«Escucho ahora el directo Live in Germany y pienso: “¡Qué bestias!”. Era una cosa fantástica que realmente sucedía»
El mexicano Alan Boguslavsky fue el último guitarrista de Héroes del Silencio, a mediados de los noventa, y acompañó a Bunbury en su debut solista. Carlos H. Vázquez habla con él de su historia con el grupo y otros proyectos.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Foto de portada: JUAN MORO.
Resto de las fotos: ALAN BOGUSLAVSKY / JOAQUÍN CARDIEL.
A Alan Boguslavsky le llaman «El azteca de oro» por bautizo de Enrique Bunbury. Fue guitarrista rítmico de Héroes del Silencio desde 1993 hasta 1996 y después acompañaría a Bunbury en su primer disco en solitario, Radical sonora (Chrysalis, 1998). La música fluía aunque el corazón se hacía añicos. Había que seguir el camino como un buen mochilero, y si ayer fue Bogusflow (Grabaciones en el Mar, 1999), hoy es Raíces (Autoeditado, 2019), el debut de Jamás. Alan, como un gato, tiene siete vidas, y en las siete ha sonado el rasgueo del güerito.
¿Cómo te encuentras después del accidente? ¿Qué sucedió?
Venía de hacer unas presentaciones por el norte, la zona de Mexicali, Tijuana, Ensenada… Cuando terminé, cogí el coche para ir a mi casa y en la carretera Toluca-Valle de Bravo tuve un pequeño despiste, exceso de confianza; estaba bien, me faltaba una hora y media para llegar a mi casa, me conocía el camino de memoria… De repente, un pequeño castañazo con unas consecuencias muy serias.
Y económicas. Necesitaste ochocientos mil pesos mexicanos para costearte la estancia en el hospital (ABC de Observatorio de México D.F.) y la intervención.
Y todavía estamos resolviéndolo. Quiero recalcar lo agradecido que estoy por el apoyo tan cariñoso, energético y espiritual que recibí.
También necesitaste sangre, pero solo hay un cinco por ciento de gente en el mundo que tiene tu mismo grupo sanguíneo, O negativo.
Sí, soy uno de los raritos [risas]. Por ahí leí que nos tenían que hacer una prueba para comprobar si éramos extraterrestres. Yo pensé: «Muy bien. Sí me la creo». Aparte, el O negativo es donante universal. Somos gente que podemos dar, pero recibir ya es más complicado.
Para colmo, tiempo después del accidente, entraron en tu casa y se llevaron varias guitarras.
Sí. Me hicieron un «roto» de mucho cuidado. Desafortunadamente, pensé que el lugar era relativamente seguro. Creo que los que entraron lo tenían todo muy estudiado y, tal vez, debería haber estado en mi casa el día del robo, pero había pasado un cúmulo de cosas desafortunadas esa semana y me quedé en Ciudad de México.
¿Qué se llevaron?
Me robaron dos guitarras eléctricas y una acústica, una mandolina, un teclado, una melódica, micrófonos, computadoras, pantallas, electrodomésticos, ropa, dinero, un iPod, bocina… Eso fue al menos lo que llegué a costear. Y te hablo solo del estudio, porque luego, en mi cuarto, estaba todo abierto, «tronado», roto… Por suerte me dejaron los pasaportes. Yo creo que los dejaron para que me vaya de viaje otra vez y ellos vuelvan a por lo que se dejaron.
Recuerdo que tenías una Gretsch Silver Jet. ¿También te la han quitado?
No. Y no sé si será por intuición, pero en estos viajes que estaba haciendo a Argentina y luego a España ya me estaba llevando algunas guitarras a casa de mi madre, porque tampoco tiene mucho sentido tenerlas todas en Valle de Bravo. Si normalmente estoy trabajando con tres, ¿para qué quiero tenerlas todas? Pensé que se habían llevado una Gibson Les Paul Studio, pero resulta que había sido la Telecaster Deluxe del 78, que para mí es una de las más preciadas. Pero todo esto volverá.
Hablemos de tu primera banda: ES3. ¿Cómo se formó?
