“Chuck creaba un personaje inmortal, el protagonista de una canción, que comenzaba con uno de los riffs más célebres de la historia: Johnny B. Goode’”
Recorrer dos décadas a golpe de riff en solo cuatro paradas. Un reto al que se enfrenta Fernando Ballesteros, partiendo de Chuck Berry para llegar a Led Zeppelin.
Selección y texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Hagamos una lista de diez riffs célebres. Aunque, pensándolo bien, seguro que vamos a coincidir en, por lo menos siete. No hay mucha emoción. ¿Que tal si hacemos, mejor, un viaje en el tiempo? Que sea un viaje con pocas reglas. Una de ellas es que va a tener diez paradas, en cada una de las cuales, vamos a disfrutar de un riff, el de una canción que explique algo de lo que estaba sucediendo en aquel momento en el mundo de la música popular.
Tomaremos una dirección y elegiremos unas pocas carreteras de las muchas que van a aparecer señalizadas en paneles informativos durante el trayecto. Aunque duela, habrá que emprender un camino, sabiendo que desechamos muchos otros que, seguramente, nos iban a ofrecer atracciones incluso más interesantes. Nos equivocaremos, seguro, pero vamos allá.
Y el inicio del periplo nos tiene que llevar a un momento mágico.
1958: ‘Johnny B. Goode’, de Chuck Berry
Tres años antes se había producido la gran explosión de ‘Rock around the clock’. La canción, grabada originalmente en 1953 por Sunny Dae & The Knights, entró en otra dimensión con la versión de Bill Haley and His Comets, más aún cuando apareció en la banda sonora de “Semilla de maldad” unos meses después. El filme, estrenado en marzo de 1955, supuso el redescubrimiento masivo del tema por parte del público joven: asientos arrancados en las salas, jóvenes bailando en el cine, aquello era lo nunca visto. Tanto, que las autoridades se pusieron manos a la obra para prohibir su exhibición en algunos estados.
Los chavales salían de ver aquello y se iban directos a buscar la canción. En el mes de julio, ‘Rock around the clock’ ya se había convertido en la primera grabación de rock and roll que alcanzaba el número 1 de las listas estadounidenses y nadie la movería de ahí en los siguientes dos meses. También escaló hasta lo más alto en otros países. Fue número 1 en el Reino Unido y vendió varios millones de copias. Había estallado una revolución musical que llevaba meses gestándose.
Pero Bill Haley estaba ya en los treinta, era un héroe casi por accidente. Su edad y su imagen no daban para convertirle en el abanderado de todo aquello. Aquel estandarte lo iba a portar Elvis Presley y tras él se iba a situar toda una generación de grandes de la era dorada del rock and roll: Eddie Cochran, Gene Vincent, Jerry Lee Lewis, Little Richard y, por supuesto, Chuck Berry.
El rocker californiano alcanzó su primer gran éxito en 1955 con “Maybelline” y enganchó una serie de éxitos, marcados por unas señas de identidad entre las que destacaban su forma de toca la guitarra y sus letras que iban más allá del mero eslogan juvenil, para contar historias. Su gran éxito del 58 “Johnny B. Goode” presentaba otra gran novedad ya que era la primera vez que desde el rock and roll se hablaba del estrellato rock. Chuck creaba un personaje inmortal, el protagonista de una canción, que comenzaba con uno de los riffs más célebres de la historia.
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1964: ‘You really got me’, de The Kinks
La siguiente sacudida en la historia de la música pop llegaba desde las islas. Es el momento de la invasión británica y sus grupos, que utilizan una fórmula a base del rock and roll y el rhythm and blues norteamericanos para mandarles de vuelta un nuevo producto.Los cuatro de Liverpool toman las listas americanas y su aparición en el programa de Ed Sullivan, el 9 de febrero del 64, desata la beatlemanía. Tras ellos, los Rolling Stones, los Who y decenas de bandas se convierten en lo más escuchado también en Estados Unidos.
De toda aquella avalancha, los más british eran seguramente The Kinks, uno de los grupos a los que más les costó conquistar la tierra prometida. Ray Davies y los suyos tuvieron una relación complicada con América, con episodios como el de 1965, cuando a raíz de una gira llena de incidentes les suspendieron la visa de trabajo estadounidense durante cuatro años y prohibieron que sus discos sonasen en las radios.Un año antes, en 1964, habían cosechado un gran éxito con ‘You really got me’, una canción que se abría con uno de los riffs más sencillos y potentes de la época. Un tema versionado hasta la saciedad y copiado por muchos, incluidos ellos mismos, que propició el espaldarazo definitivo para la banda. Un éxito que se les había resistido en sus dos anteriores sencillos.
Hay mucha historia tras el sonido que le sacó Dave Davies a su guitarra en este tema. Y la cosa no pudo ser más artesanal y original: se limitó a cortar el cono del amplificador con una cuchilla de afeitar y llenarlo de alfileres. El resultado, inédito hasta ese momento, fue precursor de muchas cosas que terminarían llegando algo más tarde.
