Hinds: «Lo que nos ha pasado es tan fuerte que parece de coña»

Autor:

«No somos tanto una banda de estudio; nos gusta tocar y tocar»

 

Revolucionaron la industria con Leave me alone (2016) y lograron un nuevo éxito con I don’t run (2018). Ahora, Hinds presentan el tercero, The prettiest thing, un disco «de crecimiento» en el que combinan canciones en inglés y español. Carlos H. Vázquez habla con Ana García Perrote.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: ANDREA SAVALL / KEANE SHAW.

 

Después de Leave me alone (Lucky Number, 2016) e I don’t run (Lucky Number, 2018), Hinds han experimentado. Como dice el NME, han abrazado el pop. Les ha salido bien.

The prettiest thing (Lucky Number, 2020), el tercer elepé de Hinds, viene con cambios, además de los sonoros, como la inclusión del castellano en algunas de las letras. Ana García Perrote, Carlotta Cosials, Ade Martín y Amber Grimbergen han tenido tiempo esta vez para trabajar en el estudio, aunque ellas son habitantes de escenario. Los diez temas de este álbum han partido desde cero con sintetizadores, siendo después pulidos por Jennifer Decilveo en la producción. Las Hinds ya no hablan de amor.

 

¿Han sucedido más cosas entre vuestro segundo y tercer disco que entre el primero y el segundo?
Sí. Las grandes diferencias de este disco son el tiempo y haber tenido dos discos a las espaldas. El primero era muy guay, muy natural y muy espontáneo. Y el segundo era muy rock clásico, más parecido al directo. Ahora, por primera vez, hemos tenido tiempo para respirar, y en vez del sandwich «gira de dos años-dos meses para componer-gira de dos años», hemos parado de girar para dedicarnos a componer en ese año, lo cual es un privilegio hoy en día. Con dos meses no puedes probar un nuevo instrumento, no puedes trabajar con personas diferentes que te influyan.

 

¿Desde cuándo habéis sentido curiosidad por el sonido de vuestros discos?
Un poco desde el principio. Cuando terminamos de girar ya pensamos qué íbamos a hacer en el siguiente. Nos preguntamos cuál era el disco de referencia de cada una, pero no sabíamos hacia dónde ir. Entonces pensamos en las cosas que queríamos y en las que no. Una cosa que ya sabíamos, por ejemplo, era que íbamos a cantar en español. También queríamos añadir más instrumentos. En general, queríamos estar más tiempo en un estudio.

 

En ese caso, ¿convenía tener cerca el punto de vista externo de un productor, que os diga lo que no queréis escuchar en un estudio? Aquí es Jennifer Decilveo, pero anteriormente fueron ‎Diego García (Leave me alone) y Gordon Raphael (I don’t run).
Sí y no. No sé si esto es algo nuestro muy personal. En este disco hemos tenido la oportunidad de conocer a mucha gente, mientras que con el primero teníamos claro que iba a ser Diego. Y en el segundo, aunque creo que probamos a alguna persona más, también teníamos bastante claro que iba a ser Gordon. Pero en este último ha sucedido todo lo contrario, porque ninguna conocíamos a nadie ni casi sabíamos qué habían hecho. Con esto nos hemos dado cuenta de que hay personalidades muy locas. Creo que es muy difícil encontrar el balance, porque cada persona funciona de una manera diferente, pero también hay gente que trabaja muy bien bajo una presión que flipas, gente que no soporta que le critiquen nada… Con Jennifer fue un match bastante perfecto desde el primer día. Viene de Los Ángeles, de producir a gente mucho más comercial de la radio americana… Cuando entramos en el estudio, por cómo tocamos y por cómo cantamos, se quedó prendada de la energía y de la locura. Le gustó todo lo que ella no tenía en su mundo y a nosotras nos gustó del suyo lo que no tenemos en el nuestro. Apreciábamos mogollón lo que nos podía aportar. Es una crack de los sintetizadores.

 

 

¿Cómo entraron los sintetizadores en las canciones? El primer tema, “Good bad times”, no deja lugar a dudas de cómo va a ser el resto del repertorio…
Muchas nacían ya con sintetizadores. Es lo que te decía de la diferencia que hay con este disco, de haber pasado un año probando cosas. Parece una tontería, pero con un Do Re en una guitarra te pueden salir canciones parecidas a las que hacemos nosotras. Pero de pronto tocamos Do Re en un piano, en un Wurli o en otro teclado, y sale algo totalmente diferente, aunque en realidad los acordes son los mismos. Así que no ha sido tanto la complejidad de las canciones, sino componer de cero con otros sonidos detrás, aunque sean muy simples y solo con un sintetizador. Todas las canciones, más o menos, tienen sintetizadores. La primera vez que lo hicimos fue bastante pronto, con un Wurlitzer, pero por ser la novedad. Algo que no fuera una guitarra, un bajo o una batería.

