DISCOS
«Una obra que rezuma cercanía, pausa y mirada alrededor, en busca de esa profundidad sentimental de saborear con calma las pequeñas cosas»
Vetusta Morla
Cable a tierra
PEQUEÑO SALTO MORTAL / SONY, 2021
Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.
Mismo sitio, distinto lugar (2017) y casi un lustro hemos tenido que esperar para degustar una nueva obra de Vetusta Morla. Es cierto que se atrevieron a subir nota y mudaron la piel de aquellas canciones en MSDL- Canciones dentro de canciones (2020), revisitando y desnudando cada pista.
Ahora, tras esa ansia vital de «naturalización» que casi todos hemos vivido durante el duro periodo de confinamiento, nos hemos dado cuenta de lo importante que son los espacios verdes, las costas y los campos para desconectar, no solo del estrés e incertidumbre de la claustrofóbica pandemia que sufríamos, sino también para escapar de ese abrazo del oso industrial y morfínico en el que nos tenían (y tienen) atrapados las grandes urbes. Hacia esa tierra que marcaba la brisa, la llamada de la naturaleza y los instintos que nunca mienten, Vetusta Morla parece haber encaminado sus siguientes pasos. Del emotivo homenaje a todos los sanitarios en pleno ojo del huracán con “Los abrazos compartidos”, a esa nana posapocalíptica de “Reina de las trincheras” que también pedía piel con piel, acunándonos en la pieza central de la banda sonora de La Hija: «Sal en los campos, sangre en el barro. / Bestias con ojos de hombre asustado. / No puede herirte, no te hará daño, / siempre que guardes la lumbre a tu lado. / Reina de las trincheras / ¿Qué sabe nadie? / ¿Qué sabe el viento helado de cómo acunarte? / Solo habrá invierno largo / si ya no puedo abrazarte».
Esos aromas de sal de campo, hierbas y especias, más la sangre que palpita en el barro tras la tormenta, nos lleva a este flamante y sobresaliente Cable a tierra (2021). Ese cable que se conecta «a tierra» para descargar tensiones en caso de sobrecargas, esa persona con quien conversamos, compartimos y descargamos nuestras tensiones. Con esos versos muy presentes de la canción de Fito Páez con la que, mágicamente, comparte título el álbum: «Si tu corazón ya no da más, / si ya no existe conexión con los demás, / si estás igual que un barco en altamar, / tira tu cable a tierra».
Tiramos el cable a tierra y comenzamos asentando y sembrando las semillas sonoras del álbum con el choque frontal, a toda velocidad, de pasado y futuro en “Puñalada trapera”. Una especie de fandango con nervio electrónico, donde la convivencia de lo nuevo y lo viejo zigzaguea en una historia que se repite: «Somos carne de reemplazo, / imborrable es nuestro canto». Folclore y techno futurista conviven a base de un caos armónico perfecto, al son de guitarras, arpas y panderos cuadrados bajo una fina lluvia de sintetizadores y manipulación sonora, vocoders incluidos.
El vídeo de “Puñalada trapera” es el segundo de los tres que componen una trilogía audiovisual iniciada por “La Virgen de La Humanidad”, el tema vecino de surcos en el disco, con un inicio épico y enérgico de arreglos de cuerdas (poderío coplero de Cocha Piquer en vena) y con el “Nos siguen pegando abajo” de Charly García como inspiración. Prosigue la confluencia folk y raíz que, sin ser ajena en la discografía de la banda (ya latió en temas como “Maldita dulzura”, “Alto” o “23 de abril”), ahora conforma el epicentro y corazón de una obra que rezuma cercanía, pausa y mirada alrededor, en busca de esa profundidad sentimental de saborear con calma las pequeñas cosas. Reunión, verbena, ritual y celebración tocando y oliendo la tierra mojada por el rocío. Pasando de los abrazos entrelazados y las reyertas entre diferentes generaciones (“Puñalada trapera”), a los ritmos populares de este lado y del otro del Atlántico, en esos recuerdos de celebraciones familiares rescatadas con “La Virgen de La Humanidad”.
Llegamos a la cruda “No seré yo”, con Pucho cantando a tumba abierta y cabalgada sónica de Radiohead incluida, en una letra donde reflota esa triste cultura del señalamiento, que hiere profundamente cuando descerebrados sin escrúpulos culpabilizan a las propias víctimas, con la violencia de género como lacra terrorífica muy latente en la sátira de “La diana”, acompañada de algunos de los riffs más afilados del disco.
«Cambié todos los soles del imperio del Sol, / por ver cada mañana amanecer, / salvé todas las sombras del invierno / por volverte a ver». Una vez más, con Thom Yorke y los suyos luchando contra molinos sonoros, otra letra que trepa en este “El imperio del sol” como luminosas enredaderas de neón en la noche oscura, cargada de esa ambigüedad y simbolismo que empapa todo el cancionero de la banda y requiere del oyente para cobrar significado.
“Corazón de lava” cierra la trilogía audiovisual, partiendo con un piano clásico y un crescendo melodramático y épico que hace que la pieza prenda en llamas rápidamente, con una intensidad siempre presente que termina, tras cruzar atmósferas sintetizadas, de romper en una orgía rítmica final que se antoja catártica en directo.
En “Palabra es lo único que tengo” nos reencontramos con los Vetusta más incendiarios y acelerados, y con “Si te quiebras” alcanzan esa belleza a fuego lento de clásicos como “Al respirar” o “Maldita dulzura”, menos intensa quizás, pero con una orfebrería atmosférica sonora envolvente que termina, como anunciaron, por quebrarnos por dentro.
Recta final y levitamos con el primer adelanto, “Finisterre”, una explosión de luz donde resplandece a los cuatro vientos la esencia sonora de este brillante Cable a tierra, invitándonos a fundir voces en su estribillo, además de mecernos en esas magnéticas melodías de guitarras, con ecos del “Me voy” de Julieta Venegas.
El telón cae “Al final de la escapada”, con cierto regusto a la dylaniana “Forever young” en esos buenos deseos que calan hondo y serán el cierre perfecto de una nueva, seguro, triunfal gira, con ese concierto especial en el Wanda Metropolitano (24 de junio) como cima, donde se espera récord de asistentes.
Mientras esperamos poder disfrutar en directo de estos intensos 35 minutos que nos llegan en la cuenta atrás de este año que termina, le haremos caso a Fito Páez y no dificultaremos la llegada del amor, dejaremos caer de nuevo la aguja en los surcos de este Cable a tierra de Vetusta Morla y escucharemos latir y abrazarse el legado pasado, presente y futuro: «No creas que perdió sentido todo, / no dificultes la llegada del amor; / no hables de más, escucha al corazón, / ese es el cable a tierra». (Fito Páez, “Cable a tierra”).
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Anterior crítica de discos: Y volvimos a abrazarnos, de Pablo Guerrero.