“Desde el garage y la psicodelia hasta el dandismo y la joie de vivre, esta es la historia de Sidonie contada por ellos mismos”
Al hilo de la reedición de toda su discografía, EFE EME inicia una serie de entregas para conocer la historia completa de Sidonie, escrita por Tito Lesende. Iniciamos con su debut, el epé “Dragonfly”, reeditado hoy como elepé con temas de otros epés posteriores.
Texto: TITO LESENDE. Fotos: PEPE DE JUAN.
Barcelona es una ciudad fácil cuando llevas una canica en el bolsillo. Solo tienes que posarla en el suelo, dejarla rodar y, allá donde vaya, estará el mar. En dirección contraria, hacia el monte, Marc Ros, Axel Pi y Jesús Senra desayunan sus cafés en la terraza de un bar de barrio. El sitio no es especial. No aparenta raigambre, el personal no es nativo y ni siquiera tienen una oferta destacable en bollería. Pero a Sidonie los saludan múltiples conocidos. Están en el Poblenou, su barrio adoptivo, a una calle de su cuartel general. En un mismo edificio, equivalente a la Torre Stark de los Vengadores, se ubica su sala de ensayo y también el estudio de grabación Blind Records, donde han registrado discos Love Of Lesbian, Elefantes o Iván Ferreiro. Los propios Sidonie han alumbrado allí el grueso de su catálogo.
El trío celebra dos décadas de andadura con consciencia del esfuerzo realizado y una aplicación casi científica de aquello que denominamos memoria histórica. En la Torre Stark, vamos a llamarla así en adelante, el local de Sidonie tiene ventana y eso es un lujo asiático. A un lado de la habitación, la batería, ya montada para entrar a vivir. Al otro extremo, amplificadores y otros bártulos preparados para salir de gira. Por todas partes se advierten recuerdos de estos años: el currículo de Sidonie.
En la cumbre de la Torre Stark trabajan Santos & Fluren, el tándem productor. En las paredes de su estudio cuelgan discos, portadas y otros recuerdos de clientes habituales. También presume de una generosa terraza donde uno podría dejar pasar la jornada con una hielera a mano y protección solar. En este lugar, los unos y los otros se llaman Joe todo el rato sin que esto genere confusiones. Eso sí: cuando se trabaja, la atención es máxima. La pasión permanece en este equipo desde hace veinte años, pero ahora se canaliza de modo más consciente.
Axel, Marc y Jes se apasionan hablando de su oficio y conversando sobre música, en general. Melómanos hasta el tuétano, disfrutan la reedición de todos sus discos en vinilo. Algunos de ellos, los primeros que publicaron, eran casi imposibles de hallar en el mercado oficial: desaparecido el sello Bip Bip Records, aquella obra quedó descatalogada.
“Era una pena”, resume Axel Pi. “Si te gusta un grupo, es razonable que quieras tener sus primeras grabaciones, que siempre tienen un interés especial. Pero tú no podías encontrar en tiendas nuestro EP “Dragonfly” [2000], ni tampoco nuestro disco “Sidonie” [2001]. Este otoño, Sony Music los pone de nuevo a la venta con el resto de nuestros álbumes y estamos muy contentos”.
Este motivo nos trae hasta aquí. El lector encontrará a continuación un paseo a lomos de la libélula: la memoria de Sidonie por capítulos. Visitando algunos de los lugares preferidos de Marc, Axel y Jes en Barcelona, tomamos cerveza, comimos ostras, discrepamos, rejuvenecimos, miramos el mar y, durante dos intensos días de entrevistas, completamos el recuerdo definitivo de una de las bandas referenciales del pop alternativo español tal y como hoy lo conocemos. Desde el garage y la psicodelia hasta el dandismo y la joie de vivre, esta es la historia de Sidonie contada por ellos mismos.
