Conversaciones con Gonzalo García Pelayo. Nostalgia del futuro, de Luis Lapuente

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LIBROS

«Gonzalo García Pelayo no es un mero creador, es una cultura entera»

 

Luis Lapuente
Conversaciones con Gonzalo García Pelayo. Nostalgia del futuro
EFE EME, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

A uno le cuesta imaginar a Gonzalo García Pelayo sentado ante un escritorio y dedicado a pulir y repasar sus memorias; el ejemplo más preclaro de hombre de acción que tenemos en nuestras artes —música y cine fundamentalmente— es metódico y a la vez explosivo; para un texto que cuente sus inagotables aventuras, se necesita cierta tranquila inspiración y calma, cualidades antitéticas. Sin embargo, merece la pena que salgan a la luz sus incontables actividades, su poliédrica afición por todos los campos de la creación y los saberes; no solamente por lo atractivos que resultan en sí mismos, sino porque forman la historia viva de nuestra creación, de nuestra cultura. Ambas cosas en conexión: Gonzalo García Pelayo no es un mero creador, es una cultura entera.

Aunque ha ido espigando fragmentos en su página web, la solución para que se exponga todo su entramado vital es la de la entrevista. Alguien que se siente con él un lapso de tiempo suficiente, con tranquilidad, que le deje hablar —García Pelayo es un gran conversador— y que vaya marcando ritmo y temas. Nadie mejor que Luis Lapuente, que ya lo había entrevistado, gran conocedor de sus andanzas, que comparte algunos de sus gustos musicales y con quien posee una cierta cercanía.

Así que, durante varias sesiones, en el domicilio madrileño del productor y cineasta, este y el periodista compartieron palabra y comida, de manera anárquica al principio, con pautas marcadas por Lapuente al final, para conseguir una cierta coherencia, hasta llegar treinta horas de grabación que filtrar con las que establecer una biografía hablada. A García Pelayo se le ve contento con la situación: va a contar cosas que nunca había contado, simplemente porque nunca se lo habían preguntado.

Como relata este libro, los primeros atisbos de actividad intelectual que tuvo Gonzalo no fueron artísticos, sus compañeros de colegio despuntaron más adelante en el mundo de la política, y sus primeros negocios de hostelería eran frecuentados por la plana mayor de lo que después fue el PSOE. Nada de creadores. Compartió aulas con Rojas Marcos o Rodríguez de la Borbolla y en su primer local —Dom Gonzalo, en Sevilla— solían reunirse Felipe González y Alfonso Guerra para articular el partido.

No deja de recoger anécdotas curiosas, entre ellas la historia de cómo encumbraron a Paco de Lucía al faltar canciones para su disco y pedirle que improvisara algo. Llamó a esa improvisación “Entre dos aguas”. Esto le lleva a una defensa a ultranza, categórica, de productores, mánagers y compañías de discos como profesionales que velan por el buen hacer de la música, por su calidad y su transmisión. Y a veces acierta en los argumentos que defienden a todos estos sectores, defenestrados constantemente por los músicos y cierto sector del público. También echa cuentas de técnicos y arreglistas, de los que nadie habla, pero que son imprescindibles.

Y, cómo no, un repaso a su cine, a su música (como productor), en el que habla de sus aciertos, de los pequeños tesoros que nunca triunfaron —Laventa o Goma, por ejemplo— y de las canciones que le gustan. García Pelayo ha dedicado dos años de su vida a digitalizar y ordenar en su disco duro cien mil canciones que considera imprescindibles. Se dice pronto, cien mil. Uno no creía que existieran tantas canciones en el mundo. No deja de ser una metáfora de alguien que ha vivido tantas vidas y las ha vivido tan bien.

Anterior crítica de libros: Bunbury. El mundo sobre el trapecio, de Juanjo Ordás.

 

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