COMBUSTIONES
«Todo en esta iniciativa, empezando por la loquísima idea de grabar y publicar a autores desconocidos, huele a empeño suicida»
La nueva discográfica fundada por Charlie Sánchez, exdirector de Warner, provoca el interés de Julio Valdeón, que reflexiona sobre la aventura emprendedora de uno de los hombres claves de la industria musical española.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Charlie Sánchez es uno de esos profesionales de la industria sin cuyo trabajo cuesta explicar mucho de lo bueno del rock and roll en español de las últimas décadas. Cofundador de DRO, capo de Warner durante años, abandonó su discográfica a mediados de 2020. Vuelve con una disquera, Metales Preciosos, bautizada con nombre de discoteca fina. Todo en esta iniciativa, empezando por la loquísima idea de grabar y publicar a autores desconocidos, huele a empeño suicida. Estoy convencido de que alguien con tanta carretera no hace apuestas kamikazes. Que conoce el paño y sabe por dónde puede ir. Aunque también malicio que en esta carrera en busca de nuevos discos y nuevos artistas hay algo, no sé si poco o mucho, de los pistoleros reclutados por Pike Bishop para asaltar Agua Verde y rescatar al bueno de Ángel de las garras de General Mapache. Como la historia no la dirige Sam Peckinpah y tampoco estamos en el México de Pancho Villa, en los créditos no habrá ducha de sangre, zopilotes, rancheras y viudas, sino, a lo sumo, otra salida silenciosa por el desagüe de la historia.
Ojalá que no. Ojalá que el mercado, si es que todavía existe, si es que todavía queda alguien que compra discos, que paga por la música que escucha, incluso que paga más que la peonada del hambre de Spotify y el resto de corsarios, ojalá el mercado, digo, sea clemente con la empresa. Que los consumidores reparen en su existencia. Que los medios le dediquen unas líneas y que al final del año pandémico, si todavía respiramos, si queda alguien vivo, si no estamos todos debajo de un puente, Metales Preciosos sea una realidad consolidada.
Ojalá, entonces, suenen las canciones de sus nuevos grupos. Aunque sospecho que ya no hay emisoras de radio para sonar. La mayoría están dedicadas a los oldies y la pública agoniza ensimismada en su burbuja indie. Contra pronóstico yo sueño con que fichen gente millonaria en talento y que edite al menos un puñado de discos a la altura de una trayectoria impecable. En otras latitudes gente así atraería las ovaciones debidas a un mito. En España somos más de ciscarnos en los que arriesgan y en descubrir a los buenos artistas después de que entreguen la cuchara. Lo nuestro es el homenaje póstumo y enterrar a porta gayola. Esperemos que lo de Metales Preciosos sea distinto y que traiga algo de buena música, de pellizco, a este invierno de blanco, de película de terror de serie B, con aroma a fin de ciclo, virus radioactivos y muertos por los espejos.
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Anterior entrega de Combustiones: En la despedida de Justin Townes Earle.