FONDO DE CATÁLOGO
«Tuvieron muchas papeletas para convertirse en una de las bandas con más proyección de la música moderna de los sesenta»
En su peculiar rastreo en busca de joyas para Fondo de catálogo, César Campoy recupera esta semana el epé con el que debutaron Los Shakers madrileños, banda que se movió entre el garaje, el soul y el rhythm and blues, y que en su fugaz carrera sesentera dejaron un buen puñado de películas y tuvieron, entre sus filas, a dos de los futuros Brincos, Ricky Morales y Vicente Martínez.
Los Shakers
Yo grito tu nombre (1965)
RCA Victor
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Alabados por su pericia interpretativa, sus vistosos directos y su facilidad para huir de ritmos facilones y sumergirse en derroteros que bebían de fuentes como el garaje, el soul y el rhythm and blues, Los Shakers madrileños (no confundir con Los Shakers uruguayos), pese a las idas y venidas de sus miembros, tuvieron muchas papeletas para convertirse en una de las bandas con más proyección de la música moderna de los sesenta. En la España de la época, el apellido Sáenz de Heredia era la llave perfecta con la cual penetrar en los más variados círculos. El patriarca de la saga, José Luis, unido directamente a la familia Primo de Rivera y salvado in extremis del paredón por su amigo Luis Buñuel, había devenido en uno de los pilares fundamentales del cine del franquismo. De hecho, fue el encargado de dirigir Raza en 1941.
Eso explica la facilidad que sus hijos, Ricardo (batería) y José Luis (órgano), así como su sobrino Fernando, «El Chino» (bajo), tuvieron para acceder a las corrientes y sonidos de última generación cultivados en el universo anglosajón. Basta con echar un vistazo a su cosecha interpretativa y su cuidado estilismo mod para entender que, cuando decidieron poner en marcha aquel conjunto, en octubre de 1964, gozaron de unas facilidades al alcance de unos pocos. De hecho, ese privilegiado posicionamiento social y sus consiguientes contactos hicieron que aparecieran en la gran pantalla con una frecuencia pasmosa. En apenas cuatro años de existencia, Los Shakers se integraron en los rodajes de títulos como Megatón ye-yé (Jesús Yagüe, 1965), Zampo y yo (Luis Lucia, 1965), La ciudad no es para mí (Pedro Lazaga, 1966), Último encuentro (Antonio Eceiza, 1967) e, incluso, ya disueltos, con una formación que acompañaba a Boris Benzo en ¡Cómo está el servicio! (Mariano Ozores, 1968).
La buena prensa y el reconocimiento, eso sí, fueron más que merecidos. Pocas eran las personas que osaban poner en duda la energía y fiabilidad mostradas por Los Shakers en vivo. Tras la incorporación de Vicente Martínez (guitarra solista) y Paco Ruiz (guitarra rítmica), además de un cantante de militancia efímera, aquella aventura comenzó a rodar bajo la marca The Five Shakers (sí, eran seis, pero, posiblemente, el resto intuía la pronta salida de aquel anónimo vocalista), como atestiguan los fotogramas de la mencionada Megatón ye-yé. Aquel 1965 la banda tocó el cielo. En apenas unos meses, además, había teloneado a The Beatles en su actuación en Barcelona y, por si esto fuera poco, había recibido una oferta de RCA para registrar su primer epé. Ese mismo año prestan sus servicios al sello como banda de acompañamiento de la joven Lorella (conocida popularmente, en poco tiempo, como María Ostiz), casi al mismo tiempo que entran en los estudios para grabar un magnífico y sorprendente vinilo de estreno. El personal, de hecho, se lleva las manos a la cabeza cuando descubre la edad de aquellos osados imberbes, que se manejan con sus instrumentos con una soltura inusitada: José Luis y Vicente cuentan 19 años; Ricardo, que a su papel de batería suma el de vocalista, 18, y «El Chino» y Pazo, 17.
Registrado, como mandaban los cánones, en una sesión en las instalaciones de RCA en Madrid, aquella joya se abre con “Yo grito tu nombre”, un explosivo homenaje al “I call your name” de Lennon y McCartney que, sin duda, supera en rasgada ferocidad al original de los de Liverpool. Un glorioso inicio en el que guitarra y teclado pugnan energéticos, dan paso a un Ricardo con ese peculiar acento inglés, que se apoya en angelicales coros que contrastan con un devenir garagero coronado por un efectista solo. Para enmarcar. La siguiente pista, a partir del clásico “Shout” de The Isley Brothers, evidencia tanto la cultura y curiosidad musicales del quinteto como su versatilidad. En tempo acelerado, suena directo, libre de artificios, casi improvisado, y rompe, aunque ligeramente falto de agresividad, en su recta final, Farfisa mediante.
El despendole retorna, eso sí, con “Rema, rema, rema”, versión del “Row, row, row” de Teddy Vann, posiblemente inspirado en la adaptación realizada un par de años antes por Tony Rivers & The Castaways, aunque, de nuevo, mejorada a partir de una frescura salvaje en la que el vocalista del combo, por momentos, se libera sin control. Cierra la cruda balada “Si me necesitas”, basada en el homenaje que The Rolling Stones se marcaron del “If you need me” de Fats Domino con, de nuevo, un descarado Ricardo forzando la dicción, mecido por un sempiterno teclado.
Tras la publicación de aquel fabuloso epé, la carrera de Los Shakers siguió desarrollándose de manera efectiva y productiva, pese a los constantes cambios en la formación. Las salidas de José Luis y Paco (reclutado por Micky y Los Tonys, en sustitución de Fernando Argenta) es suplida con un fichaje de altura: un adolescente Ricky Morales, hermano de Junior, cuya efectividad con la guitarra ya había demostrado en Los 4 Jets. Ese cuarteto es el encargado de registrar el segundo y último epé del conjunto (repiten con RCA), a partir de las composiciones propias “No volveré” (con ecos de The Byrds) y “Me reiré” (atrevido rhythm and blues que mostraba su buen hacer descarado), así como las adaptaciones del “Gitana” del maestro Marino (en clásico estilo flamenco-beat) y del “Pafff… bum”, interpretada aquel mismo 1966, en San Remo, por Lucio Dalla y por The Yardbirds, y también revisitada por Los Salvajes.
No obstante, justo en esos momentos la industria musical española vive un terremoto tremendo. Los Brincos han decidido separarse, pero Arbex y González deciden mantener tan mítica marca. Los encargados de ocupar los lugares dejados por Juan Pardo y Junior no serán otros que Ricky y Vicente. Herido de muerte el conjunto, ya que acababa de perder a sus dos guitarristas, el hueco dejado por ambos será ocupado por el peculiar Boris Benzo y el célebre británico errante David Waterstone, además de incontables instrumentistas que mantuvieron el pabellón alto de un proyecto que fue agonizando, y acabó echando el cierre debido a la falta de continuidad. En el recuerdo, un estreno sonoro tan recordado como solicitado por el aficionado especializado.
–
Anterior entrega de Fondo de catálogo: From Langley Park to Memphis (1988), de Prefab Sprout.