“Creo que ha habido alguna canción del disco de Alejandro que, cuando la tocaba en las pruebas de sonido, le pedía que fuera para mí (para Marlango)”
Cuatro años después de “El porvenir”, Marlango editan nuevo disco, “Technicolor”. Carlos H. Vázquez analiza con ellos las claves de este nuevo trabajo, en el que cuentan con la colaboración, entre otros, de Coque Malla.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ. Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
El mundo se va a la mierda. Se ha quedado una frase perdida y no hay melodía que la encuentre por el salón. Está agarrada —la frase— a las patas del piano porque tiene miedo del suelo. Esa tarde rara de verano, los abrazos entre dos elementos sonaban distintos. Tocaba (en silencio) Alejandro Pelayo las teclas de un Yamaha negro. Leonor Watling se levantó a buscar el mando del aire acondicionado. Todavía apretaba el calor en Madrid.
La de Marlango, en “Technicolor” (Altafonte, 2018), es una música nocturna. No hay guitarras eléctricas ni bajos, pero hay otras cuerdas (cello, violín…), metales (trompeta, trombón, tuba, fliscornio…), madera, piano, percusión y voz; Leonor Watling canta en blanco y negro para una audiencia que escucha en technicolor. Revisando los últimos tramos de la discografía de Marlango, después de “El porvenir” (Universal, 2014), con la producción de Sebastian Krys, iría el actual elepé y el motivo de esta entrevista, pero en realidad hubo otro álbum en medio —no firmado por Marlango— al que hay que prestar atención para precisar en el sonido de “Technicolor”: se trata de “La herida invisible” (Subterfuge, 2017), de Alejandro Pelayo, un disco donde manda lo clásico, el piano, y también la madera. Tiempos de cambio, los de Watling y Pelayo.
“Technicolor” está marcado por la salida de Universal. Musicalmente, ¿en qué ha influido este cambio?
Leonor: Musicalmente en nada. Tampoco nos influenciaba musicalmente estar en Universal.
Alejandro: Está más marcado por el disco anterior (“El porvenir”), por cómo se hizo y por lo que costó hacerlo, que por otras cuestiones. En él se intentó forzar las dinámicas, los tempos, los arreglos, las estéticas y sacarnos de ese lugar donde nuestra tendencia nos llevaba. Pero en “Technicolor” es todo lo contrario; queríamos hacernos fuertes con esto y potenciarlo para eliminar todo lo superfluo y quedarnos con cuantas menos cosas, mejor.
¿Influyó también “La herida invisible”, el disco de Alejandro en 2017?
Leonor: Yo creo que todo lo que hacemos por separado influye —para bien— en nuestra individualidad y en Marlango.
Creo que el sonido de “El porvenir” es muy distinto al de “Technicolor”, que encuentro más cerca de “La herida invisible”.
Leonor: Siempre hemos sido un poco así. Después del primer disco (“Marlango”), que era muy pequeño, hicimos otro en reacción a él (“Automatic imperfection”), que era más para tocar en un escenario. Luego volvimos a hacer otro disco más pequeño (“Selection”). Nos encontramos a través de las cosas que vamos haciendo.
Cuando estabais preparando “Technicolor”, ¿sabíais ya que dejabais Universal?
Alejandro: Sí. Pero nuestro ritmo musical es constante. Y las otras cosas van pasando más rápido o más despacio, como sucede con las cosas de la vida que tú no decides (la semana pasada me llegó una multa de este verano pasado, por ejemplo). Algunos de los puntos de partida e ideas que hay en “Technicolor” estaban mucho antes de saber que no íbamos a hacerlo con Universal.
Leonor: Creo que ha habido alguna canción del disco de Alejandro que, cuando la tocaba en las pruebas de sonido, le pedía que fuera para mí (para Marlango).
Alejandro: El punto de partida siempre es el mismo: me siento en el piano y casi nunca decido yo para qué acabará siendo esa música, o si servirá para algo.
“‘El porvenir’ fue una experiencia alucinante, pero es como cuando te hacen unas fotos vestido de boda: está bien, pero no soy yo”.
En cuanto al título del disco, ¿es cierto que el technicolor empezó siendo en blanco y negro?
