«Muchos de sus álbumes tienen reminiscencias infantiles que, desde la portada, evocan tiempos pasados con expediciones a la niñez»
Sara Morales repasa la trayectoria gráfica de Eels escogiendo seis portadas de tintes infantiles que ilustran a la perfección la nostalgia e ilusión que respiran sus discos.
Texto: SARA MORALES.
Earth to Dora, el nuevo álbum que los Eels lanzaban al mundo antes de terminar el pasado octubre, ha sido uno de los más celebrados del otoño y, posiblemente, de este incierto 2020. En él, doce nuevas canciones nacidas del lúcido coco de Mr. E continúan marcando el camino de una forma de hacer música iniciada hace veinticuatro años con aquel inaudito debut y que, ahora, pasadas las décadas y los discos, se sigue presentando igual de familiar y apetecible.
Puede que el grueso de las composiciones manufacturadas a lo largo de toda la trayectoria de la banda no difiera demasiado entre sí. La obra completa de Eels siempre ha presumido de una persistente homogeneidad en sonido, estructura e incluso temática, que alguna vez se ha salido del tiesto con trabajos sorprendentes e inesperados, pero que al final vuelve al redil de lo que mejor saben hacer: ese pop rock añejo de tintes folky y americana, enarbolado en el impacto emocional de la voz de Everett y sabia devoción alternativa. La fórmula, sin duda, continúa funcionando.
Pero si seguimos sobrevolando la globalidad discográfica del grupo es sencillo dar con otra constante: el afán por ataviar muchos de sus álbumes con reminiscencias infantiles que, desde la portada, evocan tiempos pasados con expediciones a la niñez y nos sugestionan en un trance a medio camino entre la ternura, la nostalgia y la ilusión.
Así comenzaron con aquel estreno de 1996 llamado Beautiful freak a manos de una pequeña de ojos inmensos, para la que la fotógrafa Ann Giordanno capturó a una niña que Mr. E describió como «una Susan en miniatura», en referencia a una antigua novia suya llamada Susan —sí, la misma Susan de la canción “Susan’s house” y a quien también dedica el tema que da nombre al disco, “Beautiful freak”—. Y así continúan en este 2020 con Earth to Dora, donde volvemos a reencontrarnos con ese dulce imaginario, solo que esta vez desde la pintura de un payaso que ha decorado durante una década las paredes de la casa de Everett, desde que se hiciera con ella hace tiempo en una tienda de segunda mano.
Dibujos animados y otros recuerdos
Para el segundo álbum de su carrera, Electro-shock blues, el grupo nos invitó a un viaje por el firmamento desde la carátula y por el dolor de la pérdida desde sus canciones. Aquel trabajo nació en 1998 como respuesta al suicidio de la hermana de Everett y a la enfermedad terminal que padecía su madre, con unas composiciones aparentemente sombrías sobre el declive y la angustia, pero con un trasfondo que pretende ser positivo para cuando a uno le toca hacer frente a los acontecimientos más duros de la vida. Las ventas no lucieron tanto como con su predecesor, pero para la posteridad ha quedado este álbum que, encerrado en la tristeza, habita bajo un cielo que invita a soñar a través de una ilustración de H. Scott Rush en colaboración con otros diseñadores y dibujantes como Chester Brown, Francesca Restrepo o Adrian Tomine.
Precisamente Adrian Tomine, especializado en el cómic, y Francesa Restrepo, al frente de la dirección artística de portadas de discos para grupos como Weezer, volvieron a sumar fuerzas para la imagen del tercer álbum de Eels, Daisies of the galaxy, publicado en el año 2000. Un repertorio más ligero con el que Everett se asentó en la escena y demostró su talento no solo para crear canciones, sino también para transmitir estados de ánimo. Publicado de nuevo de la mano del sello DreamWorks, perteneciente a la compañía de producción cinematográfica del mismo nombre, Everett se dejó querer cuando propuso incidir en un dibujo para niños a la hora de ilustrar este disco que, como su bucólica portada, alberga pasajes con constantes referencias a la naturaleza: “I like birds”, “Tiger in my tank”, “A daisy through concrete” o “Wooden nickels”.
Aquel mismo año la banda lanzó su segundo álbum de directo, Oh what a beautiful morning, en el que registraron lo más destacado de su gira con Daisies of the galaxy, y varias pistas acústicas grabadas en vivo durante los conciertos en los que Mr. E teloneó a Fiona Apple. Para poner rostro al disco, de nuevo un dibujo de inspiración infantil en la misma línea de Daisies of the galaxy, pero esta vez con solo dos niños y al otro lado del río. Una tierna secuela.
Cuando los Eels lanzaron su sexto elepé en 2005, Blinking lights and other revelations, ya habían terminado su andadura de varios años con DreamWorks Records y comenzaban una nueva etapa junto al sello Vagrant. Un hecho que quedó reflejado también en la carátula al descartar la ilustración de cuento, a pesar de seguir incidiendo en las connotaciones infantiles. De nuevo de la mano de Francesa Restrepo como directora de arte, esta vez Everett decidió tirar de imágenes familiares para acompañar la narrativa de un repertorio de treinta y tres canciones que orbita por las creencias, Dios, la vida y los recuerdos. Un suelo anaranjado bajo un cielo rosa con una fotografía de su madre cuando era pequeña, fue el elemento perfecto con el que rememorar tiempos pasados, mientras fluyen infinidad de texturas melódicas con ese gancho de raíces estadounidenses y power pop que los ha traído hasta aquí.