Rockola, Discos. 29 de febrero de 2008

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Malevaje
No me quieras tanto (quiéreme mejor)

SIETE NOTAS

Está de regreso Malevaje y como para dejar claro su poderío, abren el disco con uno de los mejores temas que han firmado Antonio Bartrina y Ariel Ramírez, una dramática “Tempestad” de aires piazzolescos que se te mete en las entrañas por su estructura, la inspirada melodía del estribillo y una letra desoladora: “Hombres que manejan la conciencia y la moral / Locos que asesinan como cosa natural / Ruinas asoladas de este mundo / me producen un dolor profundo…” Pero esto es sólo el principio de un álbum que debe figurar entre los mejores de la banda tanguera madrileña, asentada hace mucho en un lenguaje propio, macerado en sonidos acústicos y reafirmado por la voz de Bartrina (que está espléndido en lo vocal) y esas aceradas letras que firma, entre el lunfardo y lo chulapo, y que lo mismo sirven para descolgarse con esa filigrana romántica que es “Coplera”, que para ponerse abiertamente crítico con el estado de la vida en “Tango sin nombre” (muy recomendable su escucha en estos días de elecciones), homenajear a Alfredo Di Stéfano (“Gracias viejo”), recordar al amigo fallecido (“Pibe Osvaldo”, para el bandeonista Osvaldo Larrea, que acompañó durante mucho tiempo a Malevaje), brindar por las noches pasadas en el viejo y entrañable bar (“Balmo bar”, para el clausurado Balmoral madrileño, al que Loquillo también homenajea en su próximo disco) o para construir un texto enorme como es el titular “No me quieras tanto (quiéreme mejor)”.
Cuatro clásicos del Río de la Plata –destaquemos “Niebla del riachuelo”, de Cadícamo y Cobián; y el memorable “Afiches”, de Expósito y Stampone– rematan una faena en la que injusto sería olvidar mencionar el gran trabajo de Ariel Ramírez musicando los textos de Antonio y haciendo vibrar con enorme gusto el bandoneón.
Imposible ponerle un pero a un disco en el que canciones, producción, arreglos, interpretación y diseño (qué bueno contar con Javier de Juan para la ilustración de la portada) se antojan inmejorables. Malevaje ha regresado echando el resto, y la afición se lo debemos agradecer.
JUAN PUCHADES.

Steve Jansen
Slope

SAMADHI/GALILEO MUSIC

Aunque los dos ya se buscaron sus respectivos alias en aquellos divinos primeros tiempos de Japan, Steve Jansen (Batt, realmente) es el hermano de David Sylvian (Batt, realmente), con el que lleva unido musicalmente desde los años 70. La relación se mantiene incluso en las obras en solitario de Jansen, que en el caso concreto de este Slope cuenta con él en la voz y en la composición de las letras de dos piezas cruciales como “Playground martyrs” y “Ballad of a deadman”. Esta última es otro de esos maravillosos blues con sello propio que por la vía de John Lee Hooker acaba tendiendo sin embargo hacia un desenlace más espacial. El álbum es lógica secuela del trazado electrónico sinuoso pero sólido de los discos de Nine Horses, banda con la que los hermanos Batt reinventaron sus formas de expresión para esta década. Cuenta con la proverbial electrónica cruzada de Jansen en unos cuantos números instrumentales que prueban su destreza como cazador de sensaciones sonoras y ritmos inventivos. Da igual que se trate de canciones hechas y derechas o simplemente de ejercicios de experimentación, el trabajo primordial del álbum está en la superposición de texturas rítmicas y armónicas. Hay piezas que pueden sonar metálicas e inquietantes (caso de “Grip”, que abre el álbum), pero otras son depurada orfebrería melódica (como la maravillosa “December train”, lidiada en solitario por su autor tras una muy buena administración de recursos de percusión electrónica, instrumentos sampleados y sintes). Tal es así que, en comparación con su brillantez personal, el hecho de que las piezas no instrumentales estén repartidas entre diferentes vocalistas llega a ser una mera anécdota. Por ahí desfilan Tim Elsenburg (“Sleepyard”), Anja Garbarek (“Cancelled pieces”) –sí, la única hija del celebrado Jan Garbarek–, Thomas Feiner (“Sow the Salt”), Joan Wasser (“Ballad of a deadman”) y el mencionado Sylvian. La descomunal “Sow salt”, por ejemplo, alcanza las dimensiones de unos Tindersticks que hubieran tomado whiskies con Tom Waits pero con voluntad de sonar a Zero 7. En definitiva, Slope es una absoluta maravilla cuyo especialísimo diseño gráfico también acompaña.
GERNOT DUDDA.