Axel: “Me gustaba mucho Marc como bajista porque aplicaba su cabeza de guitarrista a ese otro instrumento y las ideas que salían eran muy originales”
Cada viernes, desde el 19 de octubre, se reeditará un álbum de la discografía de Sidonie. La mayoría de ellos saldrán por primera vez en vinilo. Acompañando a cada lanzamiento, EFE EME publicará en primicia una entrega del relato. Esta es la primera de ellas. Próximamente, Sidonie editará una versión integral del reportaje en formato físico para fans.
La libélula emprende el vuelo (1998)
“Puse un anuncio en una tienda de instrumentos del Barrio Gótico de Barcelona”, recuerda Marc Ros sobre los inicios de Sidonie. “Quería montar un grupo y buscaba músicos. Pero no llamó nadie. Un año más tarde respondió Axel y se ofreció como batería. Axel siempre se retrasa. Cuando lo vi subiendo por primera vez la cuesta de la calle donde ensayábamos, él era un chaval, no había hecho todavía el cambio. Yo ya era guapo y atlético [ironiza]. Aquel día empezó todo”.
Ros y Pi no estaban solos. Completaba entonces la trinidad el guitarrista y cantante Roger Salsas, en cuyo sótano ensayaban. Como les salió un concierto y no tenían nombre, se pusieron Citadel, por la canción de los Rolling Stones. Así, con Roger en la guitarra, Marc al bajo y Axel a la batería, ofrecieron algunas actuaciones en fiestas mayores. “Me gustaba mucho Marc como bajista”, recuerda hoy Axel Pi, “porque claramente aplicaba su cabeza de guitarrista a ese otro instrumento y las ideas que salían eran muy originales, muy particulares”.
Sin embargo, antes de un concierto, Ros comunicó al grupo su decisión de pasarse a la guitarra. Aquí entra Jesús Senra. “Nuestro amigo Carlos Cros, que por aquel entonces estaba tocando en Selenitas, nos conocía bien, entendía nuestro estilo y nos recomendó a Jes para ocupar la vacante de bajista”. El aspirante vestía “como los Beatles en “Rubber soul”: el mismo pelo, las mismas chaquetas tejanas o de pana”. En el primer ensayo interpretaron algunas canciones del famoso cuarteto de Liverpool y, en especial, ‘Rain’. En un descanso, Jes se fue al aseo, los demás músicos se miraron y así, con los ojos, se dijeron que había pasado la prueba. “En cuanto lo vimos y lo escuchamos tocar, por calidad y por estética pop, supimos que sería el definitivo”.
Axel Pi: “Recuerdo perfectamente cómo venía vestido Jes la primera vez que lo vimos. La camisa de rayas; la chupa de pana marrón, que fue mítica; los zapatos de ciclista, o de bolera si lo prefieres; y el pelo hacia delante. Antes de todo eso ya lo conocíamos por referencias. Toda la escena sixties y pop de Barcelona salíamos por el Barrio Gótico y, más concretamente, parábamos en un bar llamado La Concha, también conocido como El Pistolas. Allí, charlando sobre nuestras pintas, un promotor de conciertos nos habló de un tipo que se planchaba el pelo y le quedaba increíble. Nos giramos y era Jes, con un peinado alucinante. Luego me enteré de que era bajista, pero no pude imaginar entonces que terminaría teniendo relación con nosotros”.
Sobre un taburete, en su local de ensayos de la Torre Stark, el propio Jesús asiste con halo fascinado a la narración de su compañero baterista. Veinte años después, su peinado no es muy distinto, seguramente, aunque esta mañana lo oculte bajo una visera. Jes aporta su perspectiva: “En la segunda mitad de los años 90, la mayoría de los grupos locales que yo iba a ver me parecían aburridísimos. El rock y el pop son también cuestión de actitud; así entendía yo la música. Los Rolling Stones o los Beatles tenían una imagen; ¿por qué no se podía seguir ese ejemplo? Antes de conocerlos, de Sidonie me decían que eran unos bordes y unos creídos y yo pensaba, vaya, pues van muy guapos. Me gustaba su combinación de pantalones de vestir con chaquetas de cuero; no sabía si tocaban bien, pero me interesaba cómo vestían. Creo que las dos partes nos dejamos seducir por la imagen”.
