«Hardcore from the heart ha sido un disco catártico, porque hay una explosión de todas estas emociones y todas estas historias que estoy contando»
Soplan buenos tiempos para Joana Serrat, que se está abriendo camino también en países de habla anglosajona con su nuevo disco, Hardcore from the heart. Carlos H. Vázquez habla con ella.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: ANDREA FONT.
Joana Serrat está contenta, y eso es bueno. Está contenta con el feedback y con las críticas y noticias sobre su disco que llegan desde Inglaterra y Estados Unidos, además de las que recibe en España. Cuenta que no se había hecho ninguna idea preconcebida, aunque sabía las cosas que estaban por llegar. «Me siento un poco abrumada, pero bien», dice. Escribió las nuevas letras de Hardcore from the heart (Loose / Great Canyon Records, 2021), título prestado del libro de Annie Sprinkle, entre 2017 y 2019, solapándose con las presentaciones de Dripping springs (Loose / Great Canyon Records, 2017), grabado en los estudios Plum Creek Sound, en la zona de Hill Country, en Texas. Allí ha nacido esta última entrega, solo que en los Redwood Studios de Denton. Misma brisa, distintas arenas.
¿Cómo puede funcionar ahora un disco con letras escritas entre 2017 y 2019?
[Risas] Si no fuera así, ya nunca haríamos más música, porque si todo caduca con esta rapidez… Al final, Hardcore from the heart es un disco emocional que se plantea preguntas sobre el amor, una relación de pareja, la ilusión o la imposibilidad de cumplir un determinado sueño, porque hay fantasía de deseo, y creo que esto es muy atemporal. Cuando conectas con una canción es porque hay también una parte emocional, porque es representativa en distintos momentos de tu vida. Igual hay un tema que escuchaba con quince años y que en aquel momento, a lo mejor, me interpelaba equis cosas, y ahora pues sucede igual, solo que me gusta más la cuestión musical, o no. Aparte está lo que sonora o musicalmente me está contando, pues con el tiempo lo veo con otros ojos y tiene otra lectura para mí. Me lo dijo un amigo: «Quizá, por el momento pospandemia, la gente va a recibir el disco muy bien precisamente por ser una cuestión tan emocional».
El disco habla de desengaños y sus letras son muy personales. ¿No da «cosa» exponerse tanto?
La verdad es que no me lo planteé cuando estaba escribiendo las canciones. De alguna forma sí que estoy intentando escribir en un tiempo que no sea muy largo, porque creo que esto sí que me ha afectado alguna vez que me ha pasado; llevo muchos años componiendo y sé que si hay una temporada en la que no me encuentro, esto me va a perjudicar en vez de sumar. Para este disco llegué con muchísimas cosas que contar, porque han sido años en los que esto me ha hecho estar muy en contacto conmigo misma y también con lo que yo tenía ganas de comunicar. Por las giras, por las personas a las que he conocido, por la experiencia de Dripping springs… En aquel momento estaba escribiendo todas esas canciones porque lo necesitaba, como un instinto primitivo. Es decir, me siento rota y cojo y escribo una canción. Luego, cuando ya pensaba que el disco iba tomando forma y vi que había candidatas entre esas canciones que sí que iban a entrar, hubo un instante en el que yo no quería precisamente pensar en ese pudor, porque si no, al final, me estaría autocensurando y eso era lo que quería evitar a toda costa. Además, por el título y por la cuestión de su significado metafórico, hubiese sido contradictorio en ese sentido. No iba a pensar si me estaba exponiendo demasiado o no.
¿En qué momento apareció el título del disco? ¿Tenías las canciones terminadas?
Apareció en el medio. Si empecé a escribir en abril de 2017, un año más tarde di con el libro de Annie Sprinkle. Me ayudó muchísimo a terminar de configurar el disco, el significado y las canciones, porque sabía exactamente la dirección; a veces, uno puede pensar que va a escribir de tal o cual cosa, pero cuando hay una forma exacta como que también te fuerzas a exprimir un poquito más aquello que te está pasando e intentar rebuscar en esos pequeños rincones para que no quede nada de lo que está ahí escondido. A mí me iba a venir muy bien, porque forma parte de mi experiencia y lo quería contar.
«El disco debía ser doloroso en la experiencia del oyente, que percibiera todas estas emociones como yo las había vivido»
¿Cómo haces para encontrarte cuando te pierdes en el camino, tal y como dice “Easy”?
Me costó muchísimo, porque estaba muy perdida. No encontraba la salida y no encontraba esa frase. No podía regresar a casa. Había un punto en el que no me encontraba a mí misma en ningún sitio y esto me producía bastante angustia además de tristeza. Pensaba que llevaba mucho tiempo sintiendo que estaba donde tenía que estar, contenta y sintiéndome en casa, pero de repente me sentí expulsada de todo. Hardcore from the heart ha sido un disco catártico, porque hay una explosión de todas estas emociones y todas estas historias que estoy contando y que he vivido en ese período de dos años. No es un disco sanador en el sentido que no tuve ninguna repercusión y no me reportó un sanamiento personal, al contrario; estaba en medio de una tormenta. ¿Cómo he regresado? Primero, sabiendo que no era el momento para tomar ciertas decisiones, porque cuando más negra está la cosa menos ves, y eso es malo, ya que cuando das ese paso en falso es cuando realmente te puedes perder. Solo debía tener paciencia y esperar a que saliera el sol y que todo fuese un poquito más claro para poder, entonces, tomas las decisiones.
