DISCOS
«Un disco de género tan variado que es difícil precisar cuál es su eje vertebrador. Y eso lo hace tan sorprendente como adictivo»
Doug Collins & The Recepcionists
Good sad news
DC, 2018
Texto: Eduardo Izquierdo.
Doug Collins intentó forjar una carrera musical consistente hasta que con la paternidad decidió aparcarla para dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de su hijo. En 2012 la retomó, y en 2013 puso en circulación Those are breaks, un álbum autoeditado que se convierte en el debut de un proyecto en el que el rock norteamericano de toda la vida se da la mano con el power pop y el rock universitario. En 2018 editaba su último disco, Good sad news, el cuarto de su carrera y su mejor trabajo hasta la fecha. Diez canciones que lo traerán a nuestro país en el mes de febrero. Acompañado por el batería de su banda, The Recepcionists, Collins presentará su espléndido trabajo en Madrid (el 7 de febrero), Zaragoza (el 8), Bilbao (el 10) y Barcelona (el 11).
Son apenas veintinueve minutos, pero la sensación de plenitud una vez acabada la escucha de Good sad news es completa. Escuchando el single perfecto que es “Conversation with my heart”, uno se da cuenta de la razón por la que algunos medios han hablado de Collins como el mejor compositor surgido en Minnesota en las dos últimas décadas. Y es que la música de Doug lo tiene todo: el aire sombrío cuando lo requiere de las letras de Hank Williams, la adicción de las melodías de los Beatles, la autenticidad del sonido de Doug Sahm (para los que no lo sepan, el tejano empezó sus andanzas en el mundo de las melodías guitarreras) o la perfección de los estribillos de Nick Lowe. Chester Netcong escribió para Kool Kat Music que su música es el resultado de «meter en una licuadora a Dave Edmunds, Chris Hillman, Gram Parsons y Nick Lowe, creando el cóctel twang-pop más delicioso». Pero si solo fuera eso no nos hubiera cautivado de esa manera. Doug Collins tiene una personalidad aplastante cantando, y The Recepcionists una fuerza interpretativa que hacía años que no veíamos. De otra manera no podíamos entender que la pedal Steel de Joe Savage encaje como un guante en un tema de power pop saltarín como “Little House (Built for two)” o que el acordeón de Dan Newton nos lleve al mejor Flaco Jiménez en la fronteriza “Hey Mary”, sin que todo se convierta en un pastiche. Más bien al contrario. Nos hallamos ante un disco de género tan variado que es difícil ponerse de acuerdo precisamente en cuál es su eje vertebrador. Y eso lo hace tan sorprendente como adictivo. Si después de su escucha no os encontráis durante días tarareando “Two days of rain”, es que tenéis un problema. Y grave.
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Anterior crítica de discos: W, de Pájaro Sunrise.