Fin de ciclo para Niños Mutantes

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Miguel: «Seguramente decimos adiós a algunas canciones de las que van a sonar hoy, porque hoy hacemos un repaso prácticamente completo a Diez y Diez y medio»

 

Madrid acogió el fin de gira de Niños Mutantes, que despidieron su disco Diez en la capital. Arancha Moreno charló con ellos un par de horas antes del concierto, y les vio en directo en La Riviera.


Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: J. PEREA.



Como ese sol de noviembre que nunca calienta, diciembre ha reservado una noche fría para recibir a la hornada mutante. Juan Alberto Martínez (vocalista), Nani Castañeda (batería), Andrés López (guitarrista) y Miguel Haro (bajista) atraviesan el hall de su hotel acelerados, recién llegados de la prueba de sonido. En poco más de dos horas, Niños Mutantes saldrán al escenario de La Riviera madrileña para ponerle punto final a la gira de Diez (elepé) y Diez y medio (epé). Con ellos han girado por España, México, Colombia, Panamá y Venezuela, en más de cincuenta conciertos. Ahora cierran su gira en la capital, justo veinte años después de debutar con Mano, parque, paseo. En la vida todo se mide en cifras, menos lo que de verdad importa: las sensaciones y los sentimientos.

 

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Nani: «A veces la música te traspasa a ti mismo, eso es muy bueno y pasa poco»

 

«Cuando he entrado en La Riviera para la prueba de sonido me he puesto nervioso. Luego ya me relajo», admite Juan Alberto. Se sientan unos minutos para compartir sus últimas reflexiones pre-concierto. El vocalista no se esconde cuando admite que las dos últimas semanas «he estado insoportable. Empiezo a relajarme cuando llega el concierto». Ahora sonríe, como si ya estuviera todo a punto y solo tocase disfrutar. Desconfía de aquellos compañeros veteranos que sostienen que se ponen nerviosos cada vez que tocan: «Mienten como bellacos. Creo que un artista solo se pone nervioso en citas especialmente señaladas. Si no, estaríamos todos en el hospital ingresados, sería una profesión imposible de desarrollar». No hay tantos músicos taquicárdicos, bien pensado.

El cuarteto granadino se rige por la democracia hasta en lo emocional. «Juan Alberto ha soltado los nervios y los he cogido yo», bromea el guitarrista Andrés López, que dice recordar la fecha del 1 de diciembre de 2018 como marcada en su calendario desde hace muchísimos meses. Es el fin de gira, la llegada a la cima de su particular escalada. Su compañero Nani Castañeda, batería, aclara que lo que en realidad sienten es «excitación». Vienen de una prueba de sonido «larga y un poco espesa», y tienen claro que, por muy atado que lo lleven, absolutamente todo se decide a partir de las nueve: «Hasta que no empieza el concierto y haces la primera canción, no sabes cómo te vas a relacionar con tus compañeros y con el público. Todo suena guay, somos nosotros los que tenemos que superar la tensión y dar un concierto de puta madre». Se lo juegan todo a esa carta, y pensarlo les vuelve a inquietar: «Al hablar de todo esto me estoy poniendo otra vez súper nervioso», reconoce Juan Alberto.

 

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Juan Alberto: «Lo que más nos sigue excitando es el trabajo más íntimo de encerrarnos y construir cosas»

 

En el guion hay sorpresas, y algunas ni siquiera están por escrito. Desecharon la idea de hacer un concierto con invitados porque ya lo vivieron con el homenaje Mutanciones, pero sí va a haber una colaboración especial. Han llamado a los amigos de Viva Suecia, a los que consideran algo así como sus «ahijados». «Han mamado mucho de nuestros discos, nos han teloneado, uno de ellos lleva un tatuaje por una canción nuestra… hay una conexión muy especial. Nos sentimos en deuda por el proselitismo mutante que están haciendo por ahí, es muy bonito», afirma Juan Alberto. Andrés desvela la historia del tatuaje mutante: Alberto, el guitarrista, se dibujó un glaciar y su novia un volcán. Está claro cuál cantarán con ellos: “Glaciares y volcanes”.

El secreto mejor guardado es que van a despedirse de su teclista, Alonso Díaz, liándole para cantar un tema de su banda, Napoleón Solo. Lo han ensayado a sus espaldas y no figura en el setlist. Ni siquiera lo saben los técnicos. Un «reto total» que llevan «con imperdibles», reconocen divertidos.

 

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Juan Alberto: «Vamos teniendo un decálogo de intenciones, pero a veces empiezas un disco por una idea y al final te acaban llevando a otro sitio»

 

Al borde de echar el cierre, se les amontonan las imágenes que les ha dejado esta gira. Andrés nos lleva hasta el directo que dieron en Caracas: «Tocamos en un momento muy complicado, hacía como cinco o seis años que no iba un grupo internacional. Estuve todo el puñetero concierto con un nudo en la garganta, era muy brutal. La gente se tomó el lema de “Todo va a cambiar” como suyo, o canciones como “Náufragos”, “Miedo”… que tienen un significado y allí tienen otro. Fue muy emocionante». Los demás asienten. Juan Alberto recuerda un momento mucho peor: «El primer día que tocamos en Bogotá, en vez de oír mi voz por el pinganillo oía una emisora de radio evangélica con una mujer hablando de no se qué epístola de San Pablo, y eso duró todo el concierto. A ratos oía mi voz y a ratos la epístola de San Pablo. No podía quitármelo, porque entonces no me oía absolutamente nada, y acabé absolutamente desesperado, quizá ha sido el concierto que peor lo he pasado en mi vida», ríe. «Pero ha sido la excepción chunga, el resto de la gira, musicalmente, hemos llegado a las cotas más altas que hemos tenido nunca, la banda ha sonado muy compacta».

