FONDO DE CATÁLOGO
«El propio AXL declaró que escuchaba aquellos dos volúmenes y era como oír el sonido de la banda muriendo»
Fernando Ballesteros nos acompaña hasta 1991 para conocer los dos trabajos que editaron Guns N’ Roses ese año: dos discos complementarios con los que intentaron revalidar el éxito de su debut, Appetite for destruction.
Guns N’ Roses
Use your illusion I y II
GEFFEN RECORDS, 1991
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
En 1991 Guns N’ Roses se creían capaces de cualquier cosa. Y lo cierto es que pocas se les resistían. Appetite for destruction, su exitoso debut, les había convertido en el grupo del rock and roll más importante del mundo, y eso en la cabeza de AXL Rose, poseedor de un ego descomunal, tuvo también sus efectos. Pero, por encima de problemas internos y de lo complicado que es lidiar con adicciones, celos, peleas y una mente como la del vocalista, los angelinos habían dado pasos en la dirección correcta. Tras él llegó G’N’R lies, con cuatro temas acústicos que acompañaban a sus primeras grabaciones, un más que disfrutable entremés que alivió la espera del que iba a ser, en la práctica, el «difícil segundo disco».
Y tal vez porque sabían que su siguiente elepé iba a salir perdiendo en las comparaciones con Appetite for destruction, decidieron tirar por elevación. La crítica y los fans no iban a tener que juzgar un disco; serían dos. Una obra ambiciosa, todo un desafío que les salió bien. Porque ahora entraremos en detalles, pero el envite funcionó comercial y artísticamente.
El camino, eso sí, no fue fácil. Las sesiones, a las órdenes de Mike Clink, fueron interminables: AXL aparecía y desaparecía y la convivencia con él se convirtió, en muchos momentos, en un infierno. Todo aquello fue minando las relaciones entre los cinco miembros de la banda. Para colmo, los problemas de Steven Adler con la heroína terminaron precipitando su expulsión del grupo. Aquella grabación supuso la entrada en el grupo de Matt Sorum, que le sustituyó con las baquetas, y del teclista Dizzy Reed. El quinteto que había firmado uno de los debuts más rutilantes de la historia se había roto. Primer golpe para sus fans. Primer «pero» a los dos Illusions.
El 17 de septiembre de 1991 se pusieron a la venta los dos volúmenes de Use your Illusion. Un banquete para los fans. Había mucho que digerir, y la digestión, todo hay que decirlo, no era sencilla en algunos pasajes. Tampoco para ellos, que estuvieron tres años girando y salieron de aquel viaje muy tocados. Este disco es el final de los gunners en lo más alto. El propio AXL declaró que escuchaba aquellos dos volúmenes y era como oír el sonido de la banda muriendo.
Izzy Stradlin, viejo amigo de AXL y con mucho peso en estos dos discos, también se marchó. Primero se distanció y decidió viajar separado del resto del grupo y de las locuras de su líder. Aquel fue un primer paso para terminar diciendo adiós. Izzy era demasiado tranquilo, y todo lo vivido estaba teniendo unos efectos en su salud mental a los que decidió dar carpetazo poniendo tierra de por medio. Todo eso forma parte de la decadencia que comenzó a finales del 93 tras la publicación de The spagueti incident, un prescindible disco de versiones que marca el final de los buenos tiempos y el punto de partida del viaje de AXL Rose a ninguna parte. Pero esa es otra historia. Hoy estamos con los dos volúmenes de Use your illusion y sus treinta canciones.
Primera ración de canciones
El primer disco comenzaba a toda pastilla. Daba la impresión de que los Guns habían decidido explorar otros territorios pero, cuando se trataba de ponerse rápido y marrullero, lo iban a ser más que nunca. Con este propósito hay que entender la puesta en acción de “Right next door to hell”, que les muestra poseídos de un espíritu punk que dura hasta que Izzy agarra el micro para bordar la deliciosa y clásica “Dust N’ bone”». La versión de Paul McCartney, “Live and let die”, enseña la cara ambiciosa del grupo, quizá demasiado ambiciosa. Otro «pero».
“Don’t cry”, la archiconocida balada, fue uno de los éxitos comerciales del disco y aparece en los dos volúmenes. “Perfect crime” es otro arrebato de rock and roll veloz y con mala leche, justo todo lo contrario que “You ain’t the first”, en la que Izzy vuelve a reinar y que destaca con su sonido acústico, sus bonitos coros y su delicado aroma campestre.
“Bad obsession” es puro rock and roll, el fraseo vacilón de AXL le da un aire distinto, especial, a una canción que está entre lo mejor del disco y que cuenta con la presencia del Hanoi Rocks Michael Monroe, que contribuye tocando la armónica y el saxofón. Un riff como una catedral propulsa a “Back of bitch”, toda una demostración de mala leche con la garganta del excéntrico vocalista a tope de facultades y sin dejarse nada en la reserva.
“Double talkin jive” acelera antes de “November rain”, uno de los platos fuertes de la obra y una demostración de que todo había cambiado en el mundo de los Guns N’ Roses, aunque no necesariamente para mal. “November rain” nació en los primeros tiempos de la banda, antes incluso de su disco de debut, y no es solo una canción, son varias canciones en una y un reflejo poderoso de la dialéctica en la que se movían los Guns: basicamente, todos querían rockear. Slash, Izzy y Duff lo tenían claro. Para AXL, sin embargo, no era tan sencillo. Él quería rockear, sí, pero también quería ser Elton John o Queen, o vaya usted a saber lo que pasaba por esa cabeza. En cualquier caso, una gran canción.