Habla Marc: “Estábamos inmersos en el movimiento de revival mod barcelonés de aquellos años, con grupos como Brighton 64, Los Negativos o Los Canguros, que seguían el camino de The Jam y Paul Weller. Nosotros fuimos los estertores de esa escena, que ya perdía fuerza y mutaba en psicodelia, dejando atrás el sonido más ritmanblusero. Toda esa gente vestía muy bien. Y luego estaba lo principal, la música: bajábamos a bares como The Pop Place, escuchábamos a los Kinks o a los Move y sabíamos que aquello era lo nuestro”. Continúa Axel: “Antes de tener claro que podríamos ser un grupo profesional, ya nos habíamos quedado prendados de aquella escena psicodélica y empezábamos a vestir así. Tenía un poco de moda entonces, pero nosotros nos fuimos al extremo. Por una parte estaba la gente que llevaba la psicodelia al terreno de la electrónica; recordemos la importancia de locales como el Nasty, o de artistas como Sideral DJ. Pero no nos veíamos tanto ahí. Éramos postadolescentes y nos buscábamos en la imagen de los artistas a quienes admirábamos”.
En Barcelona se celebra desde tiempos inmemoriales el Mercat dels Encants, una feria donde Sidonie buscaban prendas entalladas de segunda mano y de otra época. Porque, claro, a finales del siglo XX, Inditex todavía no trabajaba el corte slim fit. Así que los chicos quedaban los sábados por la mañana, de resaca, para bajar al mercadillo a comprar ropa ajustada y trabajarse un aspecto más personal. Marc Ros: “La imagen tiene su propio lenguaje y todos tratamos de encontrar nuestro lugar en una comunidad, de no estar solos. A lo largo de nuestras vidas hemos hecho probaturas mil. Jes había vestido como Axl Rose o como Bunbury. Yo pretendía imitar a Chris Robinson, de los Black Crowes. Axel quería ser Jim Morrison. Al final, con los años, llegamos a una confluencia que nos pareció bonita, elegante, y ahí nos quedamos; hemos evolucionado, por supuesto, pero desde aquella misma base. Quien te diga que el aspecto no importa te está mintiendo: todo es imagen; incluso la apuesta por la no imagen. Cuando decides que vas a salir de cualquier manera, con una camiseta y unas zapatillas, también ahí estás haciendo una elección estética”.
Marc: “Bajábamos a bares como The Pop Place, escuchábamos a los Kinks o a los Move y sabíamos que aquello era lo nuestro”
Pero, recapitulemos, Sidonie era en sus comienzos (y con la incorporación de Jesús al bajo) un cuarteto. “Con esa formación empezamos a participar en nuestros primeros concursos, es decir, a perder nuestros primeros concursos”, recuerdan. Pero, entonces, Roger Salsas y Marc Ros decidieron irse a Londres. Habían grabado una maqueta con Santos Berrocal, que todavía hoy es, con Fluren Ferrer, el productor de los discos de Sidonie. El objetivo era moverla por los sellos independientes de la capital británica. Incluso se presentaron personalmente en algunos de ellos. En Nude, la discográfica de Suede, alabaron su imagen y les dieron largas. Nada parecía terminar de cuajar, y fue entonces cuando Roger encontró un buen trabajo en Londres y se planteó que Sidonie se estableciese allí.
“Había dos miembros del grupo, Roger y Marc, con inquietudes y aspiraciones en Londres; y otros dos que no creíamos que mudarnos allí fuese buena idea”, revela Axel. “Jes y yo pasamos un tiempo en Barcelona solos, recreándonos en el miedo a la ruptura y en la tristeza de no estar tocando. Teníamos ganas de reencontrarnos con ellos, porque ya entonces nos habíamos convertido en cuatro amigos, pero nos mataba la ansiedad. No había contrato discográfico ni nada parecido; lo único que nos ataba era una enorme ilusión y eso era, precisamente, lo que más daño nos hacía”.