Espanto
Espanto cantando en tu siesta

BIRRA Y PERDIZ

Para un cronista es muy goloso hablar de discos como el que presentamos, a pesar de que la falta de información sobre ellos sea desesperante. Y a pesar de que el sonido tenga que refugiarse en un tono obligadamente “lo-fi” –aun remasterizándolo en Alemania sigue sonando a maqueta– y no aporte pistas sonoras para desarrollar una reseña. Sin embargo, estas extrañas y básicas canciones de un dúo de Logroño despiertan tantas palabras como sensaciones.
Descubiertas por los degustadores más exquisitos del pop en español hace un par de años, desde entonces han facturado cuatro maquetas con melodías de extraño calado. Y ahora en uno de los sellos que, surgidos en los últimos tiempos, se dedican a publicar grupos de aire subterráneo, recogen algunos temas de belleza ajena a las modas.
Belleza en la voz de Teresa que parece surgir de otra época como en “Daltonismo”, en la irreverencia y la ternura con la que tratan a los personajes de sus historias, en la búsqueda de referentes que aportan frescura a la pobreza instrumental. Son canciones que se deshacen con esos crudos toques de cantor sudamericano con que jugaba Chicho Sánchez Ferlosio, con esos detalles iconoclastas que definían a Vainica Doble –logran convertir una versión de los Magnetic Fields en una canción de Carmen y Gloria–, con esa acogedora y cálida cercanía del primer Donosti Sound en “Profesora de Primaria”.
Los responsables del sello, antiguos amigos y fanzineros con inteligencia, me avisan de que para verano quizás aparezca otro CD con canciones totalmente nuevas y que son asombrosas y maravillosas. Suena a retórica promocional, ya se sabe, pero en este caso algo me dice que tienen razón. Quizás la sospecha de que Espanto atesoran una masa de verdadero talento.
CÉSAR PRIETO.

Luar Na Lubre
Camiños da fin da terra

WARNER MUSIC

A pesar de haber debutado veinte años atrás en A Coruña, esta gran banda de música folk no obtuvo notoriedad y se convirtió en un referente de su estilo hasta que Mike Oldfield se interesara por ellos y los incluyese en uno de los temas de su álbum Voyager. Desde entonces, afortunadamente, la trayectoria de los gallegos ha sido imparable y han logrado alcanzar el objetivo principal que se marcaran al inicio de su camino artístico: dar a conocer los temas tradicionales del cancionero gallego y difundirlos y proyectarlos nacional e internacionalmente como bagaje de lujo de la música celta. Los discos que componen su trayectoria desde 1988 con O son do Ar hasta este reciente Camiños da fin da terra ilustran un trabajo instrumental y vocal lleno de matices y paisajes descriptivos, destacando también un compromiso omnipresente con el progreso y continuas investigaciones expresivas y a un gusto por las mixturas de toda índole que no han hecho sino agrandar y dar mayor dimensión sonora al brillante conjunto de su obra. Esta última obra vuelve a ser muy rica y luminosa instrumentalmente y en cuanto a las voces, el mejor sustento, para las interpretaciones singulares de Sara Louraço Vidal, su solista portuguesa. Entre el repertorio escogido para conformar esta nueva entrega discográfica es difícil detectar altibajos porque el nivel medio continua siendo notable, aunque si tuviese que señalar algunas preferencias personales, me decantaría por “Britonia”, por “Pousa”, por “Maria Soliña”, por “Canto de andar” o por “Danzando nos confins”. A destacar también como curiosidades saboreables de este álbum su impactante versión de un tradicional bíblico irlandés –aquí rebautizado “Os animais”– que se popularizó durante la guerra de Secesión norteamericana bajo el título “When Johnny comes marching home” o un particular y muy sugestivo acercamiento al “Gerundula” de los Status Quo, que como posible arreglo ya debía de rondar por sus cabezas mucho tiempo atrás.
JAVIER DE CASTRO.

