Reedición de Mundo, demonio, carne: el ajuste de cuentas de Los Brincos

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«Lo que tenían ante sí era un material muy novedoso, pero complejo para los castos oídos españoles de ese momento histórico»

 

Se acaba de reeditar Mundo, demonio, carne, la célebre e incomprendida despedida artística de Los Brincos en 1970. Un disco que no vio la luz como el grupo quería y cuya nueva edición recupera la idea primigenia. Lo cuenta Javier de Castro.

 

Brincos
World, devil, body / Mundo, demonio, carne
GUERSSEN RECORDS, 2020

 

Texto: JAVIER DE CASTRO.

 

No cabe duda que Fernando Arbex fue un visionario. Lo fue ya cuando propició en 1964 el nacimiento de Los Brincos, junto a Juan Pardo, Junior Morales y Manolo González, bajo el paraguas discográfico y económico del sello Zafiro-Novola y los auspicios de la productora Mariní Callejo. Grupo español nacido para tratar de emular a nivel local el gran éxito universal de Los Beatles, desde un concepto moderno de banda pop rock y —muy importante— con composiciones propias cantadas en español pero también en inglés, de cara al mercado internacional. Fueron, sin duda alguna, la formación más puntera y exitosa del panorama nacional de la prodigiosa década de los sesenta.

Sus tres álbumes de 1964, 1965 y 1968, que vinieron acompañados por numerosos sencillos y extended play de éxito y fulgurantes números uno que los encumbraron pese al cambio de peones entre el segundo y el tercer larga duración (Vicente Martínez y Ricky Morales sustituyeron a Juan y Junior, que triunfarían asimismo en formato de dúo folk-pop), fueron la antesala del auténtico cambio de registro estilístico que supuso la grabación en los estudios Wessex Sound de Londres, las dos versiones del que sería, finalmente, su cuarto y último álbum (si no contamos aquel prescindible y flojete Eterna juventud de 2000); es decir, la doble edición de Mundo, demonio y carne y World devil & body, para el mercado español e internacional, respectivamente, y con la banda metida a fondo en la estética y sonoridades psicodélicas progresivas y de vanguardia que se respiraban allende nuestras fronteras.

 

Su despedida artística

En este disco, a la postre el de despedida artística, entraron Miguel, el tercero de los hermanos Morales, y Óscar Lasprilla, un versátil multinstrumentista colombiano, recientemente llegado de Gran Bretaña donde probó fortuna musical, pero bien curtido en bandas de su país de origen como Los Ampex, Time Machine o The Speakers, donde coincidió con Rodrigo García, futuro Solera y Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. La entrada a los Brincos de Lasprilla y su espectacular órgano dieron el plus sonoro que requería Fernando Arbex para que su banda iniciase la nueva década con posibilidades de competir con todo lo que estaba llegando del extranjero. Lasprilla también trabajó en la composición, como Manolo González y los hermanos Miguel y Ricky Morales, a quienes Arbex inquirió que se pusiesen las pilas en este sentido. El grupo se mostró muy bien engrasado, pues todos componían —en mayor o menor medida—, cantaban y tocaban, y cuando acudieron a Inglaterra a grabar (a excepción de Ricky, que estaba haciendo la mili y no pudo desplazarse) tuvieron listo el nuevo registro sonoro en apenas un par de semanas. Con ellos trabajó el gran compositor, arreglista y productor Augusto Algueró, al que Novola envió cual niñera para que no se desmadrasen ni en lo artístico ni saliéndose de presupuesto.

No cabe duda de que ni su sello discográfico ni gran parte de la crítica musical o, incluso, un sector amplio de sus seguidores, entendieron aquel cambio de registro operado por el quinteto. Los tiempos de “Flamenco”, “Mejor, “Un sorbito de champán” o “El pasaporte” habían pasado a mejor vida. Aquellos que deseaban su continuación por la vía pop, basada en sencillos de tres minutos aptos para todos los públicos otorgando poca o nula importancia a álbumes de fondo conceptual, debían centrarse en otros conjuntos como Fórmula V o Los Diablos, más propios de la música de gran consumo.