Al recordar aquellos momentos, el baterista y equilibrista de Sidonie se emociona. Jes y él quedaron una noche en la sala Sidecar de su ciudad para ver un concierto de Carrots y Selenitas. Habían nacido casi en paralelo con esas bandas, a quienes ahora veían en un estupendo estado de forma mientras a ellos los consumía la incertidumbre. Jesús Senra: “Fue una etapa muy angustiosa. Después de mucho buscar, había encontrado un grupo increíble y, de repente, dos de sus miembros se iban a vivir a Londres. Yo creía que Sidonie teníamos mejores canciones que los demás y lo pasé realmente mal. Estaba seguro de que, si perdía esta banda, lo perdería todo y no volvería a tener una oportunidad igual”.
Terminado el concierto de sus bandas colegas, y desgastados por la frustración, Jes y Axel fueron al bar Llúria a tomarse una última cerveza. Allí los abordó un tipo que vendía grabados. Les enseñó el dibujo de un dragón. Les dijo que esa bestia mitológica sería capaz de traer volando cualquier cosa que deseasen. No se lo pensaron y pidieron precio. Al dragón le rogaron que la banda permaneciese unida.
Axel: “Si Marc hubiese decidido quedarse en Londres con Roger, todo se habría terminado”
Durante la estancia de Marc y Roger en Londres, el conflicto de Sidonie no era distinto al de cualquier relación sentimental a distancia: en la capital británica, una mitad del grupo se debatía entre la ilusión y el desarraigo; en su Barcelona natal, la otra mitad vivía pendiente de lo que estuviera pasando en las cabezas de los exiliados.
Un mes de agosto, Marc regresó a Barcelona por motivos personales. Sus compañeros todavía no sabían sus intenciones. No quisieron presionarlo y esperaron el mejor momento para mantener una conversación. Tras una reunión “dramática” en el piso de Jesús, el grupo decidió permanecer en Barcelona. Marc regresaba a casa, pues, pero Roger se quedó en Londres. Planteó viajar él cada fin de semana a su ciudad para tocar y continuar en la banda, pero Sidonie rechazó la idea; Marc Ros había apostado por el proyecto y todos iban a pelear “a saco”, con el mismo grado de implicación. Acordaron seguir adelante sin Roger Salsas, miembro fundador, guitarrista y cantante hasta ese momento. “Fue un punto crucial en nuestra carrera”, concluye Axel Pi. “Si Marc hubiese decidido quedarse en Londres con Roger, todo se habría terminado”. Durante los años posteriores, el grabado del dragón que Axel y Jes compraron al artista callejero ocuparía un lugar de privilegio en el local de ensayo de Sidonie. El bicho había cumplido sus deseos.
De nuevo en trío, Sidonie tuvo que regenerarse; esta vez, con Marc al frente. La salida de Roger Salsas propició una alteración salvaje de la química entre la banda, pero también un golpe de timón a su propuesta musical. Sidonie fue liberándose de buena parte de su vertiente experimental para acercarse al pop. Marc Ros tomó las riendas y comenzó a preocuparse por la canción como objetivo. “Empezamos a depurar cada uno de nuestros temas hasta encontrar su núcleo y limpiarlo de improvisaciones y experimentos gratuitos. Ese cambio fue clave”, afirma.
En los primeros conciertos de Sidonie sin Roger Salsas, la ausencia del antiguo líder pesaba como una losa. Vacío su espacio al centro del escenario, Marc y Jes fueron juntándose y haciendo piña. Como nuevo cantante y foco de atención, Marc Ros tuvo que vencer su timidez inicial para ejercer de interlocutor con el público. Pero, como esto todavía no era suficiente, desarrollaron su faceta teatral. “Teníamos miedo de no llenar el escenario, así que empezamos a crear ideas y performances que diesen vida a cada concierto”, recuerda Axel.
Era 1998 y comenzaba de verdad Sidonie tal y como hoy lo conocemos. Los tres músicos andaban entre los 25 y los 27 años. Pertenecen a la primera generación de músicos de rock de estallido tranquilo. Aunque la mayoría de grupos con los que hoy comparten festivales vivieron un despertar similar, a ellos les hubiera gustado empezar antes y “aprovechar la energía juvenil de los 22 o los 23”. Sin embargo, saben que esa cocción lenta, precisamente, les dio la madurez para afrontar éxitos y tropiezos de manera más racional.