Sex Museum 4
Fifteen hits that never were

LOCOMOTIVE

Sex Museum es, en la humilde opinión de quien esto suscribe, la mejor banda española de rock de los últimos 20 años. Así, sin medias tintas. Y lo es porque desde 1985 han sabido mantener una trayectoria coherente y honesta. En sus inicios apostaron por el “revival” del garaje y la psicodelia  de los sesenta para evolucionar después hacia el hard-rock setentero sin caer en los plomizos tópicos y estereotipos que muchas veces adornan a las formaciones que optan por estos géneros. Han editado once LPs y han girado varias veces por Europa. Ahora presentan Fifteen hits that never were, una recopilación cuyo título (“Quince éxitos que nunca lo fueron”) explica en pocas palabras cuál ha sido la trayectoria comercial de la banda pese a la fama de sus enérgicos directos y a la notable influencia que han tenido en muchos grupos españoles. Es decir, que pese a ser una formación respetada y que toca con cierta frecuencia, nunca han vendido grandes cantidades de discos. Fifteen… no es una recopilación al uso. Los Sex Museum han escogido lo mejor de sus LPs de esta década (“Sonic”, “Speedkings” y “United”) y dos de sus temas clásicos  (“Two sisters” y “Black mummy”) y los han regrabado. Aquí lo fácil seria destacar que a la banda se le han acabado las ideas (el disco sólo incluye un canción inédita), pero no es así. Creo que no me equivoco si afirmo que Sex Museum considera su repertorio como “algo vivo” y que puede evolucionar y mejorar con el tiempo, como una botella de buen vino. Fifteen…, que ha contado con la producción de Dani Alcover, unifica el corpus sonoro de todas estas canciones pero siempre manteniendo la energía y la épica que han caracterizado todas las composiciones del grupo. En algunos casos se ha acelerado el tempo, como en el caso de “Black Mummy” o se ha “actualizado” el sonido añadiendo detalles aquí y allá. En otros, como “Two sisters”, da la sensación que estamos ante un tema completamente nuevo. Por todo ello, más que una recopilación, este nuevo lanzamiento de la banda de Marta Ruiz y los hermanos Miguel y Fernando Pardo, puede considerarse como un nuevo disco que cautivará a todos los que no hayan escuchado anteriormente, insisto, a la mejor banda española de rock de los últimos 20 años.
ÀLEX ORÓ.

Peter Colours
Welcome to the show

BIP BIP RECORDS

Es probable que el cuarteto ibicenco haya superado en esta ocasión con creces el listón que ya fijaran con motivo del lanzamiento de aquel aún recordado Tangerine shot, su brillante debut discográfico de hace algún tiempo y donde ya hicieran gala de poderío y unas armas artísticas que los situaban convenientemente en un plano elevado del estrato estilístico del pop-rock nacional. Esta novísima entrega –en inglés como la anterior– mantiene en general aunque aumenta también en algunas facetas ciertas de las líneas y dejes compositivos e interpretativos de su primer “disparo” discográfico. A saber, números poderosos en lo instrumental como “Flower power”,  “High leather boots”, “Claustrophobic elevator law”, “Sweet & fun” o el que da título al disco, junto a –sólo y por desgracia– dos excelentes medios tiempos como “Shatter all your lies” o, sobre todo, “Let me be inside you” que demuestran que por ese camino también existe un buen trecho que recorrer y que sin duda puede aportar variedad y texturas a sus interpretaciones. Para acabar este repaso, debemos destacar dos aspectos. Por un lado, el experimento sonoro que cierra este “show” que lleva por título “Colours ride” y que pretende –y sin duda consigue– retrotraer el sonido del grupo a los experimentos psicodélicos que bandas legendarias como los Pink Floyd más lisérgicos o los propios Soft Machine practicaran a finales de los sesenta. Por otro lado, el magnífico “art work” de sabor añejo que envuelve y adorna al disco y que introduce al escucha en un ambiente aire circense buscadamente espectacular más que apropiado para la música que aloja.
JAVIER DE CASTRO.