Marc: «Yo quería más libertad para que los personajes pudieran saltar y brincar y hacer otras cosas en los surcos del vinilo»
Sidonie han tenido mellizos: un libro —firmado por Mac Ross— y un disco —obra del grupo— titulados El regreso de Abba. Ambos beben del imaginario del solista de la banda, que junto a Axel Pi y Jess Senra, ha teñido de color este grisáceo 2020.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MÒNICA FIGUERAS.
La gente se ha mosqueado en Twitter. Otra vez. Hay a quien no le ha parecido bien una crítica muy positiva del nuevo disco de Sidonie, El regreso de Abba (Sony, 2020). Pero no es el grupo en sí al que le están lloviendo piedras —es posible que esto ya venga de lejos y se hayan cansado—, sino al propio periodista y a su revista. No le toman en serio; la puntuación que le ha dado al grupo catalán ha sido de diez sobre diez y nadie de esta conversación tuitera se lo cree.
A Marc Ros se le fue de las manos una canción y salieron libro y disco compartiendo un mismo título. También dice que ha pasado noches de no dormir y que ha sufrido un trastorno de identidad disociativo. Los mismos tres personajes del libro —Abba Chavanel, Hugo Hierro y Domènech Tremens— están también a lo largo de los veintitrés cortes del disco, que se plantea como doble. Y aunque en la contraportada se indique que El regreso de Abba es un «álbum basado en la novela El regreso de Abba de Marc Ros», no habrá ningún problema, seguro, en escucharlo de modo que sea un complemento a su hermano literario. De hecho, la siguiente entrevista comenzará igual que el libro: «Me vas a hacer la entrevista en una grabadora de casete».
¿Sabes lo que es un casete?
¿Es aquello que también sirve para mandar un documento escaneado?
No, eso es un fax. Me estás vacilando.
Claro que te estoy vacilando, sé perfectamente lo que es un casete. En el sótano de mi casa está la colección de mi padre. Baja después a verlos. ¿Empezamos?
Tom Wolfe, en Ponche de ácido lisérgico, decía que las emociones permanecían en un segundo plano a causa del aprendizaje, de la formación, del modo en que uno fue educado, de los complejos… Marc, ¿dónde has dejado tus emociones para escribir un libro y un disco?
Marc: Entre otras cosas y en ese momento, en la lectura de Ponche de ácido lisérgico. Mi aprendizaje fue leyendo esa novela y también En el camino de Jack Kerouac. Estos dos libros son los que me empujaron a subirme a una furgoneta y no bajarme de ella hasta hoy con estos dos beatniks que tengo al lado [dice, abrazando a sus compañeros Jess y Axel], estos alegres pillastres. He aprendido a gestionar las emociones.
Axel: En El Gótico de Barcelona, en la primera conversación que tuvimos Marc y yo sobre literatura, citó En el camino. Es verdad.
Marc, dices que has empezado a hacer el libro porque una canción se te fue de las manos. No creo que sea la primera vez que una canción se te va de las manos. De ser así, ¿por qué no has escrito antes un libro?
Marc: Creo que la canción más narrativa que he hecho previa a El regreso de Abba ha sido “El peor grupo del mundo”. Era la protohistoria de Los Televisores Rotos y los personajes tenía otros nombres: Laura, Óscar y Álex, pero en realidad eran Abba, Hugo y Domènech. No nos vamos a comparar con Dylan, pero le pasó algo parecido con “Like a rolling stone”, que era una canción que tenía páginas y páginas y al final Dylan lo redujo a una canción de seis minutos y pico. A mí me ha pasado al revés: es una canción que necesitaba para que los personajes y ese grupo, Los Televisores Rotos, tuvieran más vida. El regreso de Abba, en realidad, empieza siendo una biografía de Los Televisores Rotos, pero no arrancaba y no me funcionaba, porque aparte estaba ambientada en Barcelona. Después me crucé con Abba y con Cadaqués, donde pensé que la cosa iba a poder funcionar.
Entiendo que se le da más importancia a la narrativa.
