LIBROS
«Un libro tan riguroso como ameno, necesario para conocer el intríngulis creativo de Hilario y la verdad palpitante con la que entendía la música»
Álvaro Alonso
Hilario Camacho, el trovador de Chamberí
SILEX, 2020
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Existía una deuda con Hilario Camacho en la bibliografía musical de nuestro país que el periodista Álvaro Alonso ha saldado con creces, sorteando obstáculos y equilibrando encomiablemente al hombre, al músico y a su circunstancia. Más allá del malditismo que suele acompañarle, cuando la mirada es apresurada, el trovador de Chamberí, tal como lo llama Alonso, supo desarrollar una trayectoria artística absolutamente excepcional en sus mejores momentos, que ya se deja ver en el talante de A pesar de todo, disco grabado en 1973 bajo la producción y el sello de Alain Milhaud.
Álvaro Alonso no solo recorre pormenorizadamente discos, grabaciones y canciones, sino que bucea en los prolegómenos del artista, en sus primeros balbuceos, en todo lo que importa para entender su cancionero futuro. Por ejemplo, con quién se encuentra, a quién ama, por qué Madrid deambula cuando la tormenta arrecia. El uso atinado de las fuentes y de los testimonios ayuda a encajar las piezas del rompecabezas para construir una imagen de Hilario lo más veraz posible.
Hilario fue desde sus inicios una hermosa y rutilante excepción en aquella España de cantautores del tardofranquismo. No fue nunca un cantautor al uso y su equipaje musical le mostraba a contramano de los compañeros de oficio y generación de aquel momento. Serrat y Aute iban por otra onda, cada uno con sus modos. Cecilia se le podía aproximar en su querencia folk. Pero Hilario era otra cosa y Alonso documenta muy bien esa senda propia y personalísima por la que viaja con su cancionero electrificado, como un Dylan asomado al Manzanares, capaz de alumbrar canciones como “Madrid amanece”.
Tras bucear en su anterior obra en Gene Clark, el fundador de Los Byrds, Álvaro Alonso compone en El trovador de Chamberí un retrato y un relato de un artista tentado demasiadas veces por el fracaso. A pesar de ello, Hilario dejó en los años setenta muestras evidentes de su inspiración con discos claves como De paso o La estrella del alba. Ahí entra la personalidad influyente de Gonzalo García Pelayo y el distinguido sello Gong. De todo ese mundo desplegado por Hilario se hace eco Álvaro Alonso.
El periodista se aproxima al entorno creativo de Hilario, al vértigo de sus creaciones al compás del propio vértigo de un país en transformación que dejaba atrás la dictadura para aguardar el tiempo nuevo de la democracia. Toda esa épica y esa lírica, bañada en inevitable desencanto, recorre la propia travesía vital de Hilario Camacho, que lo mismo fijaba su atención en un poema de Antonio Machado en la deslumbrante “El agua en sus cabellos” que se cruzaba con Sabina en los años ochenta. Hilario no se parecía a nadie. Iba absolutamente por libre y podía juntarse con músicos eclécticos en la propia vanguardia del jazz.
Hilario supo arriesgar. Jugó sus cartas. No cejó en ese empeño de abrir una senda nueva, aunque batallara entre incomprensiones varias, en esa melancolía depresiva de quien no pareció, en un determinado momento, encontrar su sitio. Esa especie de insatisfacción pesó sobre la valoración de una obra reivindicada con justicia poética por Álvaro Alonso que firma un libro tan riguroso como ameno, necesario para conocer el intríngulis creativo de Hilario y la verdad palpitante con la que entendía la música. Esa libertad de acción y creación que se plasmaron de manera especial en De paso, una de esas joyas de nuestra música pop en la que Álvaro Alonso se interna con maestría, sin dejar ningún cabo suelto. Léase ese capítulo del libro mientras uno vuelve a disfrutar de la energía febril de “Volar es para pájaros” o de la osadía concupiscente de “Cuerpo de ola”.
El gran mérito de esta biografía es el rigor y equilibrio de todas las partes que lo integran, constituyendo, en definitiva, ese libro que merecía Hilario Camacho. Un músico que habitó entre nosotros con la huella indeleble de sus canciones, desde aquella “Imagen” que preludiaba a un artista extraordinario hasta esa joya filosofal que le autorretrata, “La clave secreta”, quizá una de sus grandes canciones, compuesta ya en el final de su propio viaje.
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