De las bandas que formaron la escena pop barcelonesa de finales del siglo XX, Sidonie es el último vestigio. Lo explica Marc: “Seguimos aquí, sobre todo, por la química personal que se dio entre nosotros cuando nos quedamos como trío. A pesar de que ha habido a nuestro alrededor grupos muy buenos, con propuestas musicales muy interesantes, creo que las demás bandas han sido como familias desestructuradas; nosotros tres compartíamos afinidad personal y un compromiso común”.
“Dragonfly” (2000)
Sidonie lanzó sus primeras canciones con el sello independiente Bip Bip Records, asociado fundamentalmente a la escena mod barcelonesa. El grupo se costearía la grabación de un repertorio y la discográfica fabricaría y distribuiría un epé. De las ventas de este, se cubrirían primero los gastos del estudio y, a partir de ahí, se repartirían beneficios si los hubiese. Es el trato habitual que rige, todavía hoy, en tantos acuerdos discográficos.
Con el premio de un concurso de grupos en La Capsa de El Prat de Llobregat, Sidonie reunió las 450.000 pesetas (2.704 euros, al cambio a la moneda actual) que les costó registrar “Dragonfly”, según la prodigiosa memoria de Axel. Era una cifra respetable para su época. Habla Axel: “Con nuestro primer sello discográfico nos planteamos negociar trabajo a trabajo, sin comprometernos a futuro. Bip Bip nos propuso firmar por dos o tres discos, pero nosotros preferimos hacer un contrato para el EP. Si ambas partes quisiésemos seguir después, lo haríamos, por supuesto, pero renegociando cada vez las condiciones. Años más tarde, me haría gracia ver cómo ese mismo criterio práctico era utilizado por el entrenador Pep Guardiola en su relación con el F.C. Barcelona. En vez de disco a disco, temporada a temporada, claro”.
El sello Bip Bip Records, hoy desaparecido, estaba conformado por Albert Gil (miembro de Brighton 64) y Eneida Fever (agitadora musical y DJ). Gil era militante de la facción revivalista del mod patrio y esto generaba cierta discordia con las inquietudes musicales de Sidonie. El grupo confiaba en Gil y, aunque la sintonía era buena, la comunicación fluía aún mejor con Eneida, que se encargaba de la promoción. Sidonie se dio a conocer entre la prensa musical española (y obtuvo sus primeras portadas en medios especializados) gracias al tesón de Eneida Fever, en quien el grupo encontró una complicidad estimulante.
Titularon a su debut “Dragonfly” (“Libélula”, en inglés) por las connotaciones psicodélicas de este insecto, con sus dos pares de alas y todos sus colorines. “Estéticamente, nos resultaba fácil asociar la libélula con el pop psicodélico inglés de los 60”, explican. “Si hubiese sido hard rock, hubiésemos utilizado la figura del león; si hablásemos de heavy metal, sería el dragón”. Y “Dragonfly” se ubica en esa intersección del pop psicodélico clásico con elementos de la música electrónica que hacía furor a finales de los 90. Diversos grupos británicos de aquella década coquetearon con la misma idea, acaso variando sus ingredientes: Cornershop, Gomez, Stone Roses o Primal Scream, por ejemplo. Pero Sidonie fue especialmente comparado con Kula Shaker. “Nos lo decían en todas las entrevistas; yo creo que era por el uso del sitar”, resume Marc. “Y nos gustaba esa banda. Pero creo que es igual de importante la influencia de Portishead, Air, Beta Band o, por encima de todos, Beck. No queríamos ser un grupo revivalista, como Kula Shaker; nos interesaban artistas con producciones algo más contemporáneas o incluso arriesgadas. Odiábamos las etiquetas; cada vez que nos comparaban con alguien nos sentíamos en una cárcel”.