El anterior disco se grabó en Texas, igual que este nuevo, pero en un estudio diferente. ¿Por qué?
¿Conoces el libro La playa, de Cesare Pavese? Tiene una cita muy famosa que dice: «El lugar más difícil de regresar es allí donde has sido feliz». Es un poco lo que me pasó. No quería tener una segunda parte; lo que quería conseguir a ese nivel ya lo hice con las canciones de Dripping springs. Además, hay una parte emocional y vivencial muy importante, porque cuando grabas, todo esto se queda impregnado en los estudios, entonces necesitaba trabajar con dos personas claves y fundamentales: por un lado, Ted Young, el productor, porque sentía que esas canciones estaban muy unidas a él y sabía exactamente de dónde venían, así que le fue fácil entender lo que yo estaba planteando. Y por otro lado está Joey McClellan, la otra figura clave en este disco. Nos conocimos en Dripping springs y saltaron chispas. Cuando estás tocando y ves que te entiendes, hay una magia. Tenía clarísimo que quería trabajar con esas dos personas, pero no quería hacerlo en el mismo lugar, porque además sabía que el disco iba a ser oscuro y no estaba preparada emocionalmente para regresar allí. Ahí es cuando surge la idea. Joey tiene su estudio [Redwood Studios] en Denton con McKenzie Smith, que es el batería y el que propone que vaya ahí a grabar. La elección del estudio al final fue accidental.
¿Cómo le planteas este cambio de sonido de Dripping springs a Hardcore from the heart a un productor con el que ya habías trabajado con anterioridad?
Les dije que no quería pensar en géneros. Es decir, centrarnos en lo que nos pidan las canciones. Creo que hay una parte más pop en mí cuando compongo, de la misma forma que puedo hacer canciones que de repente sean más folk o con un concepto más country. Tuve una conversación larga y tendida con Ted y le conté todo el significado, porque una cosa que tenía clara era que el disco debía ser doloroso en la experiencia del oyente, que percibiera todas estas emociones como yo las había vivido. Ted me preguntó qué era lo que estaba escuchando y lo que me gustaba, entonces le enumeré una serie de grupos con los que estaba en ese momento. A partir de ahí es cuando se configura este nuevo sonido. Es la primera vez en toda mi discografía que decido dar un paso atrás y estar más alejada de la producción, porque sé que no puedo aportar más allá, porque estoy demasiado metida a nivel emocional; necesitaba que Ted fuera ese guía. Decidí tomar ese riesgo porque, si no, no podía avanzar ni personalmente ni artísticamente.
Es curioso que en un disco tan personal como Hardcore from the heart, en el que tú querías que los oyentes se sintieran identificados con ese dolor de las letras, te echaras para atrás en la producción. ¿Por qué?
Creo que hubiese alterado la naturalidad de cómo estaban saliendo las canciones, y no quería eso; era poner prejuicios o poner miedos, cuando precisamente estaba trabajando en el sentido contrario: tenerme que alejar sin que esto no supusiera ningún problema ni ningún mal trago para mí. Justo antes de entrar a grabar, di un concierto en solitario en Denton y ellos vinieron a verme. Cuando toco sola con la guitarra uso distintos pedales de reverb, pero algunos ya me conocían y sabían lo importante que era para mí la textura, el ambiente, los espacios… Supieron situarme en el lugar que estaba yo cuando vieron cómo defendía las canciones, porque muchas eran de las que íbamos a grabar. Ahí conectaron plenamente conmigo y se definió perfectamente el tono y el estado emocional y mental que todos nos íbamos a encontrar y que iba a dar la forma sonora al disco.
«Hubo un momento en el que tuve la sensación de que había un fallo en mí que no me dejaba sentir otra vez»
¿Cambiaron mucho las canciones en el aspecto sonoro, desde la primera idea hasta su resultado final?
Hay algunas que sí. “Easy” es una de las que más, sin duda. Recuerdo que estaba escribiendo esta canción bajo la influencia de los Eagles (por letra, por acordes, por el tipo de cadencias…). En 2017 me pegué un atracón de Eagles, aunque al final no fueron tanto una influencia en el disco. Pero esa canción surge de ahí y es entonces cuando tenemos un debate. Les mandé unas demos con guitarras un poco producidas, las pusieron en el estudio y McKenzie sugirió probar otra cosa. Cuando él empieza a plantear la canción con ese beat de la batería totalmente distinto comenzamos a formarla. Es más, al principio, ni tocaba la guitarra; ese fingerpicking lo puse al final. No fue la primera canción que grabamos, fue “Pictures”. Definió totalmente la sonoridad del álbum y fue ahí donde me miraron todos y me dijeron que era un temazo, aunque me preguntaron si quería seguir por ese camino, si me sentía cómoda o si quería buscar otra sonoridad. Yo les respondí que no, que iba a arriesgar porque me encantaba cómo había quedado.
