Nuevo día (1975), de Lole y Manuel

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

«Nadie antes había dado a luz una poesía tan flamenca y jonda como la suya»

 

David Pérez Marín regresa a los inicios del Nuevo Flamenco deteniéndose en uno de sus discos capitales, Nuevo día, la transformadora obra que alumbraron Lole y Manuel con Ricardo Pachón a la producción.

 

Lole y Manuel
Nuevo día
MOVIEPLAY, 1975

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Cuentan que, cuando Camarón de la Isla escuchó aquellos nuevos sones que grabaron Lole y Manuel —con Ricardo Pachón a la producción— a mediados de los setenta, quiso cortarse la coleta «de la Isla» y emprender una nueva senda en su ya de por sí revolucionaria carrera… De aquella chispa que desataron Lole y Manuel prendería la llama del Nuevo Flamenco, iluminando con aquel sol que venció a la luna en Nuevo día (Movieplay, 1975) a otros discos icónicos como La leyenda del tiempo (PolyGram, 1979).

La figura de Manuel Molina es clave en la revolución y renovación que comenzó a gestarse en la década de los setenta, primero en el grupo Smash y después junto a su mujer y pareja artística, Dolores Montoya, en Lole y Manuel. Un Nuevo Flamenco como una suerte de aire fresco que, conocedor de la tradición y respetuoso con ella, pero valiente y enérgicamente transformador, sopló con fuerza e hizo temblar los cimientos de la ortodoxia flamenca gitana desde su imprescindible y rompedor debut, Nuevo día, uno de discos flamencos (y no flamencos) más importantes del siglo XX.

Un chelo raja el cielo y la guitarra de Manuel marca el camino, con Lole cantando con un tempo y una tesitura aguda que podría derretir hasta el corazón más helado en un parpadeo. Desprende un sentimiento y poderío que, entre violines, más que una cantaora joven de veinte años, parece una divinidad que es luz cegadora y trae, en cada fraseo jondo, un mañana futuro a un presente que es suyo verso a verso: «El Sol, joven fuerte / ha vencido a la luna / que se aleja impotente / del campo de batalla. / La luz vence tinieblas / por campiñas lejanas, /el aire huele a pan nuevo… / El pueblo se despereza, / ha llegado la mañana».

La poesía completa que recorre cada surco de Nuevo día (y de todos los discos de Lole y Manuel), tejida a base de azahar, madrugá, sangre y vino dulce, pasión y herida palpitante, la firma Juan Manuel Flores, pieza fundamental para soñar «con tus besos por el callejón del Agua» y entender que «en amores, / las caricias soñadas / son las mejores».

Nadie antes había dado a luz una poesía tan flamenca y jonda como la suya, versos que nacían para vivir y morir en cada interpretación desgarrada de Lole y Manuel.

Diez canciones en las que la sensibilidad y el ritmo que las habitan, para el tiempo, degustando cada rasgueo de guitarra y cada quejío como si fuera el primero y el último en la Tierra. Y es que, aunque mamaron la pureza más clásica, abren grietas y ventanas para que broten jazmines resplandecientes y libres, de lo pretérito, a las nubes y más allá. Como decía Manuel: «Está claro que yo no toco la guitarra como lo hace mi padre, ni Lole canta como lo hace su madre… Nuestros padres no oyeron a Janis Joplin ni a Jimi Hendrix, tampoco escucharon la música de The Beatles. Nuestro cambio está, sobre todo, en el ritmo».

Una renovación estética y sentimental, tanto en las interpretaciones como en las letras, que vuelven a fluir de lo popular y, abrazando la brisa hippy americana, de la naturaleza misma. Una poética rica y poderosa en imágenes que rezuman de la propia piel y van directas al pecho.

«Tu chimenea está triste / porque no tiene fuego, / si te hace falta la leña, / primo, yo te la llevo». El dolor y la alegría de “Tangos canasteros”, la belleza de la realidad y pura fantasía de “Bulería de la luna” o ese hermoso “(Un) Cuento para mi niño” que debería escucharse en escuelas y hogares, para huir de «breves bellezas muertas» y enseñar y sentir tantas cosas…

De “La plazuela y el tardón”, con Manuel partiéndose el pecho, a la eterna “Todo es de color” o esa “(Con) Hojas de menta” que, entre quejío y quejío, degustamos en nuestras propias bocas.

Un amanecer continuo, un Nuevo día que marcó a toda una generación de artistas y que sigue calentando como el sol que ilumina cada mañana.

Anterior entrega de Operación rescate: Hilux (1993), de The Model Rockets.

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