 

Creo que “Just like kids (Miau)” podía haber estado en vuestro primer disco. Resulta muy diferente si la comparas con “Good bad times” o “Riding solo”.
Sí, es muy diferente. Por las melodías, también la veo como del primer disco. Pero por la producción y por la fuerza la veo en este último disco también. Me parece que es una buena representación de lo que éramos y de lo que somos.

 

“Burn”, en cambio, estaría más cerca de vuestro segundo disco. El coro os delata, pero el solo de guitarra os reivindica, porque no es la primera vez que metéis uno (“Easy”).
Total. Es lo bueno de este disco también. No sé por qué no nos ha dado miedo juntar canciones tan diferentes. No sé si ha sido por tener ya dos discos detrás o qué, pero esta diferencia abismal nos ha parecido bien en todo momento. Creo que en las grabaciones siempre hemos tenido muy presentes las melodías y las voces, por eso el hilo conductor se mantiene muy fuerte en las voces.

 

“Solar gap” es instrumental, pero también experimental, como “Riding solo” o “This moment forever”, aunque no son instrumentales. ¿Cómo surgieron?
Eso sí que no lo pensamos como tal. “Riding solo”, por ejemplo, de pronto tiene ese punto que no te esperas. Ni siquiera me lo espero yo cuando la estoy tocando. El hecho de ser una banda y de tocar tanto es lo que realmente nos hace vibrar más. No somos tanto una banda de estudio; nos gusta tocar y tocar. Entonces, todos estos momentos para un grupo son la joya de la corona. Por mucho que investiguemos en la producción, lo que nos apetece al final es tocar en directo esos momentos más locos y más instrumentales.

 

«Cada vez que empezábamos una página en blanco, nos planteábamos hacerlo en español»

 

Con “Come back and love me” también os desmarcáis, pues es un tema prácticamente acústico que parece ser una ranchera-pop. Es de las pocas más crudas, como “I’ll be your man” y “Tester”.
Sí. Esta canción sí que no fue un quebradero de cabeza, sino que salió supernatural. La guitarra que oyes es la que tocaba Carlotta en su casa. Nos la llevamos al local, las chicas le dieron ese toque como de bossa nova… De por sí era una canción que sonaba muy redonda y no se nos ocurrió meter nada más. Sí se nos ocurría meter unos theremines al final, en la cola, pero a la canción no le hacía falta nada que no tuviese ya. No le dimos demasiadas vueltas.

 

Cantáis, en efecto, en castellano en “Boy” y en “Good bad times”. De hecho, leí a Carlotta Cosials decir en El Confidencial: «Desde que terminamos el álbum dos nos apetecía mucho meter español». ¿Una idea se cuenta mejor en tu idioma materno?
Es que es muy diferente. Nosotras nunca habíamos usado el español como una lengua con la que transmitir algo en una canción, solo lo habíamos usado de una manera más o menos coloquial. Y, a la vez, el inglés lo usábamos bastante más. Lo que más miedo nos daba era esa diferencia, hacia dónde tiraríamos; las opciones, el estilo y la personalidad que tiene una canción son miles. Hemos estado trabajando muchos años en inglés, pero con el español teníamos todas las opciones. Con el inglés al principio, como no sabíamos hacerlo, las opciones eran menores. Así que, al no tener más opciones, tampoco nos podíamos rallar. Sin embargo, con el español es todo lo contrario. Además de la carga emocional, porque todo nuestro entorno lo iba a entender. En “Boy”, que no es toda la canción sino una coletilla, nos preguntábamos cómo resumir todo el significado de la canción en una pequeña frase en español. Cada vez que empezábamos una página en blanco, nos planteábamos hacerlo en español. Lo intentábamos, claro, y a veces funcionaba y otras no. También traducíamos letras. Pero es que no se podía, por ejemplo, traducir “Just like kids (Miau)”, porque con esa longitud y esa melodía no quedaba bien. Sin embargo, con “Riding solo” sí se podía.

 

 

¿Qué canciones de los discos anteriores habéis tratado de traducir al castellano?
Ninguna. Bueno, planteamos “Soberland”, pero no la llegamos a acabar. No quedaba tan bien.

 

¿Es esto un síntoma de crecimiento? Dijisteis en SModa que sois de la «generación de la ESO en inglés» y que la música que os gusta (Black Lips o The Parrots) utiliza esa lengua también.
No lo sé. Ojalá. A mí me gusta mucho hacerlo. El público español que no sabe hablar inglés me imagino que lo agradecerá, porque lo habrá entendido como hacemos todos: captar sílabas en vez de palabras con significado. También creo que el público anglosajón lo está agradeciendo, porque en realidad es una parte muy íntima nuestra que les suena diferente. Es algo que enriquece a todos los niveles.

