Diego Amador
Río de los canasteros
NUEVOS MEDIOS
El benjamín de los Amador, que dice haberse “quitao la espinita del piano” tras su demoledor Piano jondo (2003), regresa cinco años después con un nuevo trabajo en el que vuelve a brillar como cantaor y, por supuesto, como compositor (ha participado en todos los temas menos en “Suena mi guitarra”, que dedica a Manzanita) y multiinstrumentista (toca piano, guitarra, bajo, mandola y teclados). Aun así y todo, por su puerta también han entrado colaboradores de lujo, como Carles Benavent y Tino DiGeraldo (genial aquí con la tabla hindú), que participan de esos fenomenales fandangos llamados “Calle las flores”. También la guitarra de Tomatito –de cuya banda forma parte él mismo como bajista eléctrico–, con el que dialoga de tú a tú con la voz y el piano en las bulerías que dan título al disco. Hay un único tema instrumental, el largo y portentoso “Al latin”, bien flamenco, que sin embargo porta en su melodía esa enseña transatlántica que tantas veces hemos visto hacer sonar a Michel Camilo o Bebo Valdés (confluyen aquí las guitarras de Raimundo Amador y Luis Salinas, las percusiones de Piraña).
En definitiva, una grabación de sobresaliente que glorifica aún más –¡si cabe!– el larguísimo legado de Nuevos Medios como factoría flamenca indispensable también para el 2000 y compañía. Si hay un artista capaz de resolver la ecuación entre tradición e innovación, éste es Diego Amador.
GERNOT DUDDA.
Depedro
Depedro
PIAS
Más de uno se sorprenderá al escuchar este disco. Jairo Zavala, cantante de Vacazul, banda rockera, cambia aquí de traje y escoge uno bien colorido. No porque la temática de las canciones sea alegre, ya que su voz ronca y entrañable desgrana historias y metáforas sobre almas y amores frágiles, diferencias sociales, llanto y sufrimiento, sino por lo luminosa, que no jaranera, que resulta la producción con sobrios contrabajos, metales, banjos, guitarras acústicas y slides. Con luz tenue en ocasiones, pero el sol brilla en este álbum de desarrollo sinuoso grabado en Tucson junto a Joey Burns y John Convertido, de Calexico, y con Amparo Sánchez en la lista de colaboradores. Y el resultado final es digno y reconocible fruto de sus elaboradores, pues aúna espíritu mestizo y trasatlántico desprovisto de “buenrollismo”, respeto al folclor, toques fronterizos, aire cálido del desierto y abrazos a las raíces latinoamericana y estadounidense, versiones de la tradicional “Llorona” y del “Comanche” de Jorge Ben. Lo dicho, una sorpresa y una alegría.
IGOR CUBILLO.
Lidia Damunt
En la isla de las bufandas
LUCINDA/ SUBTERFUGE
La primera impresión que tiene el feliz y aún inconsciente comprador del disco de Lidia Damunt cuando aprieta el play es la de un directo a la mandíbula. KO en los primeros segundos y en cada uno de los doce asaltos, aquí llamados canciones. Y es que este temporal escape de Hello Cuca viene a representar, desde otros parámetros, la misma fiera adaptación de recursos básicos para construir unas canciones que no son más que la encarnación de la furia.
Vital y esperanzado, con una constante tensión entre geografías de arraigo y geografías de deseo, extremadamente realista y extremadamente fantástico, En la isla de las bufandas se construye apuntalado en las mejores letras que se han hecho en este país desde… me sería difícil decirlo. Imágenes de cómic, sombras y luces, realismo sucio y “Alice in Wonderland”.
Y sobre ellas, el entramado sonoro no desmerece y se proyecta con ecos del blues más añejo y rural, de Hank Williams –que se recrea en una versión–, del primer rockabilly. A veces sorprende un aire más festivo, casi bailable –“Pagan por tocar”– a veces más intimista como en las canciones que conforman el final del disco, especialmente “Té de jazmín”. Pero sobre todo ello anida una infinita desolación, una rabia al cantar tan afilada y ciega como un cuchillo, una acústica y una armónica salvajes como en la que da título al disco, “Ocho caballitos de mar” o “Aloes de 50 metros”.
Lidia Damunt ha descarnado la vida y ha dejado su esqueleto. Abstenerse pusilánimes.
CÉSAR PRIETO.
The Garifuna Women’s Project
Umalali
CUMBANCHA/KARONTE
Realmente el disco póstumo de Andy Palacio. El trabajo que da verdadera fe de la fuerza y naturaleza de la cultura garífuna y en cuya preparación llevaban años trabajando él mismo e Iván Durán, su descubridor internacional. Son doce historias interpretadas por una selección de mujeres garífunas, descubiertas tras un azaroso trabajo de campo entre Belize y Honduras, que es adonde en el siglo XVII arribaron aquellos esclavos africanos supervivientes de varios naufragios. Justo en uno de los extremos del Golfo de México, a tiro de piedra del gigante yanqui, sus descendientes, los garífuna, tratan de sobrevivir como comunidad diferenciada del resto del Caribe continental. Seguramente muchos de los textos sean tristes y hablen de las penurias de su existencia cotidiana, pero desprenden una animosidad inaudita al escucharlos. Cuentan con una descomunal riqueza rítmica que permite pensar en nada descabelladas conexiones con la música de Cabo Verde o la de los peruanos afroamericanos. Iván Durán está especialmente orgulloso de haber podido grabar en una cabaña junto al mar, aunque con unos resultados que no desmerecen los de Nick Gold cuando marcha a Cuba o Malí. Pero a diferencia de las hazañas cubanas de World Circuit, aquí jamás hubo una infraestructura musical previa y sus protagonistas tuvieron que sacar a cubos el agua del pozo, lo que añade más mérito al asunto. Umalali es en definitiva una obra de un valor antropológico incuestionable que además transpira emociones musicales de gran espiritualidad, alma y belleza.
