«En casi todos los obituarios destacarán su faceta de escritor, pero no debemos olvidar su aportación a la música popular»
Además de ser un reputadísimo escritor y poeta, José Manuel Caballero Bonald fundó la colección Los Juglares, dirigió el sello Pauta para Ariola, fue productor y difundió con ahínco el flamenco. Por Adrian Vogel.
Texto: ADRIAN VOGEL.
Se apagó la luz de José Manuel Caballero Bonald. Un faro de muchas madrugás, de mañanas, tardes y noches. Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926 – Madrid, 2021) era ante todo un hombre culto, de vasta cultura. Asumo que influido por sus progenitores (padre cubano y madre descendiente de aristócratas franceses), supo navegar entre las mal llamadas alta cultura y baja cultura. Apasionado de esta última, especialmente del flamenco, siempre supo distinguir cuál era la música popular de su tiempo. En casi todos los obituarios destacarán su faceta de escritor, sobre todo como poeta. Es justo que sea así. Pero no podemos ni debemos olvidar su aportación a la música popular.
Fue además un excelente gestor cultural. El librero asturiano Silverio Cañada fundó Ediciones Júcar (Gijón, 1967). Encargaría la dirección de la editorial a Pepe Caballero Bonald, que abrió una oficina en Madrid y bajo su mandato se editaron casi dos mil libros. Cañada y Caballero Bonald le compraron una idea a otro grande, Mariano Antolín Rato (trabajaba de traductor en la editorial): crearon la colección Los Juglares bajo la dirección del propio Antolín Rato, el primer traductor español de las letras de Bob Dylan. En Los Juglares se editaron los primeros libros en España sobre Bob Dylan (del gran Jesús Ordovás), Leonard Cohen, Serrat (de Vázquez Montalbán), The Beatles, The Who, Simon & Garfunkel, etc. Se tradujeron libros franceses sobre sus principales cantautores, Ramón de España publicó volúmenes en los ochenta sobre Roxy Music y Buddy Holly. Marcos Ordóñez (Gato Pérez) y Ramón Chao (George Brassens) también forman parte del ilustre elenco de autores de Los Juglares.
Su labor de difusión del flamenco fue muy activa en varios frentes. Como letrista, productor y director de sello discográfico. Las alegrías que aparecen en el vídeo sobre estas líneas son letra suya. Como todas las de los dos primeros discos de Diego Clavel, a quien produjo esos dos primeros elepés para Ariola. Tierra, el doble álbum de El Lebrijano, también son letras suyas. Lo produjeron ambos. Entre Clavel y El Lebrijano, Caballero Bonald dirigió el sello Pauta para Ariola. Pauta fue la respuesta a mediados de los setenta del jefe de Ariola, Ramón Segura, al éxito de Gong, el sello en Movieplay de Gonzalo García Pelayo (entonces Garcíapelayo). Gong ampliaba sus miras al rock, mientras Pauta se enfocaba en el flamenco y la canción de autor. El día a día de Pauta lo llevaba Charo García. En Pauta reeditaron el primer elepé de Luis Eduardo Aute (RCA) y le grabaron dos más (Babel y Sarcófago). Rosa León, el Forgesound, Miro Casabella, Maria del Mar Bonet, Paco Ibáñez y el Cuarteto Cedrón, Manuel Gerena, El Sordera, Agujetas padre e hijo son algunos de los artistas que formaron parte de los casi tres años de existencia de Pauta.
Como productor, aparte de los mencionados y los que falta mencionar, destacan dos discos para Ariola: el Heliotropo de Vainica Doble y Rito de Aute, con el gran Carlos Montero en la dirección musical y como artífice de los arreglos.
Ramón Segura y Pepe Caballero Bonald se conocían desde los tiempos de Vergara, la discográfica barcelonesa que fue adquirida por la alemana Ariola. En Vergara, Caballero Bonald puso en marcha y produjo en 1968, con Segura coordinando, la magna obra Archivo del Cante Flamenco. En seis discos se recorrían todos los cantes, divididos en cantes primitivos y cantes derivados. Esta antología, años después, me sirvió de enciclopedia para mi aprendizaje del flamenco.
Mi admiración por José Manuel Caballero Bonald fue siempre desde la distancia. Coincidimos brevemente en la presentación de La raíz del grito, el segundo elepé de Diego Clavel con portada de Guinovart (Ariola, 1974). En esa época trabajaba en medios. Se mostró interesado por el hecho de que alguien apasionado por el rock apreciase el cante. Volvimos a coincidir en otros saraos: la presentación de Pauta, el Forgesound y el Babel de Aute. Breves ráfagas en las que su luz se proyectaba en cada frase. Muchos años después nos vimos en BMG (el grupo empresarial formado tras la compra de RCA por parte de Ariola). Yo trabajaba ahí. Salía del despacho de Tato Luzardo (exbatería de Canarios y brazo derecho de Segura) y nos cruzamos en la escalera. El subía y yo me disponía a bajar a mi despacho. Su cariñoso saludo me sorprendió. Me agarró del brazo y me pidió que le acompañase. Había quedado para comer con Ramón Segura. Tato, testigo de la escena, se acercó y se dieron un fuerte abrazo. Dos sentidos del humor complementarios: el canario y el jerezano. Segura no le hizo esperar demasiado tiempo. El suficiente para alertarnos de que si teníamos pendientes con el jefe que aprovechásemos, porque la comida, según costumbre, se alargaría bastante. Tato le replicó que, como ya lo sabía, había cancelado el desayuno que tenían para el día siguiente.
He sabido de su fallecimiento por Javier Rioyo en su muro de Facebook. Pedro Lópeh puso el video de Diego Clavel en el suyo. Y Ángel Sánchez Harguindey recordaba en su cuenta esta frase del desaparecido maestro: «Un buen poema es la máxima temperatura que puede alcanzarse manejando el idioma. Un buen poema justifica toda una vida. Ojalá me llegue algún día ese buen poema».