En Segovia dieron un concierto semiacústico, un formato que disfrutan mucho, y que emocionó mucho a Nani: «Nos llevaron a una especie de capilla muy pequeña, y ese día tocamos para 120 personas, porque no cabían más. Hicimos un conciertazo que todavía, cuando me acuerdo, se me pone la piel de gallina. Hubo una comunión entre el público y el grupo… fue una hora y cuarto de música celestial. A veces la música te traspasa a ti mismo, eso es muy bueno y pasa pocas veces». Miguel Haro, bajista, señala que en esta gira se han reconciliado con Barcelona: «La primera fecha, en noviembre de 2017 en Luz de Gas, fue un concierto para recordar, sonó brutal. Volvimos justo un año después y hemos vuelto a tener muy buena respuesta». Los demás coinciden en que esa segunda actuación en la Ciudad Condal fue especial. «De los conciertos que mejor me lo he pasado en mi vida», confiesa el vocalista mutante.

 

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Juan Alberto: «Nos sentimos en deuda con Viva Suecia por el proselitismo mutante que están haciendo por ahí, es muy bonito»

 

En Madrid cierran un capítulo de su historia. «Seguramente decimos adiós a algunas canciones de las que van a sonar hoy, porque hoy hacemos un repaso prácticamente completo a Diez y Diez y medio», vaticina Miguel. «Habrá seis o siete que se caigan», afina Nani. «Es un momento de incertidumbre, no sabemos cuáles son las que el tiempo va a respetar. A todas les tenemos cariño, pero al final de cada disco quedan dos o tres canciones, y ahora ni siquiera sabemos cuáles», reflexiona Juan Alberto. ¿Y qué viene? «Estos son conciertos bisagra», explica el vocalista, «porque a la vez se cierra la puerta y se está abriendo un momento súper interesante, nuestro futuro musical. Ya hay bocetos de canciones que no hemos trabajado todos. Les he ido pasando ideas, quizá sea la vez que más tiempo reposan los bocetos en la cabeza de cada uno. Parece que vamos teniendo un decálogo de intenciones de por dónde queremos ir, pero a veces empiezas el trabajo de un disco por una idea y al final te acaban llevando a otro sitio». Afirma que lo que viene ahora les apetece: «Lo que más nos sigue excitando es el trabajo más íntimo de encerrarnos y construir cosas. Cuando las cosas funcionan montando una canción nueva, es un momento mágico y adictivo».

Pero antes de que eso suceda, les ha salido un último viaje musical para despedir el año: un intercambio cultural con Filipinas. El próximo sábado se van a tocar a Manila, avanza Andrés: «Vamos a aprender con grupos indígenas, en la selva, una cosa muy rara, ¡pero nos vamos a Manila! El broche perfecto para un año viajero». El 2019 se lo plantean algo más pausado en lo que a directos se refiere, y afirman que no tienen prisa en editar el material nuevo: «Queremos medir bien los pasos. Si Diez era un disco importante, el once también». «Sin prisa y con ganas, el lema de 2019», apunta Nani sonriendo.

 

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Andrés: «Vamos a aprender con grupos indígenas, en la selva, una cosa muy rara, ¡pero nos vamos a Manila!»

 

Dos horas después, tras la actuación de los teloneros Pasajero, comienza la adrenalina del directo. Llega el momento de esa canción tan definitiva, el pistoletazo donde se conecta (o no) con el público. Apuestan por uno de sus himnos más recientes, “Segunda oración”, y parece que fluye. Para evitar frenazos prosiguen con la oscura “No continuar”, y a la tercera ya desnudan sus intenciones con una pieza titulada con sus iniciales, “NM”. Su estribillo lo abandera todo: «Y nos guiará una idea lúcida / que nos salvará de un destino trágico. / Toda mi energía está en la música / todo lo demás se destruye rápido».

El inicio western de “Pura vida” se nos queda grabado a fuego, defendido al principio solo a guitarra y voz, con Juan Alberto cantando a pulmón y sin micrófono y logrando que La Riviera escuche en silencio antes del estallido eléctrico. Porque Diez y Diez y medio tienen muchas revoluciones, pero también hay espacio para la poesía, de nuevo eléctrica en “A galopar” y más desnuda y acústica en “FGL”, escrita por el batería y defendida solo a guitarra y voz por la banda. A medio concierto llegan Viva Suecia, y con ellos siguen derramando lava y complicidad sobre el escenario. Suenan algunas imprescindibles, como “Las noches de insomnio”, y “Días complicados”, uno de esos temas sepultados en el polvoriento desván al que van a parar las canciones que se van cayendo de las giras. Poco después, y entre vítores, llega el regalo envenenado a Alonso, a quien enredan para cantar “Antes de que ocurriera”, de Napoleón Solo, sin que él oponga la más mínima resistencia.

Para la traca final dejan el hit “Errante”, “Veneno”, “No puedo más contigo” y “La voz”. El cierre lo pone “Todo va a cambiar”, ese mensaje que conmovió al público venezolano, y que cualquiera podría aplicarse a su particular guerra. Porque todo va a cambiar para los Mutantes también. Es hora de colgar las guitarras, los bajos y las baquetas y refugiarse en los cuarteles de invierno, al calor de la chimenea y los esbozos que serán canción.

 

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