 

¿Un tercer disco es siempre un disco de confirmación?
En nuestro caso concreto, creo que el segundo fue de confirmación. Este tercero, para mí, ha sido un disco de crecimiento. Pero no porque tengamos que justificarnos, sino porque ha surgido así; hemos tenido tiempo y hemos crecido mogollón, porque ha ido en sí muy bien el proceso.

 

¿Sentís que tenéis que seguir demostrando algo? Siempre se ha puesto en duda vuestro talento.
No creo que estemos demostrando nada, pero porque, como te decía, eso ya lo hicimos con el segundo. Nuestra escena, de donde venimos, siempre ha sido muy rockera, garagera… y se valoraba más el directo, la energía… Nosotras nunca hemos tenido una llamada hacia algo un poco más pop, que suene más caliente y más redondo. Por eso digo que el segundo sirvió para demostrarnos a nosotras mismas, y un poco a los demás, que somos capaces de hacer un álbum de rock con cuatro instrumentos. Lo que siento que he demostrado, sobre todo a mí misma, es que somos capaces de hacer algo muy diferente en relativamente tan poco tiempo. Pero no ha sido por una presión ajena, sino por probar algo diferente, algo que nos apetecía, y ha sido como un sprint, porque ha funcionado muy bien.

 

«Somos alegres, energéticas y esporádicas. Creo que esas tres cosas nos condenaron totalmente al principio».

 

Entonces, ¿por qué “Just like kids (Miau)” es una canción que suena a crítica?
Igual por la edad, por la industria, por dónde estábamos personalmente Carlotta y yo… como que nos hemos sentido más fuertes. Hasta ahora, el primer disco eran canciones de amor y el segundo de desamor, y creo que por primera vez nos hemos atrevido a hablar de cosas que no tienen que ver con el amor. Todas hemos pasado por una crisis existencial en estos últimos años en los que hemos crecido mucho y hemos tenido un choque de realidad con lo que pasa en la industria. Cuando hacemos una canción, primero va la melodía, aunque no sepamos de qué vamos a hablar. En este caso, nos preguntamos por qué no hablábamos de esto, de lo que nos estaba pasando. Como hubo más tiempo, hemos hecho más canciones, aunque no estén en este disco. No saber cuál iba a ir seguro en el disco no nos ha puesto tanta presión, hemos compuesto las canciones sobre las cosas que nos pasaban y que hemos vivido, y lógicamente muchas de ellas no son de amor. Por eso hay más canciones de realidad pura y dura.

 

¿Piensas que os habrían tratado de otra manera de no haber sido tan jóvenes, sobre todo al principio?
Seguro. Creo que hay tres elementos clave: ser jóvenes, ser mujeres y nuestra personalidad. Somos alegres, energéticas y esporádicas. Creo que esas tres cosas nos condenaron totalmente al principio.

 

Vuelvo a citar a Carlotta en El Confidencial: «Creo que a lo largo de la historia la mujer se asocia mucho a que lo mejor que puede ofrecer es su imagen mientras que lo mejor que puede ofrecer un hombre son sus ideas. Como éramos mujeres jóvenes, a la gente no le entraba en la cabeza que las ideas fueran nuestras». Antes hemos hablado de tener a alguien que nos dijera lo que no queremos oír. ¿Dónde crees que está la diferencia entre deciros lo que no queréis oír y la opinión de la gente?
En general, siempre va a haber una opinión de la gente en Internet. Es lo que hay. Pero yo, personalmente, lo que hago es no leer esas opiniones, porque me influyen demasiado y no quiero ni me apetece, aunque sean buenas. Me hacen sentir muy rara, como que me alinean un poco. Cuando nosotras fundamos el grupo, no teníamos ni canciones ni alguna amiga que se dedicase a la música, aunque sí amigos que tocaban en bandas. Para nosotras eran nuestros héroes, pero si nos metíamos iban a pensar que nosotras nos componíamos, que solo cantábamos, y tampoco nos íbamos a sentir de tú a tú.

 

¿Existía un cierto temor de los hombres respecto a vosotras, porque no sabían por dónde ibais a tirar?
Sí, sí. Es tan fuerte todo lo que nos ha pasado que parece de coña. Pero es la magia de todo esto. No tenemos la fórmula del éxito, porque cada artista funciona de una manera diferente. Y lo que nos llevó a nosotras a dar el primer paso y demostrar que éramos buenas fue esa espontaneidad y las ganas de hacerlo.

Artículos relacionados