GERNOT DUDDA.
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REEDICIONES Y RECOPILATORIOS
Varios
Vampisoul goes to Africa. Afrobeat nirvana
VAMPISOUL
¡Prejuicios fuera! Es lo que me he dicho cinco minutos antes de empezar a escuchar este CD. Para alguien de declarados gustos anglófilos y occidentales en general es, en principio, difícil enfrentarse a un disco que recopila la gran variedad de sonidos musicales creados en Nigeria desde finales de los años cincuenta a los ochenta del siglo pasado. Pero señores hay que reconocer que en África saben qué es el soul, el funk, el jazz, el R&B… y ¡hasta la psicodelia! Eso sí, pasado por el tamiz de la música tradicional nigeriana, lo que ayuda a conjugar un sonido propio, con una fuerte carga tribal. Afrobeat nirvana aglutina once canciones de artistas como Fela Kuti, Bola Jonson, Opotopo, Victor Olaya & His All Stara, Orlando Julius, Godwin Omobuwa, Tony Allen with Africa 70 y Fred Fisher Atolobor, músicos que ya forman parte del catálogo de reediciones de Vampisoul o lo harán en los próximos meses. El que suscribe se queda con “Progress”, de Tony Allen with Africa 70, un tema absorbente, cálido y que va en crescendo a lo largo de siete minutos. A medio camino del jazz, el funk y el disco, es una composición imbatible en la pista de baile. Orlando Julius ofrece un soul de corte más clásico pero igualmente arrebatador en “Psychedelic afroshop” e incluso una versión de “My girl”. La psicodelia bailable llega de la mano Gowin Omobuwa, con “Oriri Jerode”, un tema con un órgano que puede recordar a las bandas sonoras de las películas eróticas centro europeas de los sesenta y setenta. Son sólo tres ejemplos, sólo un aperitivo de lo que ofrece este disco, en el que no hay temas de relleno y en el que vale la pena zambullirse (sin prejuicios) para dejarse sorprender.
ÀLEX ORÓ.
Lagartija Nick
Inercia (reedición especial)
RECORDINGS FROM THE OTHER SIDE
Con su lujosa reedición se celebra el decimoquinto aniversario del descatalogado e inencontrable Inercia. Es el segundo largo de los granadinos Lagartija Nick (a día de hoy adornan su discografía con nueve álbumes). No hay hipérbole si afirmo que es el mejor disco nacional de rock alternativo de los noventa. Con este deslumbrante bólido sonoro Lagartija Nick apuntaló sus señas de identidad. Eran y son una banda con base larvada en el poppunk visionario y futurista, una avanzadilla de choque armada de guitarras y collages de imágenes poéticas y posmodernas. Inercia fue su trampolín de notoriedad. El disco le hace la autopsia al futuro y ofrece una descripción sumaria del mundo que está por venir. En once canciones hipertrofiadas de electricidad y aceleración superlativa desfilan la revolución tecnológica, la mutación digital, los mass media, la globalización, las interacciones culturales, la sociedad de la comunicación, las autopistas de la información, la sobreabundancia de conocimiento, el hiperindividualismo, el escepticismo, la perplejidad. La reedición viene acompañada de un segundo disco que atesora las maquetas. Guarda un guiño para militantes. Eva Amaral pone su voz en la demo de Universal. Inercia es una montaña rusa sonora sin ningún remanso de paz. Su escucha te energiza. Te regala dopamina. Podría sustituir al prozac como antidepresivo.
JOSEMI VALLE.
The New Tweedy Bros!
The New Tweedy Boys!
AKARMA DE LUXE
The New Tweedy Brothers fue una de las decenas de bandas afincadas en San Francisco a finales de los sesenta que lograron grabar un disco pero que nunca alcanzaron la popularidad. Su único LP es para los “connoisseurs” de la psicodelia americana una gema indiscutible. Para los que escuchan con escepticismo este género se trata de una obra secundaria grabada por un puñado de hippies cargados de ácido. Ni una cosa ni la otra. El vinilo de The New Tweedy Brothers, que ha reeditado el sello italiano Akarma con su portada original hexagonal que reproduce un cubo bidimensional, contiene un puñado de buenas canciones que capturan el triposo espíritu de Haight-Ashbury y es por tanto un fiel testimonio musical de una época. La composición más destacada es sin duda “Someone’s pepping”, una tema con unas bonitas armonías vocales y unas claras reminiscencias de los Jefferson Airplane de Surrealistic Pillow. “I can’t see it” es un tema folk-rock con unos efectivos coros y una psicodélica transición final. La influencia de Grateful Dead está presente en “Wheel of fortune”, que contiene una jam de guitarra. Los coros también son protagonistas “I see your looking fine”, una canción que navega entre el pop y la lisergia. Aunque pueda parecer extraño, entre las influencias de The New Tweedy Brothers estaban los Rolling Stones más blueseros como se puede comprobar “What’s wong with that” pero este LP es recordado por “Her darkness in december”, el tema con una producción más compleja, más lisérgico y más reminiscencias orientales del disco.
Evidentemente no estamos ante una obra maestra de la psicodelia americana pero es un disco consistente y puede ser una escucha interesante para todos aquellos que quieran profundizar en el sonido del rock norteamericano de finales de los sesenta.
ÀLEX ORÓ.