Sr. Chinarro
Ronroneando
MUSHROOM PILLOW
Se ha insistido por activa y por pasiva en que los dos últimos trabajos de Sr. Chinarro, El fuego amigo (2005) y El mundo según (2006), suponían su cima creativa. Cierto es que fueron los dos álbumes en que los más y mejor supo explicitar su mensaje, pero colegir de ello que transiten por encima de obras tan mayores como El porqué de mis peinados (1997) o Noséqué-nosécuántos (1998) es, como mínimo, discutible. Puestos a puntualizar cimas, uno se quedaría con la idea de que este Ronroneando, décimo largo de su carrera, le ha sacado unos cuantos cuerpos de ventaja a sus dos precedentes. Y todo por la sencilla razón de que, aparte de consolidar un modo de trabajo en el que por fin una formación estable le secunda durante varias temporadas, tanto en el estudio como sobre el escenario, da la sensación de que todos los Antonio Luque posibles se hallen englobados en sus poco más de cuarenta minutos.
Ahora, sin influjos “planetarios”, sin aportaciones de Enrique Morente, sin el acaparador baño de luminosidad sureña de sus últimos escorzos pero con el mismo tino para dar en el clavo con cada letra y cada melodía (en eso no cabe negarle la racha), ha facturado once canciones en las que es fácil atisbar claves que han definido su trabajo desde hace más de una década. Así, está el Luque más aferrado a la tradición pop anglosajona, el que recita sobre la marcada línea de bajo de “Los ángeles”, el que se explaya en el trepidante estribillo de “Los amores reñidos” y rinde tributo a The Smiths en “Tímidos”, con ese ritmo de guitarra que parece primo hermano de “This charming man” y esa letra que guiña el ojo a “Shoplifters of the world unite” (“Tímidos del mundo uníos…”). Pero también está el Luque juguetón, el que trota sobre la aparente liviandad de “Anacronismo” o “La parra marchita”, o se divierte yéndose de farra con la tuna en “El teórico”. O el que manosea con destreza el santoral local en “San Antonio”. Y, sobre todo, está también el Luque que quizá más se echaba de menos, el que se ensimisma para ahondar en un intimismo sentimental que tiene muy poco de descreído, el mismo que da pie a temas como “A mano” y, especialmente, a la enorme “El Gran Poder”.
Desde ya, uno de esos clásicos instantáneos de toda su discografía, y eje central sobre el que pivota su álbum más completo hasta la fecha.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
La Monja Enana
Humo y espejos
ELEFANT
Aunque parezca mentira, casi un decenio después de haber debutado con su primer single y tras sucesivas entregas en formato de mini-LP, discos compartidos, o recopilaciones amén de más sencillos nuevos, nos llega como caído del cielo el primer disco de larga duración de La Monja Enana. En todos estos años, su trayectoria se ha visto dinamizada por distintos avatares aunque siempre han estado ahí con su pop naíf (algunos lo denominan “tonti-pop”, “piruleta-pop” o “indie-chicle”), cubriendo un espacio compartido con bandas ya míticas como Los Fresones o la más contemporánea La Casa Azul.
No obstante, se diría que ahora que el proyecto que protagonizan Juan Alonso y Ana Vaquero, ha escogido esta ocasión señalada para aparecer algo más serios y profundos de lo que nos tenían acostumbrados. Se diría que estas nuevas canciones los han convertido en… ¿Más adultos? ¿Menos virginales? ¿Más actuales en suma? No lo sé bien. El disco me ha cogido un poco por sorpresa. Estos nuevos contenidos se me antojan más filosóficos que no aburridos. Más cultos que no pedantes. Más interesantes que no intrascendentes. Hablo de gemas como “Una vida normal”, “Ciencia cotidiana”, “No me olvides” o “Raccord”, que conviven con otras piezas como “Canción de amor número 3”, “Trucos de salón” o “Héores del pasado”, sin duda también meritorias, aunque quizás más identificables con sus apuestas sonoras anteriores. En cualquier caso un material propicio para escuchas reiteradamente placenteras y una linealidad musical que a pesar de ciertas reiteraciones sónicas, afortunadamente, no le cansa a uno.