Grabado ya el epé, el programa “Bulevar” (dirigido por José María Rey en Radio 3) empezó a machacar ‘Sidonie goes to London’, un tema instrumental protagonizado por el sitar. Marc Ros: “El impacto de escucharte por primera vez en la radio es maravilloso y es una sensación que no ha perdido intensidad con los años. Pero, incluso estando tan emocionados, me preocupaba un poco que pusiesen esa canción todo el rato. Que, además, es instrumental. Porque no representaba todo lo que nosotros éramos”
Habla Jesús: “Aquel tema nos colocó otra etiqueta. De repente éramos el grupo del sitar. ¡Como si todo se redujera a eso! La gente se ponía delante del escenario, con los ojos abiertos, para vernos tocar el sitar. Realmente, usábamos ese instrumento como cualquier otro, pero no tanto como una guitarra, un bajo, una batería o la voz. La clave de ‘Sidonie goes to London’ es que está muy bien grabada, a pesar de las claras limitaciones que teníamos en producción. Es un tema instrumental, pero resulta entretenido y original. Para mí es perfecto, maravilloso. No hay que buscar más explicaciones. Por lo demás, habíamos estado viendo a Beck en la sala Razzmatazz y estábamos en una fase de integrar cualquier elemento en nuestro espectáculo, lo mismo que Beck en su escenario”. Añade Axel: “El sitar dio mucho que hablar y nos ayudó a asomar la cabeza, viéndolo en positivo. Nos distinguió entre otros grupos. Nosotros no habíamos pensado en ‘Sidonie goes to London’ como single, pero José María Rey se enamoró del tema y acabó ganando notoriedad por sí mismo”.
En “Dragonfly”, por fantástico que parezca, hay un injerto de audio del cómico Andrés Pajares. La otra manifestación de extravagancia del disco es su revisión de ‘Beautiful stranger’, el soberbio tema que William Orbit y Madonna compusieran para la película “Austin Powers: La espía que me achuchó” (1999). Lo cuenta Marc: “Hacer un tema de Madonna en aquel momento era arriesgado. Dentro del pop español, todavía nadie la reivindicaba. Pero es que la canción era buenísima y aprovechamos su conexión psicodélica para hacerla nuestra; encajaba en nuestro punto de provocación, lo mismo que incluir la voz de Pajares. Sin embargo, algo no funcionó en nuestra versión, que no nos quedó como me hubiese gustado. Todavía prefiero la original de Madonna”. Axel añade: “En el estudio no supimos encararla, tal vez. Pero en directo resultaba muy agradecida, porque era una canción popular en aquel momento y nosotros todavía teníamos un repertorio que la gente no conocía bien. De repente, sacar el tema de Madonna era un gancho”.
“Dragonfly” se publicó con una portada que Marc Ros califica de “deleznable” y que el grupo ha evitado en su reedición en vinilo. Además, el epé ha sido enriquecido en su versión remozada con otros temas de la época (del epé “Let it shine”, especialmente) hasta completar el disco largo que, en su momento, podría haber sido. Salvando las distancias históricas, es lo mismo que los Beatles hicieron con su “Magical mystery tour”.
Marc: “Empezamos a depurar cada uno de nuestros temas hasta encontrar su núcleo y limpiarlo de improvisaciones y experimentos gratuitos. Ese cambio fue clave”
Aquel año 2000, Sidonie acudieron a tocar al festival Purple Weekend de León, cumbre del movimiento mod y del pop sesentero, y se les ocurrió sacar en su concierto una bandera de Queen. “Por entonces todavía estábamos muy vinculados con la escena mod, tanto nosotros como el sello Bip Bip, y teníamos miedo a ser encasillados”, recuerda Axel. “Deseábamos muchísimo tocar en el Purple Weekend y creímos que lo mejor no sería rechazar el concierto, sino precisamente ir a la meca del movimiento mod en España y dejar claro que nos encontrábamos a gusto allí, pero que también nos gustaban otras cosas. Colgamos del teclado la bandera de Queen y lo dejamos todo dicho con una simple imagen. Aunque sabíamos que, después de aquello, tal vez no pudiéramos volver a tocar en ese festival”. Corrobora Jesús: “Lo mejor es que nuestra propuesta, con bandera incluida, fue muy bien acogida por la gente mod, incluyendo a la élite, a los radicales y a los puristas. Elena, de Los Flechazos, vino a felicitarnos al camerino porque le había encantado el concierto. Aquello fue brutal”.