Leonor: Sí. Ahora nos creemos muy modernos con los filtros en las fotos, pero en los años cuarenta ya eran supermodernos. Incluso lo hacían en Versalles, aunque no nos hemos ido tan atrás. Musicalmente, hay algo de esa época que nos hace bien, como de música hecha a mano y tocada con instrumentos nobles. Bajo ningún concepto es una crítica contra lo demás, sino que es ahí donde nos sentimos más cómodos. “El porvenir” fue una experiencia alucinante, pero es como cuando te hacen unas fotos vestido de boda: está bien, pero no soy yo.
Diría que “Un día extraordinario”, del 2012, está más próximo a “Technicolor”. Sobre todo porque “Un día extraordinario” fue producido por Suso Saiz, compositor de bandas sonoras, entre otras cosas.
Leonor: Sí. Y el primero (“Marlango”) también, si me apuras, aunque no en la manera de grabarlo, porque aquel disco lo grabamos en tres noches y “Technicolor” lo hemos estado grabando en seis meses. Tiene que ver más con ese que con ningún otro.
Pero en “El porvenir” está el tema ‘La luna’, que anda cerca de “Technicolor”, y tiene una instrumentación muy parecida.
Alejandro: Sí. En realidad ‘La luna’ era una canción a piano y voz. No nos “peleamos” con Sebastian Krys, pero casi, porque esa canción era así y no daba para más. “No hay cama para tanta gente”, como dice la canción de Rubén Blades. No se puede convertir en un Hilton algo que tiene aspiraciones de casa rural, porque se va a notar. Al final fue una pelea que ganó él.
Leonor: Pero aprendimos mucho también.
Alejandro: Porque es un profesional y lo sabe hacer muy bien. Luego escuchas el resultado y ves que no es un Hilton, pero es una cabaña que se ha convertido en un hotel rural de cinco estrellas. Entonces piensas que sí que se podía, aunque no es lo que yo haría.
“Nosotros nos juntamos y yo me pongo a tocar (Leonor tararea) para intentar provocar que pase algo: una palabra, un título, una melodía o una foto que nos ayude a los dos”
¿Cómo ha sido trabajar con Vicent Huma en “Technicolor”?
Leonor: El trabajo de Huma ha sido alucinante y ha tenido mucho peso en la producción, que era vaciar y darnos la tranquilidad mientras nosotros seguíamos dándole vueltas a la línea de una melodía. Hay una parte A y una parte B, pero no buscábamos una parte C.
Alejandro: No le hemos enseñado canciones editadas, terminadas y ordenadas, sino que ha sido una colección de retales que él se ha encargado de unir, como esas colchas de patchwork.
Leonor: Bueno, algunas sí que creíamos que las llevábamos muy cerradas.
¿Por ejemplo?
Alejandro: Todas, en realidad. A Huma hay que darle el crédito de la edición, porque ha hecho algo muy importante. Tú te pones a trabajar, a componer… y escribes una parte C, una parte más musical, el estribillo, la intro… Y puedes tocarla en un compás de dos por cuatro o de seis por ocho… Puedes tocarla más rápido o más despacio o hacerlo más swing o más rag time o más clásico, con arpegios… Él ha construido la canción y de entre todas esas posibilidades ha ido eligiendo. Renunciar es algo que le cuesta mucho al compositor.
Leonor: A la cantante también le pasa. A mí me tiraba muchísimo de las riendas: “Tómate dos cervezas más, vete a dar un paseo, agótate… y cuando estés muy cansada, vienes y la cantas”.
“(Huma) Me tiraba muchísimo de las riendas: ‘Tómate dos cervezas más, vete a dar un paseo, agótate… y cuando estés muy cansada, vienes y la cantas’”
‘Los desertores’ me parece una canción preciosa, por cierto. Hasta te diría, Leonor, que la cantas distinta.
Leonor: Cada canción tiene algo distinto. Hemos probado micros diferentes en cada tema y cada uno ha tenido su tratamiento. Creo que hemos probado dieciséis micros para la voz en cada canción.
¿Y es posible que ‘Los desertores’ sea una ida y ‘Baila’ la vuelta?