JAVIER DE CASTRO.
Asfalto
Utopía
IMAGINE RECORDS
Si Jesucristo resucitó al tercer día, Asfalto ha necesitado tres quinquenios. El guitarra y vocalista Julio Castejón es el artífice de la resurrección de la legendaria banda. Continúa ejerciendo labores de liderazgo y es el único nexo sanguíneo con todas las anteriores reencarnaciones de Asfalto. Ha reflotado el grupo escoltado por una alineación de músicos inédita y en torno a esta decisión planean muchos interrogantes. No se discute la legitimidad de la decisión, si no más bien si es acertado o no recuperar el mito aun a costa de arriesgarse a depreciarlo.
Los Asfalto del siglo XXI mantienen mayor relación umbilical con el disco anterior de Castejón en solitario que con cualquiera de los editados por la banda. El rock progresivo es el patrón subyacente. Instrumentaciones floridas con largos juegos de seducción entre guitarras y teclados. El disco arranca con una osada suite de largo minutaje dividida en tres piezas, un tema de clarividencia pedagógica para entender el progresivo, pero una vez concluido el resto de temas se pasea por el rock sinfónico e incluso se adentra en un pop dulcificado. Cuando se clausura el álbum uno es zarandeado por sensaciones encontradas. Uno jura haber escuchado a Asfalto, pero también que no es el Asfalto que puso banda sonora a una etapa de su vida. Resulta difícil explicarlo. Es muy fácil sentirlo.
JOSEMI VALLE.
The New Raemon
A propósito de Garfunkel
B-CORE
Hay discos que hacen las delicias de los críticos pero que pasan inadvertidos para el gran público o incluso para los aficionados mínimamente inquietos. No vamos a entrar a debatir esta espinosa cuestión, que podría arrastrarnos a una bizantina discusión sin final. Lo comentamos simplemente para constatar un hecho y porque A propósito de Garfunkel es un disco que podría entrar perfectamente en esta categoría. The New Raemon, es el alias que utiliza el inquieto músico catalán Ramón Rodríguez, más conocido por su vinculación al grupo Madee, para debutar en solitario y, por primera vez, presentar sus composiciones en castellano.
A propósito… reúne once canciones adorables, sensibles, irónicas y con altas dosis de optimismo, pese a estar envueltas para regalo auditivo en un cálido sonido indie-folk. El disco se ha editado en formato CD-libro y cada una de las letras de las canciones comparten protagonismo con una ilustración alegórica obra de Martín Romero. Son precisamente las letras de las canciones de este nuevo trovador indie donde encontramos el mayor valor añadido del disco. En “Tú, Garfunkel”, The New Raemon explica una ruptura sentimental y escenifica las diferencias entre los dos protagonistas con un verso final que dice “yo soy Simon/Tú, Garfunkel”, un guiño que entenderán a la perfección todos los que conozcan, aunque sea de pasada, la historia de este dúo. En “A propósito del asno” el amigo Art vuelve a representar a la pareja perdida en un acto de autoflagelación. “El saben aquel que diu” recupera la frase que el humorista Eugenio utilizaba antes de explicar un chiste para abordar el tema de la rutina y “El cau del pescador” es un canto a la vida ociosa de la canícula. Si The New Raemon sigue esta senda puede aportar muchas cosas al pop español (todas buenas y diferentes). El listón queda muy alto.
ÀLEX ORÓ.
Neon Neon
Stainless style
LEX/PIAS
El disco son dos imágenes. Una, la de esa portada que afirma una estética ochentera en cada pixel, otra, la del DeLorean DMC-12. Busquen alguna fotografía de ese automóvil y si les gusta, si recuerdan algo, indudablemente éstas son sus canciones. Y estarán asistiendo a una ópera tecno que no es más que la banda sonora de un deportivo. Y de su creador, John DeLorean, cuyo nombre quizás no les diga nada pero que es uno de esos personajes que marcaron una época desde el segundo plano. De la cima automovilística hasta la debacle desproporcionada.