El caso es que el duro trabajo de composición, producción y grabación que comportó aquel salto cualitativo —como refiere Manuel González Gómez, biógrafo del líder de Los Brincos en su interesante Fernando Arbex. Un mundo diferente (Milenio, 2019)— dio como fruto final una amplia colección de canciones en español e inglés que salieron a la venta en bastantes países, señal inequívoca del deseo de internacionalizar lo más posible su trabajo. No obstante, la concreción del proyecto fue de todo, menos sencilla.

 

Discordia idiomática y gráfica

A los ejecutivos de Novola se les pusieron los pelos de punta cuando recibieron la copia del máster con todas las canciones registradas, muchas de ellas de minutaje largo e interpretadas en inglés, y una propuesta de portada basada en un art-work del pintor Claudio Bravo, en el cual aparecían los cinco miembros del conjunto dibujados de frente y con sus torsos desnudos. Obviamente, no les agradó ni usa cosa ni la otra, poniendo en duda tanto la «calidad» musical del material como su supuesta viabilidad comercialidad, y rechazando por inmoral el envoltorio propuesto para el disco. En la nueva colección no destacaba ninguna canción que, para los codiciosos ejecutivos, pudiese aspirar a convertirse en hit como había ocurrido con casi todos sus lanzamientos desde sus comienzos. Todo lo contrario. Lo que tenían ante sí era un material muy novedoso, pero complejo para los castos oídos españoles de ese momento histórico, y pensado para ser escuchado de manera conjunta, orgánica y sin solución de continuidad. Algo, por supuesto, alejado de los cánones habituales de la industria musical nacional de la época, aún poco habituada al formato long play y más predilecta del habitual sencillo de dos canciones: una cara A «objetivo» de ventas y su correspondiente cara B, normalmente cosa flojita.

Tras diversos tiras y aflojas sobre el fondo y la forma, el disco se publicó en el mercado español con una portada horripilante realizada por el diseñador Jesús Rodríguez Parada, un dibujo de una especie de criatura con forma de cerebro goteante y bastante desagradable, en la parte frontal, y una especie de alienígena femenina, bastante andrógina, desnuda y tendida en medio de un paisaje futurista coloreado al modo psicodélico de la época. Todo ello, la verdad, bastante feo y que no mejoraba en absoluto la propuesta realizada por el grupo, bastante más elegante. La selección musical reunió la suite de más de doce minutos “Mundo, demonio y carne” cantada en inglés, aunque su título se tradujo; los otros siete temas eran en castellano y no totalmente en inglés. Plegándose más de lo que hubiesen querido a los deseos de su compañía, Arbex y compañía tuvieron que añadir otras composiciones en español que guardaban en la recámara. Pese a todo, el disco se mantuvo en cotas muy razonables de calidad, aunque la inclusión de piezas como “Jenny, la genio” o “Butterfly”, más cercanas al concepto deseado por Novola de minutaje corto y sonoridad más pop y «comercial», permitieron que el álbum saliese adelante. El repertorio se completó con temas nuevos como “Esa mujer”, “Vive la realidad”, “Emancipación” y la referida “Jenny, la genio”; con versiones en español de “Where is my love”, “Keep on loving me”, “Emancipation” y “Jenny, miss genious” junto a “Hermano Ismael”, “Carmen”, “Butterfly”, el instrumental “Kama-Sutra” y “Érase una vez” que, pese a existir versión en inglés, acabó archivándose inexplicadamente sin incluirse en la edición internacional del álbum, apareciendo muy a posteriori con el título “Promises & dreams”.