Alejandro: Es posible que la composición de las dos canciones venga del mismo lugar, sí. Tocando, hemos ido separando y construyendo con otras piezas una canción y a la vez la otra. El punto de partida es el mismo. Nosotros nos juntamos y yo me pongo a tocar (Leonor tararea) para intentar provocar que pase algo: una palabra, un título, una melodía o una foto que nos ayude a los dos.
En cuanto a las letras, noto que hay mucho de pérdida, de ir, venir y llegar. Creo que salvo en ‘Lo que no te digo’, en las demás existe esa sensación. ¿Estáis de acuerdo?
Leonor: Sí. Y en el anterior disco también pasaba. En general, me gusta mucho escribir el tema del tránsito. Igual es por cómo es nuestra vida, que estamos yendo y viniendo.
Alejandro: Yo también empujo mucho en esa parte de la letra sin terminar y que sea una canción de amor y de desamor a la vez. Que la persona que la escuche, si está recién enamorada, sienta que es una canción de amor. Y si la acaban de dejar, que se joda con esta canción también. Que le sirva, porque esos dos momentos se parecen mucho, por eso en lo musical hay que reforzarlo con la ambigüedad.
“Cuando terminamos ‘Poco a poco’ nos dimos cuenta de que tenía mucho de musical, y ese punto tan callejero y despojado que tiene Coque, como en el homenaje a Rubén Blades”
Contáis con Coque Malla en ‘Poco a poco’, pero no es la primera vez que compartís canción. ‘Berlín’ o ‘Si yo fuera otra’ son dos ejemplos. ¿Por qué habéis llamado a Coque Malla para esta tema?
Leonor: Teníamos muchas ganas de cantar con él. Cuando terminamos esta canción, de repente, nos dimos cuenta de que tenía mucho de musical y ese punto tan callejero y despojado que tiene Coque, como en el homenaje a Rubén Blades (“Coque Malla canta a Rubén Blades”). Pensamos que ese contraste le iba muy bien y que llevaría la canción a un sitio mucho más bonito.
‘Poco a poco’, por cierto, empieza muy parecida a una versión en directo que tiene Michael Jackson de su ‘The way you make me feel’.
Leonor: Eso nos pasó con ‘Pequeño vals’. Un día, tocándola, no sé si mi hijo o el de Alejandro, dijo: “¡Bob Esponja!”, porque el principio de ‘Pequeño vals’ es como el final de la canción de Bob Esponja (risas).
Alejandro: Tenemos cuatro o cinco versiones de esa canción (‘Poco a poco’).
Leonor: Es la que más nos ha costado.
Alejandro: La escribimos a piano y voz y luego la hemos grabado de muchas maneras.
Leonor: La hicimos de una manera para el single, después otra para el disco, luego para la versión con Coque…
Alejandro: Nos fijamos mucho en ‘Extraordinary machine’, de Fiona Apple, que es una canción perfecta desde el punto de vista del arreglo. También tuvimos en cuenta ‘It’s oh so quiet’ de Björk, donde convive ese mundo clásico en el arreglo y la parte aberrada que tiene ella al cantar, aunque eso es cosa suya. Pero conviven instrumentos de orquesta con algo mucho más popular. ¿Cómo se puede hacer eso sin que sea raro? Con esas referencias y nuestra canción dimos muchas vueltas hasta encontrar que el cello y el piano mandaban y que todos los demás instrumentos se tiraban sobre ese suelo. Con mayor o menor acierto, esa decisión es de Huma.
Quiero terminar con la otra colaboración, la de David Aguilar en ‘Un momento perfecto’, músico que está considerado como el nuevo exponente de la canción mexicana. Con su disco “Siguiente” ha tenido cinco nominaciones al Grammy Latino, además.
Leonor: Pero grabó con nosotros antes de las cinco nominaciones (risas). Me alegro mucho por él, la verdad. Canta increíble y hace unas voces que no sabes de dónde las ha sacado. Es muy brillante. No es fácil tampoco lo que hace. Hay grandes avenidas de cosas estándar, pero luego están las flores raras.
Alejandro: Canta como si tuviera ochenta años, pero está atrapado en el cuerpo de un joven. Lleva con él toda la tradición del cantante no solo mexicano, sino melódico que mira a las mujeres y las enamora a todas con su bigote.