Fontaines D.C., demasiado real

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CRÓNICA DE DIRECTO

«Rezuman olor a calle. A barrio. A clase obrera. A pinta de Guiness y adoquines mojados. A buenas lecturas y a buenas películas»

 

Venían a presentar su nuevo disco, A hero’s death (2020), una cita que se ha visto retrasada en varias ocasiones por la pandemia pero que, ayer por la noche, por fin se hizo realidad. La banda irlandesa de post punk supo atender las necesidades del público, en un paseo por sus temas más aplaudidos, las novedades y nervios de pogo. Allí estuvo Carlos Pérez de Ziriza.

 

Fontaines D.C.
La Riviera, Madrid
20 de marzo de 2022

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA
Fotos: TOMÁS MARTÍNEZ

 

Había ganas. Tras dos aplazamientos consecutivos, muchas. Y ya no eran dos, sino tres los álbumes que Fontaines D.C. traían bajo el brazo. Cada cual distinto al anterior, sin desmentir su identidad. Hacía más de veinte años que un servidor no pisaba La Riviera (diciembre de 2001, para ver a Basement Jaxx: parece otra vida), y pese a las evidentes mejoras, sigue sin ser la sala más presta al encaje de bolillos. Se apreció nada más sonar “Jackie down the line”, posiblemente lo más lírico y delicado que han hecho nunca los dublineses, extracto de su inminente Skinty fia (2022). Ellos han ganado en versatilidad, pero tampoco han perdido pegada. Y quedó claro que este no iba a ser un bolo de presentación de sus nuevas canciones.

Grian Chatten y los suyos manejan ese concepto tan manoseado y, si se quiere, ya incluso absurdo, en el mundo del rock: la autenticidad. ¿Son más auténticos Idles que Pet Shop Boys, por poner un ejemplo? ¿Springsteen que Rosalía? Seguramente, no. No tiene por qué. Pero ellos rezuman olor a calle. A barrio. A clase obrera. A pinta de Guiness y adoquines mojados. A buenas lecturas y a buenas películas. Mascullando las palabras con ese acentazo irlandés que tan rotundamente comprensible nos resulta a los castellanoparlantes, que tanta empatía genera en quienes hablan igual que escriben.

 

«Le pusieron coraje, derrocharon sudor, dosificaron estupendamente sus mejores argumentos y enardecieron a la parroquia»

 

Son inconformistas. Se retan a sí mismos. Pero no tienen pinta de que vayan a convertirse en una stadium band. Ni falta que les hace. No son los Editors, por trazar un paralelismo de barra que anoche comentábamos entre amigos. No serán una de esas bandas que tapará clamorosas carencias con directos pirotécnicos. Su atrezzo no va más allá de unos cuantos globos transparentes que soltaron cuando “Too real” tronaba, mientras la marabunta le daba al pogo. Son una banda de sala techada, sin duda. Y cuanto menos grande, mejor.

Le pusieron coraje, derrocharon sudor, dosificaron estupendamente sus mejores argumentos y enardecieron a la parroquia, al menos a quienes se agolparon en las primeras filas de una Riviera que había agotado sus 2.500 localidades hace unos días. Poco más se le puede pedir a una banda que hace cinco años apenas ni existía. Sus paisanos y compañeros de sello, Just Mustard, que les hicieron de teloneros, me recordaron tan milimétricamente a cosas que ya ocurrían en la primera mitad de los noventa (sobre todo, y muchísimo, a Curve: ¿alguien les recuerda?) que no sé si para alguien nacido antes de 1980 debieron sonar estimulantes más allá de su tercera canción. Las buenas maneras, eso sí, no se les discuten.

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