Su imagen icónica, asociada a la supervivencia y el exceso, es la cara más visible de una carrera de casi seis décadas en las que ha zigzagueado entre obras prescindibles y discos para enmarcar. Eduardo Izquierdo escoge cinco de sus grandes aciertos.
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Hace un par de meses que Iggy Pop publicó su último disco, Free.Y es que la iguana siempre se ha resistido a dejar de estar de actualidad. Un álbum que supone, según las propias palabras del músico, una ruptura total respecto a los sonidos de su anterior trabajo, aquel Post pop depression grabado junto a Josh Homme. Por eso hemos dirigido la mirada hacia su discografía en solitario, prescindiendo no sin dolor de los discos firmados junto a los imprescindibles Stooges para seleccionar cinco que puedan ayudar a los recién llegados a conocer la carrera de alguien tan esencial para la música de nuestro tiempo. Como siempre, desde una visión absolutamente subjetiva. Igual no son los mejores, pero sí los que más gustan al que firma.
1. The idiot (1977)
Las malas lenguas aseguran que Ian Curtis se suicidó después de oír el debut de Iggy Pop. Escabrosas anécdotas aparte, el debut de Iggy en solitario llega a las tiendas el 18 de marzo de 1977, producido por David Bowie. Y precisamente el Duque Blanco tiene mucho que decir en su sonido, influyendo tremendamente en canciones como “China girls” o “Mister midnight”. Viniendo de sonoridades más duras, a muchos sorprendería este trabajo que algunos especialistas han llegado incluso a calificar como art rock.
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2. Lust for life (1977)
Probablemente mi favorito de la discografía de James Newell Osterberg, Jr, nombre real de nuestro protagonista, y no soy el único. Crítica y público parecen estar de acuerdo con esa consideración. También producido por Bowie en el mismo año que su debut, sigue siendo el único disco de oro que Iggy atesora en Reino Unido. “The passenger”, basado en un poema de Jim Morrison, podría ser el tema más emblemático de su carrera en solitario, con Rick Gardiner, compositor de la música de la canción, bordando el trabajo a la guitarra.
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3. New values (1979)
Mantenemos el orden y nos vamos hasta 1979 para apuntar al tercer disco de Iggy. Producido esta vez por James Williamson, compañero de Pop en los Stooges. Un disco coherente y compacto que cumple con su objetivo básico: demostrar que Iggy era capaz de desarrollar una carrera en solitario sin contar con el respaldo de Bowie. Mención especial para los músicos encabezados por la guitarra de Williamson, al que se unen Scott Thurston como segunda guitarra y teclados, Jackie Clark al bajo y Klaus Kruger a la batería.
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4. Brick by brick (1990)
Salto en el tiempo hasta principios de los noventa. Y es que, como en tantos otros casos, los ochenta no fueron muy generosos con nuestro hombre, ni en lo personal ni en lo musical. El cantante encara la década del grunge con su noveno trabajo con Don Was a la producción y con un single, “Candy”, en el que comparte voces con Kate Pierson de The B-52’s. No lo suficientemente reivindicado, me parece un trabajo espléndido.
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5. American Caesar (1993)
Debilidad personal desde que vi a Iggy interpretar en acústico la versión del “Louie Louie” de The Kingsmen aquí incluida en la televisión autonómica catalana. Una prueba palpable de esa supervivencia a la que hacíamos referencia en la introducción, con un artista al que ni siquiera la vorágine del grunge, el pop británico o el estilo americana es capaz de apartar del foco mediático. El compañero Juanjo Ordás escribió para estas páginas que «junto con The idiot (1977) y Lust for life (1977), American Caesar es uno de los puntos culminantes en la carrera de Iggy Pop. Discos estilísticamente distantes entre sí y temporalmente también si pensamos en el último de ellos, precisamente el que nos ocupa».
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Anterior entrega: Cinco discos para descubrir a Paul Heaton.