Así que en este disco el productor Boom Bip y el Super Furry Animal Gruff Rhys han patentado doce canciones que suponen un homenaje al empresario con un tono algo más nostálgico que paródico y un sonido que –si obviamos los dejes hip hop a lo Justin Timberlake que imponen los colaboradores– derrama electrónica y synth pop por todos los costados. Desde el primer tema, una sintonía que podría pasar por un jingle perdido del 83, hasta el último, un réquiem que imagina las palabras del magnate hundido en su funeral.
Y en medio canciones como “Belfast”, que remedan a los OMD más atentos a las efe emes adultas, desmesura en sintetizadores y en las fiestas a las que era tan aficionado en “I lust you” y un single, “Rachel” –es conocido su romance con la Welch–, en el que King Creole y The Cure comparten una jam impensable pero estremecedora. Es la historia de un mito, de un brillo efímero y de una muerte de purpurina. La de John DeLorean y la de los ochenta.
CÉSAR PRIETO.
Chest
Who’s Chest
BIP BIP RECORDS
Tras el sorprendente minidisco de debut editado por este mismo sello hace no demasiados meses, nos llega con fuerza y poderío el primer álbum completo a su propio nombre. Una entrega musical que no debería dejar indiferente a nadie al que le gusten y disfrute las sonoridades añejas, el guitarreo punzante y la densidad decibélica y, cómo no, las voces y el arrope armónico que recuerden a lo mejorcito que pudieron parir The Who –“of course”–, los Small Faces u otras bandas de pelaje parecido. No obstante y teniendo en cuenta que entre los miembros fundadores de este cuarteto está el siempre joven e infatigable Albert Gil (Brighton 64, Brigatones, Matamala, etc.) alguien se podría pensar que estamos ante otra banda cualquiera de esas que practican power pop con más o menos fortuna y que demuestran su poderío más en vivo que en sus registros de estudio. En este caso, destaca sobre todo la estupenda colección de composiciones en las que se basa el trabajo del cuarteto barcelonés.
Puedo prometer y prometo, que este Who’s Chest (reconozco eso sí que el título es poco original y bastante obvio para lo que guarda) es un disco excelente en cuanto a su factura y fondo y más que interesante y adictivo por lo que respecta a su sonoridad en conjunto. Me ha encantado la formulación vocal de Àlex “Somouth” en todas las canciones, las guitarras variadas y luminosas amén de la colorista paleta de efectos de Ferrán Fernández y, por supuesto, el increíble sustento rítmico fomentado por el trabajo del ya citado Albert Gil, que se ha hecho cargo del bajo, junto a la precisión de Jordi Vergara, el brillante tamborilero del batallón. Todos cantan, todos tocan, todos programan, todos todo…
Si la gira que se anuncia tras la edición de este disco refleja también frente al público las excelencias que se esconde en los registros grabados, estamos sin duda ante uno de los fenómenos de la temporada. En serio.
JAVIER DE CASTRO.
Kila
Gambler’s ballet
KILA RECORDS/RESISTENCIA
Con Gambler’s ballet ya no queda ninguna duda de que Kila son unos celtas dispuestos a derribar barreras, sin importarles Dublín, Japón o Estambul. Observan una concepción de la música celta absolutamente dúctil y cosmopolita, abierta a oxigenaciones foráneas, que atrae y mucho. Esta claro que por delante ha pasado gente como Paul Mounsey o Marty Bennett, pero Kila aún sabe exponer sus ideas en formato de grupo, sin identificarse con las elucubraciones tan personales de francotiradores solitarios.