Mientras se hacían populares en el circuito de bares y festivales de pop alternativo, sus componentes compaginaban su labor en la banda con otras actividades. Axel estudiaba Medicina. Marc y Jesús tenían trabajos ajenos a la música. “Era insostenible”, recuerda el cantante. “Tenía un grupo que estaba despegando, pero también pareja, otro trabajo y vivía en casa de mis padres”. Marc Ros se ganaba el sustento en una fábrica de piezas para coches, aunque también había ayudado en la óptica de su padre. En una empresa de cajas y embalajes coincidió con Jes. “Mis padres me obligaron a trabajar”, cuenta. “No me daban absolutamente nada porque sí. Un momento romántico, novelesco de mi vida, fue pagarme mi primer coche para poder desplazarme a ensayar. Aquello fue un triunfo personal. En algunos momentos, compatibilizar el grupo con el resto de mi vida fue un infierno y no pude disfrutar al cien por cien de lo que estaba pasando”.
Entonces, ¿era acertada o no la catalogación inicial de Sidonie como grupo burgués? Responde Marc: “Yo vengo de un barrio bueno, y Axel de un pueblo residencial en una zona de poder adquisitivo alto, a las afueras de Barcelona. Jesús viene de Sant Andreu, un barrio obrero de toda la vida. Pero a mí no me han regalado nada, no me han comprado nada jamás. De todos modos, cuando surgían estos comentarios ni siquiera me desagradaban. Yo nunca había tenido conciencia de clase, quizá porque desde muy joven me desmarqué de los colegas de mi zona para juntarme con la gente del rock. Pero es verdad que, cuando Jes me llevó a su barrio, flipé un poco. Me dije, vaya, la gente también vive así”. Jesús recuerda: “Antes de conocer a Axel y a Marc, la gente me decía que eran engreídos y, además, que eran tíos de pasta. Yo me preguntaba cuál era el problema. ¿Iban a ser peores músicos por eso?”. Axel aclara: “Aunque nuestras familias no tuviesen problemas económicos, tampoco éramos burgueses, ni mucho menos. Siempre me sorprendió un poco que dijeran eso de nosotros, con todo lo difícil que se nos estaba haciendo aquella aventura”.
Hubo un momento en que los chicos decidieron dejarlo todo por Sidonie; empezar a viajar, a apostar por el proyecto, a tocar donde fuera que los quisieran para darse a conocer. Prosigue Axel: “Nunca olvidaremos cuando, volviendo de un fin de semana en Galicia, después de haber llenado la sala Mardi Gras de A Coruña y La Iguana en Vigo, hicimos nuestros números y nos dimos cuenta de que todavía teníamos que poner 1.000 pesetas [6 euros] para terminar de cubrir los gastos. Esa fue una magnífica e importante dosis de realidad; íbamos a tener que trabajar y luchar mucho más para vivir nuestro sueño”. En cuanto a las respectivas familias, admite el baterista, “al principio tenían una visión crítica sobre lo que hacíamos. Hubieran preferido que nos dedicáramos a otra cosa; en mi caso, que terminase la carrera de Medicina. Sin embargo, a los tres nos apoyaron y eso se lo debemos. Nos ayudó mucho no perder el cariño y el amor de nuestras familias. Yo le decía a mi padre que era feliz cuando tocaba mi batería con Sidonie, pero es verdad que eso eran solo palabras. Hasta que vino a vernos a un concierto; entonces, desde su empatía y su sensibilidad, me entendió. Algo parecido ocurrió con los padres de Jes y Marc. Y eso es muy bonito”.
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Siguiente entrega de Sidonie: Primer disco largo, disfraces y hedonismo (2001).