Escuchar por primera vez a Beyoncé

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COMBUSTIONES

«En Beyoncé hay mucha más chicha, más lustre y más y mejores canciones que en el 99% del disneyficado rythm and blues actual»

 

Enamorado de Etta James y desconfiado de los supuestos méritos de Beyoncé, Julio Valdeón se enfrentó a sus prejuicios siguiendo el consejo del Doctor Soul. Esto es lo que ocurrió.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Somos nuestros amores, pero también la suma de nuestros sesgos. Reconocer estos últimos y, a ser posible, rebatirlos, resulta tan terapéutico como difícil. De ahí que cualquier empujón, cualquiera ayuda, sean bienvenidos en la guerra que toda persona aproximadamente libre debe pelear contra sus malditas suspicacias.

Yo recibí asistencia hace apenas tres días. Cuando dudé en el muro de mi admirado Luis Lapuente respecto a las virtudes de una Beyoncé a la que todavía no he perdonado la mierda de “At last” y que encima tuviera el supremo cuajo de suplantar a la imperial Etta James en el baile de Michelle y Obama. El Doctor Soul, uno de los hombres que más ha hecho por ilustrar a los españolitos en algunas de las músicas más fascinantes jamás paridas, el tipo que ha publicado los dos mejores libros panorámicos sobre soul y disco de los que servidor tenga noticia, e incluyo aquí el clásico de Guralnick, tuvo la bendita paciencia, la mano izquierda y la generosidad de explicarme que no, que en su opinión Beyoncé todavía no puede compararse a Ella Fitzgerald o Aretha Franklin, pero que tampoco nadie puede discutir ya su primogenitura en unos géneros que conoce, domina y sintetiza casi nadie.

Consciente de mis limitaciones, sabedor de que en el fondo lo que me pasa es que sigo enamorado de Stax antes de Al Bell, que prefiero mil veces FAME sobre Motown, que siempre antepuse a Arthur Alexander, James Carr, Solomon Burke, William Bell y Arthur Conley a, no sé, a Sly & The Family Stone o Michael Jackson, y que prefiero el soul más roto y seco, mezclado con blues y country, antes que vestido de purpurina o lujos, o mezclado con psicodelia o rock, traté de argumentar lo que no dejan de ser simples prejuicios. La receta del Doctor no pudo ser más franca y directa. Escuchar sus tres últimos discos y rematar con el directo Homecoming. Después de un par de horas tocaba reconocer que hay mucha más chicha, más lustre y más y mejores canciones que en el 99% del disneyficado rythm and blues actual. Por más que las tendencias operísticas, la querencia por el gigantismo, los malditos arreglos con asteroides y esas espantosas baterías programas del directo empañen el resultado final. Pero incluso ahí, como comenta Lapuente, demuestra Beyoncé ser hija de una parte necesaria de las tradiciones negras posteriores al soul clásico. Aparte, Lemonade destila un poderío y un dolor inalcanzables para cualquier producto mainstream. Para corroborarlo basta escuchar la cascada final de “Forward”, “Freedom”, “All night” y “Formation”. Toca reconocer ante el espejo que Beyoncé mola más de lo que creía recordar… aunque mi vocalista negra siga siendo Etta y en mi particular museo soul casi todos los que cantan estén muertos.

Anterior entrega de Combustiones: Sabina fin de siglo: el arte que importa.

 

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