Una vez más hacen notar su apabullante doble eje: voz y percusión; las dos cossa de Rónán Ó Snodaigh; las dos absolutamente vibrantes (Rónán, por ejemplo, es un portento del “bodhran”, pandero de considerables dimensiones). Esta vez, en un alarde de condensación de ideas han dado con un trabajo comedido en su metraje final (y en el de las propias piezas presentadas), pero absolutamente deslumbrante en cuanto al número de cosas interesantes que pueden ocurrir por minuto cuadrado. Aprovechan al máximo las posibilidades creativas que les proporciona su alto conocimiento de instrumentos nada convencionales. Y así, no es de extrañar que cinco de un total de nueve piezas sean instrumentales y tan jugosos, como por ejemplo “Electric landlady”, “Cardinal knowledge” o esa especie de jiga llamada “Boy racer”.
Si aún no te has adentrado en el universo de Kila, ésta es una inmejorable puerta de entrada sin opción al arrepentimiento.
GERNOT DUDDA.
The Ladybug Transistor
Can’t wait another day
GREEN UFOS
Un pop de excelente factura, basado en majestuosos arreglos de cuerda y un gran gusto por las melodías es la base filosofal en la que se sustenta el trabajo de este grupo neoyorquino compuesto por Gary Olson, los hermanos Jennifer y Jeff Baron, junto a Sasha Bell, San Fadyl y Julia Rydholm. Tras cuatro álbumes dignos de nota –sobre todo la esplendorosa trilogía que conforman The Albermale sound (1999), Argyle heir (2001) y The Ladybug Transistor (2003)– nos llega estos días este no menos notable Can’t wait another day. Se trata de una nueva y magnífica entrega musical que muestra una sugerente evolución sonora hacia aires más rock a partir de otro gran cancionero de pop melancólico pero exuberante –marca inequívoca de la casa– y que, gracias al sustento instrumental de Kyle Forester y Ben Crum, de los Great Lakes, aporta aún más profundidad a los paisajes atmosféricos de la banda de Brookling. Gary Olson, haciendo como siempre ostentación de esa voz tan adictiva que a veces parece sepulcral, transita junto a su gente, de nuevo, por terrenos ya conocidos de su anterior entrega homónima aunque ampliándolos con otros pasajes que recuerdan los sonidos “sixtie” en gemas de consumo delicioso como “Three days from now”, “So blind”, “This old chase” o “California stopover”. Destaca también, “Always on the telephone” que ha visto cómo en la edición española editada por Green Ufos proyecta a título de “bonus track” algo así como una versión reprise igualmente bella de la anterior y que se ha titulado al final del disco “Always on the saxophone”. En conjunto, una auténtica gozada.
JAVIER DE CASTRO.
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REEDICIONES
Los Yorks
El viaje 1966-1974
MUNSTER RECORDS
Peludos, peruanos y amantes del rock de garaje más salvaje de los sesenta. Así eran Los Yorks, una banda que llegó a tener su propio programa de televisión en el país andino, algo impensable para las formaciones españolas de la época (recordar los motivos, de sobras conocidos, nos ocuparía demasiado espacio). Pero a lo que íbamos, Perú fue la cuna de la más agreste y diabólica escena garajera de toda Sudamérica. Junto a Los Shains y Los Saicos, Los Yorks formaron la Santísima Trinidad de un sonido que se basaba en el poderío de las guitarras, furiosos temas propios y adaptaciones al castellano de los más variados hits internacionales cuyas letras, salvando las distancias, podrían ser al rock lo que los guiones de los culebrones a las series de televisión. En el caso de Los Yorks, el resultado final es un contundente híbrido en el que las guitarras de Walter Paz pueden recordar a The Who y la actitud del cantante Pablo Luna a Iggy Pop y a Reg Presley, de The Troggs.
El viaje 1966-1974 reúne lo más granado de su discografía, unas canciones que hasta la fecha sólo habían estado disponibles en algunas reediciones de vinilo. Entre las versiones destacan “La alegría de tu amor” (“Sunshine of your love”, de Cream), “Susie Q” o “Facil baby” (“Foxy Lady”, de Jimi Hendrix) y entre las propias “Amor libre” o “Egoismo de la gente”. Si te gustan Los Kinks, The Who, The Rolling Stones, Question Mark and The Mysterians, Los Cheyenes o Los Salvajes, te encantaran.
ÀLEX ORÓ.