La muerte de Geoff Emerick, ingeniero de sonido de los Beatles, lleva a Tito Lesende a recordar su figura en esta carta abierta en la que repasa su trayectoria con los de Liverpool. Un personaje que Lesende conoce bien tras haber firmado “Revolver: El disco de los Beatles que revolucionó el rock”(Efe Eme).
Texto: TITO LESENDE.
Apreciado Sr. Emerick: es una pena que se haya ido. Es verdad que hace tiempo que llevaba marcapasos, pero estaba usted hecho un chaval, y no se perdía una fiesta. Este mismo sábado, hace unos días, se le vio asistiendo a un concierto de The Fab Faux en el Wiltern de Los Ángeles. ¡Cómo le gustaba rememorar el repertorio de los Beatles, también a través de una banda tributo!
Cuando conocí su historia me quedé fascinado: entró usted en el estudio de EMI siendo menor de edad, cuando apenas le apuntaba el bozo. No sabía si iba a cobrar o no, y no ponía problemas para cubrir cualquier contingencia; lo mismo tiraba cables como salía a los recados. La vida era dura todavía en el Reino Unido en 1962. Dicen que, en su segundo día de trabajo, a su jefe le tocó cubrir una tarea de tantas: grabar el primer tema de los Beatles, unos chavales con muchas ganas. Estuvo usted allí, en la sesión de ‘Love me do’. Y, aunque no participó, su biografía iría asociada desde entonces a aquel cuarteto de Liverpool.
En 1966 recibió de George Martin la alternativa: al promocionar Norman Smith, pasaba usted a ser el ingeniero jefe de las sesiones del disco que acabaría siendo “Revolver”. En su primera jornada de trabajo, John Lennon les enseñó una locura llamada ‘Tomorrow never knows’ y le dijo que quería que su voz sonase como el Dalai hablando desde lo alto de una montaña. Ahí te las compongas. También le propuso cantar colgado boca abajo y otras ideas. Entonces, se le ocurrió a usted aquello de pasar su voz a través del altavoz Leslie de un órgano Hammond y, en ese único movimiento, consiguió alterar a George Martin, hacer famosos a los altavoces Leslie, plasmar una canción crucial para la evolución de los Beatles, afianzarse en su nuevo puesto y, en general, pasar a la historia.
También ayudó a Paul McCartney a convencer a los músicos de cuerda de que era bueno que en ‘Eleanor Rigby’ se registrase la fricción del arco, aunque no quedase muy ortodoxo. Luego, en el disco “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967), se consagró usted y le dieron su primer Grammy. ‘A day in the life’ quedará como una de las referencias impepinables de su legado, pero ojo con el collage sonoro que se inventó para ‘Being for the benefit of Mr. Kite!’. A continuación, los chicos se pusieron intensos y decidió apartarse y que corriese el aire, pero regresó a tiempo de grabar “Abbey Road” (1969) y poner las cosas en su sitio. Para entonces, ya era usted el hombre de confianza de McCartney, y por eso no fue raro que continuase trabajando con él cuando el famoso grupo se deshizo, que mantuviesen ambos su relación hasta el final. Y tampoco extraña, pues, que ninguno de sus otros ex compañeros volviese a llamarlo.
Difuntos los Beatles, en su currículo como productor e ingeniero de sonido están obras geniales de Paul McCartney, sí. Sobre todo, el increíble Band on the run (1973). Pero también es suyo el sonido de palmas y guitarra slide de “Stuck in the middle with you”, de Stealer’s Wheel. La producción de Imperial bedroom (1982), de Elvis Costello & The Attractions, o No dice (1970), de Badfinger, entre otros muchos. También se ocupó de las mezclas de Wired (1976), obra significativa en la carrera de Jeff Beck que produjo el capo George Martin. Y trabajó, en definitiva, con pájaros de plumajes tan dispares como Robin Trower o Echo & The Bunnymen. Que no se nos olvide Odessey & Oracle (1968), la obra maestra de los Zombies, en cuya gestación participó como mano derecha del iluminado Rod Argent.
No voy a engañarlo, Sr. Emerick: esta madrugada, cuando recibí la noticia de su muerte, sentí una convulsión de las importantes. Juan de Dios Martín, su colega sonidista, me mensajeó desde Los Ángeles para trasladarme las malas noticias. Conoció usted a Juande en la barbacoa de algún amigo común y, al segundo o tercer encuentro, le pidió un ejemplar de “Revolver: El disco de los Beatles que revolucionó el rock” (Efe Eme, 2016), que el bueno de Juan de Dios le autografió en su condición de prologuista. Me contó que se vieron por última vez este mismo año, y que usted ya le había agarrado confianza. Me hubiese gustado viajar a California para tomar un té con los dos y escuchar alguna de sus historias. Ya no será posible.
Parece que el corazón le ha fallado de una vez por todas, Geoff, pero sin duda seguirá latiendo en tantas canciones labradas con su buen juicio. Respeto para el hombre de música que se va. Gracias por todo, amigo.