COMBUSTIONES
«Mientras la música sea considerada un bien prácticamente gratuito será casi inviable la profesionalización»
En su columna dominical, Julio Valdeón rompe una lanza a favor de cuidar los derechos de autor de los músicos, mínimos en el caso de los servicios de streaming.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Foto: HERNÁN PIÑERA (FLICKR).
En 2018 los tres jueces del Copy Right Royalty Board, en EE. UU., fallaron a favor de que los autores de canciones reciban una considerable subida en los emolumentos por cada canción suya que suena en streaming. Al mismo tiempo rechazaron la propuesta de Apple de unificar los pagos por copyright, que pasaba porque los escritores y/o editores reciban «una compensación de 0.00091 dólares por por cada transmisión (más de 30 segundos) en un servicio de streaming». Lo cuenta Tim Ingham en Rolling Stone. Apple pretendía unificar los pagos. Cita a un abogado que representaba al gigante de la manzana, un tal Dale Cendali, que en 2017 explicó a los jueces que «la estructura de tarifas actual es demasiado complicada y carece de transparencia porque las regalías dependen de la cantidad de ingresos que genera un servicio… esto significa que puede que una compañía pague una tarifa por una transmisión, y otra compañía paga una tarifa diferente… y debido a eso, los compositores pueden recibir una compensación diferente a pesar de que se está transmitiendo la misma canción». «Apple», continúa, «no cree que tenga sentido que [los compositores] dependan del éxito comercial de los servicios que usan su música. Deben obtener un pago por transmisión consistente, predecible y transparente (…) Esta tasa única por transmisión tiene sentido. Todos pagan la misma cantidad. Todos reciben la misma cantidad. Es simple, transparente, predecible y justo».
Apple, que contribuyó como nadie a destruir el complejo entramado de las viejas disqueras, que iba del A&R al productor, etc.; Apple, que dinamitó el entramado que había permitido durante el XX, con todos los peros y abusos conocidos, dignificar las profesiones ligadas a la música; Apple, sí, en defensa de los autores. Enfrente aparecen Spotify, Amazon, Google y SiriusXM/Pandora, que han apelado la decisión de los jueces. Alegan que el aumento de los pagos a los autores y editores podría «beneficiar injustamente a Universal Music Group, Sony Music Group y Warner Music Group, que son dueños de las dos principales compañías discográficas, así como a las grandes editoriales de música». «Los servicios digitales», cuenta Ingham, «exigen un límite en la cantidad máxima de dinero que tendrían que pagar a los editores cada mes».
El problema es que están en números rojos. Sus responsables argumentan que la supervivencia depende de pagar cacahuetes a los autores. No lo dicen así, claro. Paul Vogel, ejecutivo de Spotify citado por Inham, comentó en 2016 que «unas compensaciones bajas permitirían desarrollar un mejor producto, y si podemos desarrollar un mejor producto, más personas estarán dispuestas a pagar, el mercado se expandirá y el valor total para todo el ecosistema crecerá».
Decidan lo que decidan los jueces sigue vigente la denuncia que Pete Townshend formuló en 2011. Los servicios de música digital solo se preocupan de la venta de canciones y el pago de royalties. Olvidan los pasos previos. Esenciales para la pervivencia de la industria cultural. Verbigracia la existencia de cazatalentos, la tutela de los nuevos artistas, el pago de adelantos para grabar discos, las campañas de promoción y etc. Lo contaba hace años Diego A. Manrique: «En la era digital unos han engordado a costa de otros». Por mi parte consideraría una bendición si todos esos servicios desaparecen. Se ama lo que no se tiene pero, sobre todo, se respeta lo que se paga. Mientras la música sea considerada un bien prácticamente gratuito será casi inviable la profesionalización. Sin un PVP razonable no hay paraíso.
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Anterior entrega de Combustiones: Mike Bloomfield, el ángel caído.