OPERACIÓN RESCATE
«Un disco único, atravesado por el sentido del humor y el virtuosismo de un músico en plena madurez artística»
Manuel de la Fuente recupera el último disco de rock con repertorio nuevo que editó Zappa. Una crónica humorística contra el partido republicano y contra los demócratas que no se opusieron a las políticas de Reagan.
Frank Zappa
Broadway the hard way
RYKODISC, 1988
Texto: MANUEL DE LA FUENTE.
En 1987 Frank Zappa había abandonado el rock. Agotado tras dos décadas de pisar los escenarios de medio mundo, llevaba tres años sin tocar la guitarra eléctrica y sin salir de gira. Sus quehaceres entonces eran otros, como la experimentación con el Synclavier (el sintetizador con el que componía sus nuevas piezas musicales) o el vídeo, ya que le había dado un empuje a su faceta de realizador audiovisual. Pero su mayor preocupación, la actividad que le consumía gran parte del tiempo, era el activismo político. Zappa opinaba que Ronald Reagan estaba convirtiendo Estados Unidos, según sus palabras, en una “teocracia fascista”, y, por lo tanto, el músico había incrementado su presencia en los medios de comunicación y diversos foros (universidades, órganos legislativos y hasta el mismo senado) para alertar a la población de los ataques a la libertad de expresión por parte de los republicanos. En aquel momento, la música de Zappa no era especialmente conocida en su país, pero su figura sí era familiar como estrella mediática opositora a Reagan.
No obstante, durante el verano de aquel 1987, Pat Robertson, uno de los más populares telepredicadores de la extrema derecha cristiana, anunció su candidatura a las primarias del partido republicano para las elecciones presidenciales que habrían de celebrarse al año siguiente. Espoleado por la noticia y la amenaza de que el «reaganismo» se extendiera más allá de la figura de Reagan (el presidente llegaba al final de su segundo mandato y no podía volver a presentarse), Zappa desempolvó la Stratocaster, llamó a cinco de sus músicos más fieles (Ike Willis, Robert Martin, Ed Mann, Scott Thunes y Chad Wackerman), fichó a un joven guitarrista (Mike Keneally), les agregó una sección de metales (con los hermanos Bruce y Walt Fowler, Paul Carman, Albert Wing y Kurt McGettrick) y organizó una gira de conciertos que empezaría en febrero de 1988 en Estados Unidos y concluiría en junio en Europa.
El objetivo era movilizar a la juventud para votar en las elecciones y detener a la derecha. Para ello, Zappa se puso en contacto con diversas asociaciones y garantizarse así que, en los conciertos, los asistentes pudiesen inscribirse en el registro electoral, requisito para votar en Estados Unidos. Además, escribió canciones nuevas en las que se burlaba de las principales figuras del reaganismo, con alusiones directas a sus ministros, a los escándalos del momento (por ejemplo, el Irán-Contra) y, cómo no, a los telepredicadores que habían introducido en la agenda pública aquellos asuntos que habían quedado apartados tras la conquista de los derechos civiles en los años 60, como la incorporación del rezo obligatorio en las escuelas o la penalización del aborto.
Broadway the hard way fue el nombre que Zappa le dio a la gira y al disco publicado en octubre, cuatro meses después del final del tour. Con arreglos de big band y la habitual mezcla de estilos (desde el country al rap), el disco supone una crónica humorística contra el partido republicano, pero también contra los demócratas y su nula oposición a las políticas de Reagan: ahí está un tema como “Rhymin’ man”, una burla despiadada contra Jesse Jackson, otro predicador que también soñaba con la presidencia pero en esta ocasión desde el partido demócrata. El problema, diría Zappa, no es el nombre del partido sino las políticas que se llevan a cabo.
El disco se abre con tres canciones que ridiculizan la industria musical de los años 80, por la construcción del negocio de la nostalgia (“Elvis has just left the building”) y los ridículos estereotipos que potencian la MTV y las empresas publicistas de Nueva York (“Planet of the baritone women” y “Any kind of pain”), para pasar a los temas sobre la situación política, poniendo al día una canción de los años 70 sobre Nixon (“Dickie’s such an asshole”) y denunciando a continuación la mentira como estrategia política (“When the lie’s so big”), la impostura de los demócratas (“Rhymin’ man”), el uso del pánico al sida como control social (“Promiscuous”) o directamente llamando mafioso al gobierno de Reagan (en el tema “The untouchables”).
Las siguientes canciones inciden en la crítica a la industria musical y la escena política, con una burla de Michael Jackson (“Why don’t you like me?”), y constantes referencias a las noticias de aquellos años, para acabar con una canción que supone una cima del cancionero zappiano, “Jesus thinks you’re a jerk”, un hilarante ajuste de cuentas al fundamentalismo cristiano, a los telepredicadores vinculados al partido republicano que protagonizaron sonados escándalos financieros y sexuales.
Zappa consideraba Broadway the hard way uno de sus mejores discos por cuanto serviría en el futuro para explicar la sociedad de su tiempo, como hacía su obra We’re only in it for the money con los años 60. Se trata de un disco único, atravesado por el sentido del humor y el virtuosismo de un músico que se encontraba en plena madurez artística y ofrecía, un mes antes de los comicios, una obra comprometida, uno de los mejores trabajos de su carrera. Y también el canto del cisne: Zappa enfermaría de cáncer al poco tiempo y Broadway the hard way sería a la postre su último disco de rock formado por repertorio nuevo. Pero la muerte no acabó con el legado del genio: Michael Moore seguiría los pasos de Zappa veinte años después, cambiando la guitarra por la cámara de cine. Y en la actualidad Broadway the hard way conserva su vigencia y demuestra su necesidad en estos tiempos de la era Trump.
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Anterior entrega de Operación rescate: Amores (1970), de Mari Trini.