“The garden” comienza tranquila y gana en intensidad, un buen tema en el que no pasa inadvertida la colaboración de Alice Cooper, mientras que “Garden of Eden” completa el trío de disparos punk del volumen y viene a refrendar que, cuando aceleraban, los Guns del 91 pisaban a fondo. El rock sin excesos lleva la voz cantante en “Bad apple”, orgullosa y desafiante, y “Dead horse” es otro de esos principios tímidos que despega y deja paso al hard rock marca de la casa.
Llega “Coma”, y el debate y se ponen de manifiesto algunos de los pecados de los Illusions. ¡Madre mía! Como odié esta canción. Igual si la hubiera firmado otro grupo… Pero ¿en serio estos tíos eran los mismos que formaban aquella panda de macarras que se dejaban la piel en su mítica actuación del Ritz de Nueva York? Fue duro digerir canciones como esta. Diez minutazos, señores.
Segunda ración
El segundo volumen comienza con un plato fuerte, “Civil war”, una de las canciones que vio la luz meses antes de la publicación de los discos, nuevo material para un grupo que, tenía las narices, de salir de gira sin tener ni fecha de lanzamiento de su siguiente obra. Y “Civil war”, como adelanto, funcionaba. Mostraba a unos Guns evolucionados y muy inspirados. Un auténtico temazo, el último a cuyo servicio puso sus baquetas Steven Adler.
Si tengo que decidirme, diría que el segundo volumen es superior al primero. Lo es gracias a temas como “14 years” y su maravilloso piano, o “Yesterdays”, elegancia pura que reposa sobre un medio tiempo en el que AXL luce en todo su esplendor. “Knockin’ on heaven’s door”, la versión de Dylan, ya la habíamos conocido en directo. La de estudio es más barroca, con arreglos, detallitos de producción y hasta coros góspel. En fin, que me quedo con la grabación en el Marquee londinense que ya había aparecido como cara B de “Nightrain”.
“Get in the ring” le sirve a AXL para ajustar cuentas con la prensa, es pura rabia rockera escupida por un personaje totalmente desatado que señala con nombres propios. Seguramente sus compañeros preferían que expresase así su furia, y no parando conciertos como sucedió en julio de aquel 91 en St. Louis. Porque aquella vez parar el concierto, emprenderla a golpes con un fan que tenía una cámara en la mano y marcharse de forma precipitada desencadenó una serie de incidentes por los que fue declarado persona non grata en una ciudad, a la que no volvió hasta 2017. Su respuesta: un sonoro «Fuck St. Louis!» lucido en camisetas, en las notas del libreto de Use your illusion o gritado a pleno pulmón acompañado de una peineta.
Pero, volviendo al disco, nos topamos con “Shotgun blues”, otra vez los Guns N’ Roses que han bebido del punk pero aquí bastante más inspirados que en las piezas de este mismo palo que aparecían en el primer volumen. “Breakdown” es, otra vez, dos canciones en una, con una melodía sobresaliente, y “Pretty tied up” un magnífico estribillo de un grupo que los clavaba como pocos. “Lokomotive” es uno de los cortes menos inspirados del disco, pero “So fine” retoma el pulso de la excelencia. Duff canta, pleno de sentimiento, una pieza preciosa, bella, contenida.
“Stranged”, por el contrario, no hace gala de contención, no. De hecho los muestra a años luz de los Guns del 87. Y es una canción de una calidad indiscutible, pero es que… se hace bola. Y los vídeos y los delfines. Se acercaba una revolución en el rock and roll. En un futuro casi inmediato todo aquello se iba a convertir en materia de mofa. Porque, aunque Nirvana no lo hubieran puesto todo del revés, aquellos excesos ya cantaban.
“You could be mine” radiada hasta saciedad y adelantada al lanzamiento del disco por su recorrido cinematográfico es hard rock de manual, y la segunda versión de “Don’t cry” se antoja innecesaria, antes de que “My world” eche el cierre. AXL dijo que esta, vamos a llamarla, «curiosidad», la compuso en dos horas. Escuchado el resultado, le podían haber sobrado una hora y 59 minutos.
Y después de estos dos discos, que se vendieron como rosquillas, llegó el final de los Guns que habíamos conocido y el comienzo del circo del señor Rose. Tras su álbum de versiones, todo se empezó a venir abajo, se produjo la desbandada y el cantante tomó el mando total de una nave a la que solo le quedaba el nombre. Y es ahí donde comienza la génesis de Chinese democracy, un proyecto cuyo principal atractivo era que, como su propio título, parecía que nunca iba a llegar. Al final, después de millones de dólares gastados, horas y horas de grabaciones, sesiones que no iban a ningún sitio, decenas de músicos y colaboradores que entraban y salían y más de una década de retrasos, el disco fue editado. El elepé en sí era lo de menos; todo lo que rodeó el episodio merece ser contado con detalle. En otra ocasión.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Seeing things (2008), de Jakob Dylan.