Aquel riff, igual que el solo, es obra de Dave, y él ha tenido que aclararlo en más de una ocasión ante las leyendas que lo han puesto en duda. La última la propagó la BBC en un documental en el que atribuía a Jimmy Page su autoría. Davies tuvo que contestar airado que él fue el inventor del sonido de la guitarra distorsionada y que su hermano Ray tocó la rítmica. A los Davies lo que es de los Davies.
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1966: ‘Dirty water’ de The Standells
En Estados Unidos no se limitan a recibir a grupos ingleses. El pop influye en el folk y viceversa. Bob Dylan se electrifica y firma tres obras maestras, incluido el primer álbum doble del pop. La música negra también da sus frutos: la Motown había metido decenas de discos en el top 100 y están Phil Spector y los grupos de chicas, y Beach Boys, y James Brown… Sin embargo, vamos a tener que buscar más allá de la superficie para encontrar un nuevo resultado de la continua interacción entre Reino Unido y USA. La British Invasion va a dar lugar a la eclosión del garage rock que vive su momento culminante entre 1965 y 1968. Son momentos en los que da la impresión de que cada joven norteamericano monta una banda con amigos. Amateurismo en estado puro y una carencia de medios que, en muchas ocasiones, marca el sonido crudo propio del género.
A mediados de la década, Texas, California y otros estados ya tienen sus escenas regionales y se han puesto las bases para el florecimiento de grupos y el enriquecimiento de un género en el que convivirán en un futuro, grupos que van desde lo más básico hasta los que asimilan influencias psicodélicas. Ruido, crudeza, inocencia, diversión…y fuzz. Con todo ello, el garage, una de las semillas a las que terminará agarrándose el punk en el futuro, se convierte en territorio propicio para melómanos coleccionistas y, en un futuro, para arqueólogos musicales. Muchos de sus grupos tienen una trayectoria tan efímera que se limita a la grabación de un single, dos a lo sumo, un caldo de cultivo ideal para recopilaciones como “Nuggets”, la realizada por Lenny Kaye, en 1972, cuando la mayoría de aquellos conjuntos eran ya historia. Convertida por Rhino en una caja de cuatro discos en 1998, aquella obra es el modelo de muchas otras recopilaciones de un periodo de tiempo y una escena especialmente prolíficos.
Algunos de sus nombres propios no se quedaron en el formato del sencillo. 13th Floor Elevators, los Electric Prunes o la Chocolate Watchband gozaron de cierto reconocimiento e hicieron camino. Como los Sonics, los Seeds o los Standells, con permiso de la versión del ‘Louie Louie’ de los Kingsmen, autores del riff más célebre de la era.
Formados cuatro años antes, The Standells lograron firmar su mayor éxito en 1966. ‘Dirty water’ logró escalar en las listas de éxitos hasta el número once, gozaba de uno de esos riffs que llegan para quedarse. Para siempre.
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1969: ‘Heartbreaker’, de Led Zeppelin
Nos acercamos al cambio de década, el elepé ya le ha ganado la batalla al sencillo y todo parece endurecerse. Tanto, que algunos sitúan aquí el nacimiento del rock duro, en el horizonte parece que se va divisando algo parecido al heavy. Son tiempos de estadios y grandes giras: la era del directo. Jimmy Hendrix se había doctorado dos años antes en Monterrey y, hablando de festivales, este1969 será el año de Woodstock.
¿Alguien había dicho algo de rock duro? En fin, el comienzo del heavy habrá que fijarlo en el debut de los Black Sabbath, como hace Andrew O’Neill en su imprescindible “La historia del heavy metal”, pero hay antecedentes muy claros. A estas alturas ya estaban ahí Deep Purple y, sobre todo, Led Zeppelin, que formados por Jimmy Page tras la disolución de los Yardbirds terminarían convirtiéndose en el grupo más importante del mundo.
Los Zeppelin tienen casi tantos riffs célebres como acusaciones de plagio. Es muy difícil elegir entre ‘Rock and roll’, ‘Black dog’ o ‘Whole lotta love’, seguramente el último ganaría en una hipotética encuesta. Estaba incluido en el segundo disco, donde también se podía escuchar ‘Heartbreaker’, y yo me voy a quedar con este, aunque solo sea por las palabras que le dedica Nick Hornby en “31 canciones”.
Dice el escritor británico en ese libro que el riff rockero es esencial para la dieta musical y añade que si alguna vez tuviera que tararear a algún extraño uno de heavy metal elegiría el de ‘Heartbreaker’. Y continúa así: “No estoy seguro de que si me pusiera a hacer DANG DANG DANG DANG DA-DA-DANG, DA-DA-DA-DA-DA DANG DANG DA-DA-DANG, le ilustraría especialmente, pero sentiría que había hecho lo mejor que me permitían las circunstancias. Incluso escrito de este modo, me parece que esa potencia gloriosa e imbécil del tema se transmite sin ambigüedades, eficazmente. Léalo otra vez ¿Lo ve? Tiene ritmo.