspondiente.

 

¿En algún momento de tu vida estuviste a punto de optar, tan solo, por una de esas dos caras de Jorge Martí, de esos dos mundos? ¿En algún momento pensaste en renunciar, definitivamente, a tu carrera como artista, y centrarte únicamente en tu familia o al contrario?
Sí. En algún momento puntual he tenido la tentación de tirar la toalla con la música porque, ciertamente, las circunstancias personales y familiares no han sido sencillas; pero al final siempre me he levantado ante las adversidades y hemos ido sacando el grupo adelante. Lo que sí he pensado es que si me iba mal y la gente nos daba la espalda o el grupo me la daba a mí, hubiera sido más fácil tomar esa decisión. Pero nos ha ido bastante bien dentro de lo complicado que es dedicarse a la música. Lo contrario, dejar a mi mujer o a mi familia, nunca se me ha pasado por la cabeza. Yo no dejo tirada a la gente, y ese es uno de mis principios más sólidos. Dicho esto, estoy con mi mujer porque la quiero, no por pena. Estoy enamorado de ella. “I’m always in love”, que cantan Wilco. Es una sensación increíble que no me ha abandonado ni en los peores momentos. Me siento muy afortunado de sentirme así. Me da mucha fuerza para seguir adelante con todo. Tal vez ella sí que podría haberme dejado en algún momento, pero no lo hizo porque me quería por encima de cualquier adversidad. Hemos pasado crisis como pareja, pero siempre ha prevalecido el amor que nos profesamos por encima de las dificultades y desencuentros que hemos tenido a lo largo de los años. Es más lo que nos une que lo que nos separa.

 

Viajemos en el tiempo. Imagínate al Jorge actual visitando a aquel, de principios de 1995, componiendo aquella primera “Hello future”. ¿Qué le dirías?
¡Vas a flipar, chaval!

 

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