Marc: Claro. Para ser un poco más libres los tres y hacer estas músicas teníamos que prescindir de los diálogos. Lo intenté, ¿eh? Yo quería más libertad para que los personajes pudieran saltar y brincar y hacer otras cosas en los surcos del vinilo.
¿“Mi vida es la música” puede ser la canción más autobiográfica de este disco?
Marc: Sí. Es una miniautobiografía donde se habla del primer concierto que hice con un grupo que se llamaba Helter Skelter. La primera canción que toqué, por cierto, fue “Sympathy for the Devil” de los [Rolling] Stones. Me acuerdo de ese primer concierto, era muy jovencito. Pero no creo que podamos contar nunca la historia del grupo, al menos nosotros. Aunque no sé si me gustaría leerla [su historia, por capítulos, la contó Tito Lesende en Efe Eme aquí].
Bueno…
Marc: Ya, bueno… Pero no. La nuestra, hecha por nosotros, yo creo que no.
Jess: Sobre todo mi parte [risas].
Marc: Esther Tusquets, la escritora y editora, decía que había mentido más en su autobiografía que en las novelas de ficción.
No se describe a Abba en ningún momento, no se sabe cómo es, pero aquí más de uno ha visto a Kimberley Tell como la verdadera Abba.
Marc: ¿Por qué [Kimberley] es Abba?
Al leer Abba, lo primero que llega a la cabeza es el grupo nórdico y gente rubia. Además, Kimberley es mitad española y mitad danesa.
Marc: Yo ya tenía la modelo en casa, en una foto. Es una persona que existe, que está viva, y se llama Françoise Hardy. Que apareciera Kimberley no estaba previsto.
Jess: Fue una cosa accidental totalmente. No había nada premeditado.
Marc: De hecho, nos hemos inventado un verbo. Cuando vemos a una persona así decimos que «abbea». Y Kimberley «abbea» totalmente.
Jess: Cuando vino a hacer la colaboración alucinamos de tal manera que ese mismo día la invitamos a ir a Cadaqués para rodar el videoclip de “Me llamo Abba”. Tenía que salir.
Axel: Son cosas que se salen de tu control y no eres capaz de controlarlas. Marc se había preocupado de no dar ningún tipo de descripción acerca de ella en la novela y nosotros le dábamos muchas vueltas a la importancia, incluso en el videoclip, de que esa persona no saliese en la portada o en las fotos, porque justamente estábamos jugando con el misterio que supone que cada uno se imagine su Abba. Como te decía, no podemos evitar que haya cosas que se escapen a nuestro control, pero sí necesitábamos una cantante que cantara esa parte en francés. Y pasaron cosas extraordinarias para que al final llegase como llegó Kimberley al estudio, como una explosión. Ese fin de semana, al acabar de grabar el videoclip, en una tarde preciosa de domingo en Cadaqués, estábamos los tres diciendo que, sin haberlo deseado, ahora mismo Kimberley era nuestra Abba. Sabíamos que después iban a llegar otras imágenes que representarían la Abba que hay en el disco y en la novela, pero la fuerza de Kim hizo que sintiéramos que, para nosotros, en ese instante, era nuestra Abba.
Jess: «El disco es muy colorido y el más Sidonie de todos, diría»
¿Existe la verdadera casa de Abba?
Marc: Pues sí. ¿Pero sabes que los propietarios no conocen la novela? En S’Alqueria Gran hay dos o tres casas y yo he hecho una mezcla de todas ellas para imaginarme esa casa de Abba. Me gustaría decirles: «Vecinos de Cadaqués: he escrito una novela pensando en vuestra casa». Pero me da mucha vergüenza. Si me acompaña alguien, la próxima vez que vayamos lo haremos.
¿Es verdad que [Salvador] Dalí le tiró los trastos a tu madre en Cadaqués?