Fue algo que tenía claro después de mi viaje de mochilero, cuando me di cuenta de que podía ganarme al menos unos centavos en la calle. Y si eso lo llevaba a otro nivel, podía crecer y suceder algo. Estuvimos tres o cuatro años. En realidad, mi primera banda antes de irme de mochilero fue Alejari, pero ahí no tocaba la guitarra; cantaba y tocaba la armónica, aunque nunca iba a ensayar, entonces me echaron y me puse a tocar la guitarra. Era la patada en el culo que necesitaba para ponerme a hacer las cosas. Siempre tuve la ilusión de tocar la guitarra.
¿Qué ruta habías seguido estando de mochilero?
Estuve en Israel, Egipto, Grecia, Italia, España, Alemania y Suecia. Fue de 1985 a 1987.
¿Cómo te sufragabas los viajes?
Mi único regalo fue el billete de avión. Mis padres me dijeron: «Mira, tú termina los estudios (BUP, preparatoria…) y te regalamos un billete de avión para que te vayas a hacer un año sabático». Me pareció muy bien, pero les pedí que el billete fuera de ida. Mi aventura duró dos años y tres meses. Tampoco fueron tantos países, porque preferí quedarme en los lugares que conocía. Como trabajé mucho en los kibutz de Israel, conocía a gente de todo el mundo. Así que, si uno se iba a dar una vuelta por Europa, sabía que tenía a un buen amigo en Múnich, otro que vivía en Barcelona, una chica de la que me enamoré en una granja de Suecia… Había estado bueno, pero tenía que volver a casa y montar una banda.
¿Qué otra banda montaste después, aparte de ES3?
Una que se llamó Neón. También, simultáneamente, empecé a tocar con Kenny y Los Eléctricos. Incluso hice de figurante en muchas producciones de Televisa en la época de ES3. Aquello fue muy divertido y a estas alturas ya no importa contarlo, porque de ahí era de donde salía el dinero. Te pagaban a los tres meses, pero te pagaban.
«Enrique y yo tuvimos una química musical muy bonita»
También tenías aquel proyecto llamado El Huitlacoche…
Un día, en un playback de Televisa para Thalía, en el programa Siempre en domingo, me encontré en los camerinos con el batería, Memo Ascencio, y decidimos juntarnos para hacer algo y tocar otra vez. Como él había estado con el bajista original de ES3, Gustavo Lozano, formamos El Huitlacoche. Lo de Kenny y Los Eléctricos fue en octubre del 92 y más adelante vino la grabación de El Huitlacoche. Aquello funcionaba e hicimos un disco que fue grabado y mezclado en cuarenta y ocho horas. Solo nos dieron dos días de estudio para hacer un disco.
Entonces, ¿cuándo entras en Héroes del Silencio?
En esa época tenía una maleta de ropa en el maletero de mi auto y dormía en casa de un amigo. Esa vez estaba cuidando la casa de la mánager de La Lupita y de sus tres pericos. Eventualmente llamaba a casa de mis padres para ver cómo estaban y que supieran que estaba vivo y bien. Un día, mi madre me dijo que me habían llamado de Londres y que querían hacerme una propuesta. Quien me contactó fue Gabi, pareja de Pito, además de una amiga que conocía de años atrás. Ella es la que me dijo que los chicos [Héroes del Silencio] estaban acabando de grabar disco y que quería saber si me gustaría unirme a la gira con ellos. Justo ahí era cuando estaba el disco de El Huitlacoche en fábrica. Después de seis años picando piedra, ya tenía un compromiso y parecía que, por fin, iba a materializase algo. ¿Qué iba a hacer? Lo simpático es que no contesté inmediatamente. Les dije que me dejaran pensarlo unos días y que me llamaran. Me pasé todo un fin de semana dándole vueltas y no fue mucho menos divertido ni agradable.
¿Qué te dijeron tus compañeros de El Huitlacoche?
Me mandaron a la mierda. No les gustó nada. Pero ellos también se fueron en su momento… Creo que ya me tocaba, ¿no? La vida me estaba dando la oportunidad. Llamé y me comentaron que volverían a contactar conmigo, pero que tendría que convivir con los chicos para conocerlos bien. Sabían que tocaba la guitarra, pero a mí lo que me sorprendía es que no me habían escuchado tocarla, porque no tenía nada publicado. Además de irme a Londres, también tenía que aprenderme las canciones. Recordemos que estábamos en una época en la que no existía internet ni se podían conseguir tanta música como ahora, pero pude encontrar el vinilo de Senda 91. Ahí comencé a hacer mi recorrido y a conocer la música de Héroes del Silencio, porque no sabía más que lo que se promocionó de ellos cuando fueron a tocar a México en el 92 y lo que yo vi en el concierto.