Por lo que respecta a la edición internacional, que se editó paralelamente, tampoco se incluyó finalmente la portada de Claudio Bravo, aunque corre la leyenda urbana, repetida erróneamente con profusión por diferentes «periodistas» poco documentados de nuestro país, de que en Estados Unidos sí que se utilizó el dibujo del pintor chileno, sorteando la censura española. Craso error, pues como ya se ha dicho, fue Novola quien impidió su utilización, y no las autoridades. Obviamente, apareció con todos los cortes cantados en el idioma de «su graciosa majestad», algunos, meras traducciones de canciones de la edición española y el resto temas diferentes de aquella que jamás aparecieron es castellano. A saber, se configuró con la suite titulada en inglés “World evil & body”, de título casi homónimo al del álbum, “To cheap, cheap” (rebautizada en ediciones posteriores “Body & soul”), “Misery & pain”, “I don’t know what to do” y las cuatro versiones inglesas de las canciones en castellano anteriormente citadas que aparecieron en la edición para España: “Emancipation”, “Where is my love”, “Keep on loving” y la jovial “Jenny, miss genious”.

Para hacernos una idea clara de lo que, en fondo y forma, Los Brincos hubiesen deseado editar realmente en 1970, conviene revisar el disco editado cerca de treinta años después por el sello Arcade, únicamente en cedé. Se trata de la auténtica versión de autor de World devil & body, que incluyó diez temas, todos interpretados en inglés y respondiendo a la secuencia ideada por Fernando Arbex. En el repertorio, y bajo el epígrafe World devil & body (suite), se identifican los temas “Crazy world”, “Angel felt”, “Hell’s door” y “Body & soul”, que daban el aspecto de obra “conceptual” deseado por ellos, y que en las ediciones de los setenta aparecían amalgamados en un único corte y sin subtítulos, al principio de la cara A. El cedé lanzado en 1997, se completó, por orden de aparición, con “Promises & dreams”, es decir, el rescate maravilloso de la vieja “Érase una vez”, inédita hasta ese momento; las ya editadas “Emancipation”, “Misery & pain” y “Where is my love” y otro par de cortes, completamente desconocidos del público, titulados “Body money love” y “If I were you”. Como guinda del pastel, esta vez sí, usaron el diseño que ideó Claudio Bravo para la portada y que tanto soliviantó en Novola, pero en un formato de 14 X 12,5 centímetros, típico de cedé, mucho más pequeño que el del clásico disco de vinilo de 33 revoluciones por minuto, y no lucía tanto como lo hubiese hecho en 1970.

Todas las ediciones de Mundo, demonio, carne lanzadas en diferentes países y aparecidas a partir de 1970 (a saber, Reino Unido, Alemania, Japón, Korea, México, etc.) coincidirían en la selección de temas. Solo hubo un cambio significativo en la edición nipona de 1972: los japoneses cambiaron el feo diseño del cerebro por la portada de la edición española de Contrabando.

 

Una reedición coherente e histórica

Coincidiendo con el cincuenta aniversario del lanzamiento simultáneo en 1970 de la edición original de Mundo, demonio, carne y de World devil & body, debemos celebrar la fabulosa reedición en doble vinilo lanzada por el sello Guerssen Records, para poner coherencia histórica y un cierto orden a todas las canciones compuestas por Los Brincos alrededor de su proyecto más ambicioso y a la vez incomprendido que, vicisitudes al margen, conformó la primera obra maestra del progresivo y la psicodelia española, aparecida en formato de disco grande.

La nueva entrega se concreta en un primer vinilo que reproduce la edición original española completa del disco de 1970 junto a la versión cedé alternativa en inglés de 1997 que Fernando Arbex consideró como la definitiva, tras no haber podido editarla junto a Brincos cuando hubiese tocado. Se presenta por primera vez en vinilo, incluyendo diferente lista de canciones o mezclas, constituyendo un fabuloso álbum psicodélico con un fuerte regusto británico de finales de la década prodigiosa.

Como no podía ser de otra manera, acorde al pedigrí de alta calidad típica de este sello leridano perfeccionista donde los haya, la presentación y acabados de la edición son sencillamente espectaculares. Con una cubierta gatefold desplegable antológica que recupera a gran formato, por fin, el legendario diseño de desnudos original de Claudio Bravo, además de un encarte de doce páginas con información histórica muy documentada y en redacción bilingüe (español-inglés) ilustrada a todo color y un póster precioso. Un lujazo.

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