Marc: Sí. Es totalmente cierto. Hubo un coqueteo hasta el punto de que mi padre, que no es un tipo celoso para nada, se quedó pensando. Mi madre era muy «curvosa», muy guapa, con los ojos verdes… y llamaba la atención. Tú sabes que Dalí tenía una gente que hacía como una especie de casting, bajaba al pueblo a buscar gente guapa para que subiera por las tardes a la casa de Portlligat a hacer una fiesta. Pues ese día bajó él mismo, vio a mi madre y parece ser que los invitó, pero mis padres no lo vieron muy claro y se asustaron, porque pensaron que se iban a encontrar una orgía. Pero aquello era de lo más inocente. Lo que se hiciera después ya…
Dice Marc que ha empezado muchas canciones en Poblenou que luego ha terminado en Cadaqués. Si tenemos en cuenta que esta idea le rondaba por la cabeza desde 2016, ¿cuál ha sido la primera canción o los primeros temas que había para El regreso de Abba?
Jess: De las primeras demos caseras que nos envió Marc, la primera canción era “Me llamo Abba”, con aquella introducción: «Soy un naufragio y también soy la balsa…». Era oro. Escuchábamos material de nuevo y era increíble. No dudábamos, pero sabíamos que estaba muy inmerso escribiendo el libro y que le estaba ocupando mucho espacio. Ya nos había dicho que no encontraba ese tiempo para poder componer las canciones, pero vino con una batería de temas y se notaba que había encontrado la inspiración para estar escribiendo el libro y al mismo tiempo estar componiendo canciones, que debe ser complicadísimo. Eran siete u ocho canciones y ya estaban joyas como “Me llamo Abba”, “Verano del amor”, “Televisores rotos”, “Abba y Mathieu”… Había un material increíble que teníamos que trabajar juntos para sacarlo.
Y el corte final es de veintitrés canciones…
Marc: Sí. Es la adrenalina y el miedo. Cuando se me encontraron las dos fechas de entrega, tanto de la novela como del disco, pensé que no iba a ser capaz. Le transmití las dudas a Axel y a Jess y les dije que necesitábamos componer todos y llamar a otros compositores, porque veía que no llegaba. Pero es curioso que necesites esa presión, la adrenalina y el miedo para hacerlo. Entonces no te salen diez canciones para rellenar un disco, sino veintitrés, y algunas muy cortitas. Repasando la discografía, pienso que las mejores obras de mis artistas favoritos están hechas por gente que está muy jodida, sufriendo una situación de estrés. El mejor año de [David] Bowie es el 72: de gira, produciendo el Transformer de Lou Reed, grabando The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, haciendo una de las mejores canciones para Mott the Hopple (“All the young dudes”), descubriendo la cocaína… ¿Cómo puede ser? La mejor obra está en esos años. Y The Beatles igual. Cuando se separaron, parte de la presión desaparece, porque cada uno de ellos deja de ser un Beatle; es más libre y el listón baja.
Axel: En cualquier caso, lo que hace cualquier compositor a la hora de escribir canciones ya tiene un valor increíble. Es importante dar valor a lo que nos pasa y el esfuerzo que cada uno hacemos en este compromiso que significa estar en un grupo. Y cuando nos esforzamos tanto es importante reconocerlo. Lo que ha hecho Marc con este disco y con esta novela tiene un valor increíble.
Y no han puntuado mal el álbum…
Marc: Tiene mucho valor recibir esos comentarios de la crítica; de [Enrique] Vila-Matas, que nos ha dicho cosas muy bonitas; de Andreu Buenafuente… Pero recibir el apoyo de los compañeros de grupo es muy potente. Y no es por devolverle las palabras a Axel, pero es imposible que yo haya podido llegar hasta aquí sin la compañía de estos dos tipos. Pero es que, además, El regreso de Abba no se ha acabado con la salida del disco, sino que sigue en cada post que hacemos en Instagram y en cada concierto que haremos… Durará lo que tenga que durar; este es un trabajo que empezó el 19 de enero de 2020, pero todavía no ha acabado.
Hablamos de un disco doble que parece llevar a los primeros discos de Sidonie, vuelve el sitar…
Marc: Es una buena noticia que haya vuelto el sitar en ese marco de la psicodelia y del «hippismo». Hay tres caracteres del disco, que son los caracteres de los tres personajes, entonces he tenido que componer como si fuera Abba, Hugo y Domènech. En las canciones que corresponden a Domènech, como “Nirvana internacional”, Jess, sabiendo que a Domènech le flipan los ragga rocks, ha tenido la amabilidad de desempolvar el sitar y tocarlo.