El disco que estaban grabando cuando contactaron contigo era El espíritu del vino. Entiendo que no conocías esas canciones, claro.
No las conocía. Creo que fue más importante ver qué química había entre nosotros. Me preguntaron qué me parecía el guitarrista principal, Juan [Valdivia], porque a fin de cuentas era él quien decidía.
La leyenda dice que para entrar en Héroes del Silencio tuviste que superar tres pruebas: liar un porro Catch-A-Fire-size, ganar una partida de ajedrez y aguantar una de las juergas de Juan. ¿Es eso cierto?
[Risas] Todo eso sucedió, pero no es que fueran unas pruebas, sino cosas que se fueron dando y luego se acomodaron de esta manera, y quedó más bonito. Además, yo venía de liar canutos de tres papeles en Israel.
¿Recuerdas cómo fue tu primer concierto con ellos, en el festival de Cascais, en Portugal?
Sí. Salí con quién sabe cuántas chuletas delante de mí, porque lo tenía todo muy fresco. Llegué conociendo solo las canciones de Senda 91 y tuve que aprenderme las nuevas, que tenían mucha cantidad de información. Eran treinta y me pegaba muchas horas en el hotel donde estuve viviendo en Zaragoza, frente a la Basílica del Pilar. Me pasaba horas y horas… Ya habíamos ensayado todos antes de tocar en Cascais, pero uno, igual que tenía algunas canciones asimiladas, también tenía otras que no tanto.
¿Qué canción te costó más asimilar?
“Entre dos tierras”. Parece sencilla, pero hay unas cuantas vueltas, la parte del solo… Había que tocarla perfecta, porque era una de las canciones más conocidas.
Durante ese tiempo, cuando sonaba la introducción que Héroes llevaba en directo (“Song to the siren”, de This Mortal Coil), tú aprovechabas para ir a vomitar.
Yo le pedía a nuestro road manager, Martín Druille, que me avisara cinco minutos antes de la canción. Entonces iba al baño y ya salía más tranquilo.
«Estando en el autobús, durante la gira de Avalancha, de repente me levantaba y tenía la sensación de que el corazón se había hecho añicos»
¿Cuánto te duró esa sensación?
Toda la gira de El espíritu del vino, pero en la de Avalancha ya la tuve que empezar a controlar, porque no podía ser saludable. Era un shock de adrenalina que se generaba de repente en el estómago y a la larga no iba a ser bueno. Aún me sigue pasando de vez en cuando, pero ya lo tengo controlado.
Cuando finalizó la gira de El espíritu del vino, ¿pensabas que ibas a continuar en la banda?
Probablemente sí, porque había muy buena química. La banda sonaba muy bien. Escucho ahora el directo Live in Germany y pienso: «¡Qué bestias!». Era una cosa fantástica que realmente sucedía. Cuando uno tiene esa buena disposición y amor en lo que hace y funciona, es muy bonito que le digan que se quede para participar en la creación de un nuevo disco.
¿Te lo esperabas?
No. En principio era un músico contratado para una gira, pero luego, cuando me presentan como el nuevo integrante de la banda, ya me iba sintiendo uno más. También conocí a Copi [Corellano], hacíamos otras cosas, tocábamos por allí y allá… y se empezó a dar esa química de hermandad musical. Entonces, cuando Enrique o Copi iban a hacer algo, a mí no me hacía falta ni levantar la mano para ir con ellos.
De ahí salió Radical sonora…
Sí. De hecho, Enrique y yo tuvimos una química musical muy bonita. Me gustó mucho lo que hicimos de Una cita con Elvis, por ejemplo, que se repitió el año siguiente con el doble de músicos. Fue divertidísimo y un reto muy bonito.
¿Cómo fue la primera vez?
Terminamos la gira de Avalancha en diciembre y con esa inercia comenzaron a hablar Enrique y Copi, y me dijeron que tenía que aprenderme veinticinco canciones de Elvis Presley que no había tocado en mi vida. ¡Y en menos de dos semanas! Todo eso te estimula. Y en la gira de Avalancha, siempre que Enrique podía, nos íbamos a un estudio para hacer maquetas, porque esa química musical fluía.
