“La maleta de Ana”, de Celia Santos

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LIBROS

“Disfrutarán los devotos de las historias sentimentales, los afines al realismo, los que busquen en el texto la historia del siglo XX”

 

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Celia Santos
“La maleta de Ana”
EDICIONES B

 

Texto: CÉSAR PRIETO

 

La bergaresa (aunque instalada en Barcelona) Celia Santos se había hecho con una carrera importante y reconocida en el ámbito de la literatura infantil. Ahora, un pequeño cambio de rumbo la dirige hacia la literatura destinada a adultos con “La maleta de Ana”, donde recoge historias que todos conocemos: quién más quién menos tiene un familiar que ha ido a trabajar al extranjero. En mi caso, desde abuelos que estuvieron en Cuba, padres que ensayaron la inmigración interior y tíos que estuvieron en Alemania, como la protagonista de la historia. Así, Santos ensaya un tema que hubiera encajado dentro de la narrativa social de los años cincuenta —la de Aldecoa por ejemplo—, pero que nadie se atrevió a hacer, quizás porque nadie sabía lo que pasaba con los campesinos emigrados a Alemania, al contrario que con los países del exilio, plagados de intelectuales que documentaban bien su realidad.

La autora ha trabajado con esa documentación, ha hablado con especialistas y protagonistas, ha leído y hasta ha buscado informaciones tan simbólicas como los horarios de trenes de la época. Sin embargo, no es una novela documento, es una novela en que el detalle, la trama personal y psicológica, son las columnas que la sostienen. Ya en las primeras páginas vemos a una narradora con el oficio suficiente para entender que en la despedida no puede haber palabras grandilocuentes, sino que las miradas que se evitan, el roce de una mano, son mucho más reveladores. El estilo, sin exprimir el lenguaje, potencia esta elegancia.

De hecho, la novela sigue la técnica del relato dentro del relato. Una ejecutiva que sufre los efectos de la crisis, recala en un pequeño pueblo de la Costa Brava y allí, en su único hostal, conoce a Ana, quien ya muy anciana le va contando su historia desde un cálido ambiente costumbrista. Una historia que en el índice se resuelve en dos partes bien diferenciadas: la llegada y el asentamiento.

Como la novela no es un documento, quizás falte más telón de fondo, más vida de calle, centros españoles, contacto con los coloneses; pero el resto de motivos que pueden surgir, los explota todos, como si quisiese cerrar todos los temas novelescos: las masas de trabajadores que ocupaban trenes, la amistad, la rebeldía, la lucha sindical… Todo esto, en la primera parte. En la segunda, “Trece años de frío”, el decorado de la fábrica se difumina y lo ocupa todo una grandiosa historia de amor, esperada y trágica, como un fátum clásico que aboca al dolor. En todo caso, una tímida globalización o el espionaje industrial son los soportes secundarios, que ligan toda la trama hasta la sorpresa final.

La novela son muchas novelas. Disfrutarán los devotos de las historias sentimentales, los afines al realismo, los que busquen en el texto la historia del siglo XX. Y sobre todo, con una actualidad definitiva, la indagación en este éxodo español nos permitirá saber qué piensan y cómo se sienten quienes llegan ahora a nuestras costas con las mismas esperanzas y el mismo sufrimiento con que nosotros marchamos.

Anterior crítica de libros: “David Bowie. Elegía”, de Juanjo Ordás.

 

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