Jess: El disco tiene algo, como un viaje a través de toda la música de Sidonie, pero no está hecho de esa manera, ha salido así porque es Sidonie, es el grupo que ha grabado Costa Azul, Sidonie, Shell kids, El fluido García… Y en cierta manera es una travesía a través de todos esos discos; va pasando por uno, va llegando al otro… De ahí la diversidad que tiene el disco, que es muy colorido y el más Sidonie de todos, diría.
A mí, “Hugo del desierto” me recuerda a “Estáis aquí”, por ejemplo. Pero El regreso de Abba, aunque es un disco de Sidonie, no es Sidonie lo que se habla en él.
Marc: Qué curioso que sea muy Sidonie sin quererlo.
Axel: Y sin ser solo una revisión. La portada invita a pensar en ello; hemos dado un salto y, por tanto, nos hemos aproximado a la música tradicional latinoamericana (“Mi guerra”), algo que nunca había estado. Estos sonidos te llevan a acordarte de los Sidonie de los primeros discos, pero también está lleno de apuestas, arreglos y ritmos que nunca habíamos usado. Este acercamiento a Latinoamérica llega durante la grabación, porque visitamos Medellín para tocar. Y si ya había esa intención de acercarnos a la cultura musical latinoamericana, cuando volvemos de Colombia el enamoramiento es tal que poco después empiezan a llegar canciones y arreglos que venían a explicar este discurso: Sidonie es ese grupo marcado por el Triángulo de las Bermudas formado por Barcelona, Ciudadela de Menorca y Cadaqués que después construye un puente para llegar a Latinoamérica.
“Portlligat” es la primera canción en catalán que Sidonie graba en un disco suyo, pero no es la primera canción del grupo en catalán… Recuerdo la versión de Una guitarra, de [Joan Manuel] Serrat.
Marc: Hay otra versión, que es una canción de Sopa de Cabra que se llama “El far del sud”. Y otra propia, un villancico, “Somnifers”.
Axel: Y otra de Charlie Chaplin que hicimos con Santi Balmes (Love of Lesbian): “Somriu”, una adaptación de “Smile” que se nos encargó cuya letra se cambió para formar parte del disco de La marató de TV3, que va con fines benéficos para investigar según qué enfermedades.
Ya hemos hablado de las canciones en catalán, de las partes en francés de “Me llamo Abba”, ¿pero dónde está el italiano en El regreso de Abba?
Marc: Es un «buona sera» [risas]. Es solo una frase, pero es muy importante, porque hay vínculos con el país transalpino y porque somos unos «flipados» de la música italiana. La putada es que no me ha servido de mucho salir con una italiana durante cinco años. Me defiendo con el italiano, pero no he llegado al punto de hacer una canción en ese idioma, y me encantaría poder hacerla.
No quisiera olvidarme del mantra «Om mani padme hum» de “Nirvana internacional”. Por lo que he estado leyendo, es el mantra de Chenrezig, el buda de la compasión. Y yo creo que mucha compasión no has tenido contigo mismo…
Marc: En casa me iba la ducha, abría el grifo hasta que había un poco de vapor, cortaba el agua y me ponía a cantar mantras desnudo. He hecho mucha meditación y creo que eso ha sido lo que me ha salvado la vida. Ahora me he venido arriba y estoy un poco mejor, pero he estado mal, muy mal. Gracias a la meditación también he podido trabajar y sacar esto adelante.
Marc: En casa me iba la ducha —tengo un plato, no una bañera—, abría el grifo hasta que había un poco de vapor, cortaba el agua y me ponía a cantar mantras desnudo. He hecho mucha meditación y creo que eso ha sido lo que me ha salvado la vida. Ahora me he venido arriba y estoy un poco mejor, pero he estado mal, muy mal. Gracias a la meditación también he podido trabajar y sacar esto adelante.