¿Creías que no había buena relación entre los Héroes y que Enrique estaba pensando en hacer algo por su cuenta?
No sabía que estaba pensando en un disco en solitario, pero es verdad que se respiraba tensión en el ambiente. Ahí es cuando empecé a sentir que ya no era parte de aquello, porque yo no comencé ese romance; llegué cuando las cosas estaban muy hechas.
«Estoy agradecido de haber formado parte de una banda tan grande que es parte de la historia»
¿Juan te veía como un rival?
Pues espero que no lo haya considerado así. Hay algo muy claro que no se entendió en su momento, que fueron los problemas que tenía Juan en la mano [tendinitis] para tocar la guitarra. No se entendió y creo que la banda no lo apoyó.
Juan Valdivia ha contado que la banda no fue a verlo al hospital.
Sí. Esas cosas, obviamente, te dejan algo ahí.
Eres coautor de dos temas de Avalancha: “Avalancha” y “Días de borrasca (Víspera de resplandores)”. Y tengo entendido que tu aportación en estos dos casos era mayor que la de Juan. Sin embargo, no sales en la portada. ¿Por qué?
Estaba entre dos tierras, pero la respuesta no puede salir de mi parte. A mí me decían: «Este eres tú y llegas hasta aquí». Hace poco me encontré unos recortes de periódico que había juntado mi madre, los vi y me di cuenta de que no eran muy bonitos, porque siempre me decían como que no me había ganado el sitio.
¿Quién lo decía?
La banda en las entrevistas. La prensa mexicana preguntaba, claro, tenían un guitarrista mexicano y todo era «sí, pero no». Ha sido una historia muy difícil, la verdad. Sinceramente, así como Juan pudo sentirse mal por unas cosas, yo las he pasado muy putas. Estando en el autobús, durante la gira de Avalancha, de repente me levantaba y tenía la sensación de que el corazón se había hecho añicos. En fin, así sucedió. Pero estoy agradecido de haber formado parte de una banda tan grande que es parte de la historia.
Supongo que te dolió que no te invitaran a subir al escenario del Foro Sol cuando la gira de reunión del 2007 pasó por México.
Sí. Eso estuvo feo.
Pero sí se pusieron en contacto contigo, al menos Enrique y la promotora. También es verdad que montaste una rueda de prensa.
Dos días antes de la rueda de prensa me llegó un email de Enrique, entonces pensé que se había enterado, pero he oído versiones tan encontradas que no me puedo creer ninguna. Ok, yo entendía que no fuera un miembro fundador, que fui y no un Héroe, que Juan lleva a su hermano Gonzalo… Pero invítenme a tocar cuando vengan a México, ¿no? Es algo de lo que fui parte. También es verdad que me llamó alguien de OCESA, pero les dije que no, porque me tenían que haber llamado ellos, entonces habría dicho que sí.
Pero fue Bunbury el 30 de septiembre de 2012, dentro de la gira Licenciado Cantinas, el que te invita a tocar con él “Apuesta por el rock n’ roll” en el Palacio de los Deportes de México D.F.
Y fue un momento precioso, de amigos. Ya nos habíamos visto poco tiempo antes, como se deben encontrar los amigos que han convivido y han compartido cosas tan intensas como las que tuvimos. Lo mismo me sucedió cuando me encontré con Pedro [Andreu] en Panamá hace dos años. Elvis, un buen amigo que organiza los tributos de Héroes en Panamá, me dijo que estaba hablando con Pedro Andreu para que fuera a tocar y me preguntó si yo tendría algún problema. Y no, para nada; me iba a encantar. Me encantaría haber visto a Joaquín [Cardiel, bajista] o a Juan cuando estuve en Zaragoza hace unos días, pero no sucedió. Con Pedro me encontré como se encuentran dos cuates. Creo que se sorprendió de verme en el aeropuerto para recibirle. Me parece que no nos habíamos visto en quince años.
¿Tienes fe en una segunda reunión?
A mí me gustaría muchísimo que Héroes del Silencio se volvieran a reunir, me encantaría. Ellos lo saben, pero es una pregunta muy difícil de contestar.
¿Pero te apuntarías?
Obvio.
¿Crees que habrá una nueva reunión de Héroes del Silencio?
Yo voy a decir que sí, porque así echamos un poquito de magia al universo. A ver si sucede. Y si no… Bueno, el «no» ya lo tenemos.