En ese tiempo estabas enganchada a Lana del Rey. ¿En qué momento pasas de los Eagles a Lana del Rey?
A Lana del Rey la escucho desde hace muchos años y Ultraviolence se convirtió en un disco de cabecera. Me parece espectacular la producción que hace Dan Auerbach. Recurro bastante a ella. Con el resto, me imagino que vas pasando por épocas. Salió Phoebe Bridgers y me encantó lo primero que escuché. Soy una persona que va muy lenta escuchando los discos. No me pongo una canción y luego otra; igual puedo tener un disco en el coche durante un mes. También me ha pasado en el móvil, porque tenía como tres discos y eran los que escuchaba siempre cuando estaba de gira. Voy muy lenta en general, en la vida y en todo, y escuchando discos también. Me encanta Julia Jacklin, porque pones un single y acabas oyendo todo el disco. Tiene cosas muy interesantes. Sarah Klang y Chromatics también me flipan. Y me llegó Taylor Swift. Evidentemente, sé quién es desde hace mogollón de años, pero nunca había conectado con sus canciones y, de hecho, no es una influencia a nivel musical. Me gusta la producción de Reputation porque me encanta la figura de Jack Antonoff. 1989 ya tenía cosas guays, pero también te diré que me gusta mucho más el 1989 de Ryan Adams que el de Taylor Swift [risas]. La propia curiosidad hace que escuches a distintos artistas. El Reputation, por ejemplo, me impactó, y eso que no me considero una seguidora de Taylor Swift, pero entré en ese disco y me encantó que fuese oscuro y la voz con la que está cantando. Cuando baja su registro muestra su mejor versión. Los ambientes, cómo estaba tratada la cuestión electrónica, los dos subwoofers, la rítmica… Me pareció brutal.
El disco dura cuarenta y cinco minutos y hay canciones con un tiempo de entre cinco o seis minutos, como “Easy”, “Pictures” y “Take me back where I belong”. ¿Es «valiente» ahora publicar canciones así?
No me lo planteé. Con “Easy” pensé que sería difícil entrar, porque o le iba a gustar a la gente o le iba a costar mucho entrar en el disco con esa primera canción. Sé que es larga, que igual no ofrece las mismas dinámicas que otras canciones del disco, pero es una cuestión fundamental para que el oyente pudiera entrar. Como el peaje que tienes que pagar para entrar en este álbum. Entras, entiendes la sonoridad, entiendes lo que estoy contando… Es donde empieza el viaje emocional. En esa primera canción igual pensé que era arriesgado, pero en las otras no pensé en el tiempo. Era el desarrollo que necesitaba la canción. A mí me encanta poder desarrollar instrumentalmente y que una voz y una letra no sean solo lo interesante. Cuando te rodeas de músicos de este calibre, lo imprudente sería no hacerlo.
Si tuvieras que ponerle un clima al disco, ¿cuál sería?
Nunca me había planteado esto. Frío… Igual es un disco de otoño con un poco de brisa.
¿Los veranos se te hacen eternos?
¡No, qué va! A partir de una edad ni te enteras. Está la cuestión poética y metafórica: en ese sentido, en “Summer never ends” digo que mi alma parece que sea ese verano que nunca termina, pero porque en realidad estoy hablando de la vigorosidad de la edad, que a veces te empuja a perseguir o conseguir lo imposible. Son todos esos ecos de juventud de cuando el verano nunca terminaba, en el buen sentido), pero es una mirada desde un punto de vista adulto, desde la madurez, con el contraste de toda esa sensación tan poderosa de perseguir lo imposible. Me imagino que es como el punto de luz de un faro que a todos nos acompaña cuando nos acordamos de nuestra adolescencia y nuestra juventud. Creo que es bonito y que tiene que ser así. “Summer never ends” conecta mucho con “Keep on fallin’”, del disco anterior, porque planteaba la necesidad de tener un faro, porque hay momentos de mucha oscuridad en la vida y es importante tener esa luz para saber que hay una dirección que se tiene que seguir.
¿Cuál es tu faro cuando no tienes canciones?
Durante el proceso de este disco, el faro era mi experiencia en Dripping springs y la necesidad de volver a sentir, porque hubo un momento en el que tuve la sensación de que había un fallo en mí que no me dejaba sentir otra vez. El impacto fue bastante impresionante, pero ahora parece que ya no siento las mismas cosas aquí como las había sentido allí. Durante mucho tiempo fue algo nuevo y sentía que ya formaba parte de un sitio. Es muy agotador estar sintiéndote al margen.