Son una de las bandas escocesas mejor valoradas en el circuito del pop y el rock a nivel internacional. Tras estudiar su discografía en profundidad en su libro “Tres minutos de magia. Una historia del power pop y la new wave” (Efe Eme, 2018), Carlos Pérez de Ziriza recorre escoge diez de las joyas de Teenage Fanclub.
Selección y texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Kurt Cobain dijo una vez de ellos que eran el mejor grupo del mundo. Liam Gallagher les calificó como la segunda mejor (después de la suya, obviamente: no se puede pedir más).
Teenage Fanclub serían la única banda capaz de poner de acuerdo a los talibanes más inflexibles del indie rock y a los del power pop. De hecho, su presencia en el libro “Tres minutos de magia. Una historia del power pop y la new wave” (2018) es central: se extiende a lo largo de cinco de sus más de trescientas páginas.
Ya sabemos que reducir a solo diez cortes la producción de una de las más deslumbrantes factorías de canciones pop en mayúsculas de las últimas décadas puede sonar a sacrilegio, pero allá va. Diez canciones que definen lo que son Teenage Fanclub. Únicos en su especie.
1. ‘The concept’ (“Bandwagonesque”, DGC Records, 1991).
1991 fue el año de gloria para el sello Creation de Alan McGee. De aquella memorable triada que formaron “Screamadelica” (Primal Scream), “Loveless” (My Bloody Valentine) y “Bandwagonesque” (Teenage Fanclub), seguro que el tercero de ellos es el que menos promedió en las listas de lo mejor de aquella década. También el que menos flirteó con eso que llamábamos vanguardia o ruptura. Pero quizá sea también el que mejor ha resistido el paso del tiempo, aunque retenga la herrumbre noise propia del momento. Fue el que les abrió las puertas a nuestro país (teloneros de Nirvana un año después en Valencia, Madrid y Bilbao). ‘The concept’, el tema que lo abría, mostraba todas las claves para que cayéramos ya rendidos: una apertura de electricidad crujiente, un estribillo memorable hasta decir basta, su incandescente solo de guitarra y la preciosa coda final.
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2. ‘Everything flows’ (“A catholic education”, 1990).
Con mucha diferencia, lo mejor del desigual “A catholic education” (1990). Por algo la siguen rescatando siempre que pueden en directo. Pasión y ternura borboteando a chorro entre una madeja de guitarras enfurruñadas. Busquen el video (está en Youtube) en el que la abordan sobre el escenario principal de Reading’ 92 y derrítanse. ‘Everything flows’ era la promesa de algo grande, oculta entre vaharadas de distorsión. La temprana sensación de que sobrevivirían al noise, al grunge, al shoegaze y a lo que se les pusiera por delante.
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3. ‘Don’t look back’ (“Grand Prix”, Creation Records, 1995).
La veta más pulcra del cuarteto escocés cobró carta de naturaleza con “Grand prix” (1995), un álbum prácticamente imbatible que arrojó un puñado de clásicos instantáneos. Entre los indiscutibles, esta ‘Don’t look back’ de trazo arrollador, que puede ser entendida como una metáfora del propio estado de ánimo de la banda en aquel momento, necesitado de romper amarras con el pasado — relativamente — y olvidar la tibia acogida que se le dispensó a “Thirteen” (1993).
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4. ‘Star sign’ (“Bandwagonesque”, DGC Records, 1991).
Otro de los puntos álgidos de “Bandwagonesque” (1991), cuando parecían a punto de comerse el mundo a base de electrizantes canciones que desafiaban cualquier denominación de origen, trazando puentes entre la costa oeste norteamericana, el ruido blanco que emanaba de la este y el fino punzón melódico que siempre estilaron las formaciones indies de Glasgow.
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5. ‘Your love is the place where I come from’ (“Songs from Northern Britain”, Columbia, 1997).
Mientras en aquel 1997 muchas de las bandas escocesas que llegaban a nuestro país colgaban banderas de su país en el backline del escenario, haciendo patria en un momento en el que su pop surcaba tendencia al alza (era el caso de Mogwai o de Primal Scream), ellos declaraban sin tapujos que venían del mismo lugar del que procedía su amor: ‘Your love is the place where I come from’ es una de sus mejores canciones y, al tiempo, una de las más palpitantes. Su nacionalismo siempre entendió más de sentimientos a flor de piel que de banderas o lugares geográficos. Nick Hornby le dedicó un capítulo entero en su libro “31 canciones” (2003).
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6. ‘Alcoholiday’ (“Bandwagonesque”, DGC Records, 1991).
El vuelo rasante de Big Star merodea sobre esta canción que es prácticamente todo estribillo. El recuerdo de unos tiempos bastante más atropellados de lo que luego mostraron cuando irrumpió su metódica madurez. No hay juventud de la que lamentarse cuando se plasma en forma de éxtasis prolongado, como ocurre a lo largo de estos más de cinco minutos.
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7. ‘Norman 3’ (“Thirteen”, Geffen Records, 1993).
Hablando de estribillos que se reditan: Norman Blake repite hasta en diez ocasiones aquello de ‘Yeah, I’m in love with you, and I know that it’s you’. Sin el menor rubor. Lo hace sobre una cascada de guitarras embravecidas in crescendo, sosteniendo el bucle que remata una canción que ya nació sin título. Una de las cumbres de “Thirteen” (1993), un disco más valioso de lo que en su momento se consideró.
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8. ‘Sparky’s dream’ (“Grand Prix”, Creation Records, 1995).
“Una bola de la fortuna para verla por las mañanas y unos ojos de cristal para leer entre líneas”. Eso necesitaba Gerard Love en una de las incuestionables dianas melódicas del aclamado “Grand prix” (1995), cegadora colección de destellos que brotó justo cuando el brit pop — al que poco les unía, más allá de la geografía— reclamaba su mayor cuota de popularidad. A diferencia de lo que ocurrió con muchas de aquellas sensaciones de temporada, lo suyo perduró hasta ahora mismo.
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9. ‘The town and the city’ (“Howdy!”, Epic Records, 2000).
Primorosa y desarmante composición que sobresalía de entre el contenido del disco menos guitarrero de la banda, aquel “Howdy!” (2000) que fue acogido con justificada tibieza, el primero que despachaban tras el colapso de Creation. Otro himno a una esperanza perenne, que no se desvanece.
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10.‘With you’ (“Here”, Merge Records, 2016).
Aunque solo sea por esquivar las canciones de combustión instantánea y bucear en ese apartado tan poco frecuente para su canon como es la balada confesional, ya vale la pena recuperar esta preciosidad firmada por Raymond McGinley. Una de las perlas de “Here” (2016), el que fue su último álbum hasta la fecha.