FONDO DE CATÁLOGO
«Un fotógrafo de rutinas y denuncias con una pluma más que afilada haciendo gala de un sentido del humor tremendamente ácido»
Sergio Almendros nos acompaña hasta 1999 para reescuchar el segundo disco de La Cabra Mecánica, Cabrón, uno de los más olvidados de aquella etapa, pese al brillo de su ecléctico cancionero y las afiladas letras de Lichis.
La Cabra Mecánica
Cabrón
DRO EAST WEST, 1999
Texto: SERGIO ALMENDROS.
Cabrón fue el segundo disco de La Cabra Mecánica, quizás su trabajo más oscuro y fallido comercialmente, pero también el que llevó al extremo la propuesta de ácido collage sonoro que presentaba la banda de Lichis. Debutaron dos años antes con Cuando me suenan las tripas, un disco muy bien recibido y que plasmaba perfectamente el rollo musical que comenzaba a emerger en el madrileño barrio de Lavapiés, del cual fueron abanderados, y su segundo disco se presentaba formalmente como una lógica continuación, pero con matices. Unos matices que derivaron en su primer (quizás único) tropezón a nivel popular, pero que a la vez le otorgaron la vitola de disco maldito que le ha sentado la mar de bien con el paso de los años.
Las credenciales musicales de La Cabra seguían siendo las mismas, es decir, todas: valía lo mismo una rumba que una canción hardcore, una salsa que un funk, un aire aflamencado o unas raíces anglosajonas. Además, las letras confirmaban a Lichis ya como uno de los más inspirados retratistas del panorama nacional, un fotógrafo de rutinas y denuncias con una pluma más que afilada haciendo gala de un sentido del humor tremendamente ácido y, en esta ocasión, con mucho cabreo.
Quizás el álbum carecía de un tema que comercialmente pudiera coger el testigo de “Reina de la mantequilla”, o ser precursor de “La lista de la compra”, pero hablamos únicamente de un aspecto comercial, ya que canciones para codearse con aquellas, a nivel compositivo, las había a puñados. Como “Drip-Pop” o “Sobre cañones y moscas”, los dos temas de sonoridades más pop y quizás las que mejor podrían casar con el Lichis actual; como “Agua”, esa delicia que marca el momento más serio, trascendental y bello de todo el disco; como “Canción protesta”, un puñetazo a la mandíbula a base de guitarrazos; como “Palabras de gasolina”, que cierra melancólicamente el disco; o como “De buena mañana”, una rumbita de esas que llevaron a la formación a conocer el megaéxito masivo años después. Una de esas rumbas que fueron a la vez la penitencia para Lichis, teniendo que lidiar durante muchos años con la etiqueta de rumbero pop cuando su propuesta era infinitamente más rica.
Ciertamente, hay una eternidad entre el Lichis de La Cabra Mecánica y el actual, en sonido y en actitud; son dos proyectos totalmente diferentes, lo que le ha hecho tomar bastante distancia con el viejo cancionero, quizás hasta el punto de renegar de él, o de buena parte de él. Sin embargo, se me antoja que hay otro puñado de temas que sí podrían casar relativamente con su momento actual, que aceptarían una revisión, como ha hecho con (contadas) canciones de la última etapa de La Cabra. Quiero intuir en los últimos tiempos una cierta reconciliación del autor con su obra más alejada, aunque sea únicamente de aceptación.
Sea como sea, más de dos décadas después de su publicación, Cabrón se mantiene rico en sus bondades, y es que esa amalgama de estilos, que llegó a empechar quizás en los años siguientes con infinidad de grupos subiéndose a la ola, es ahora mismo una oferta que se echa algo en falta. Ese desprejuicio estilístico, ese romper corsés, y especialmente esa ironía, sentido del humor y mala leche en las letras, algunas de las cuales quizás se toparían hoy con la policía de lo correcto.
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Anterior Fondo de catálogo: The last rebel (1993), de Lynyrd Skynyrd.