“Lucky day”, de David Myhr

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DISCOS

“Hay un ambiente de piano bar, atardeceres, ese Nueva York poco dado a transgresiones. Más Billy Joel que la Velvet”

 

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David Myhr
“Lucky day”
ROCK INDIANA

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Dentro del catálogo tan marcado de Rock Indiana, David Myhr supone toda una rara avis. Quien fuera fundador del dúo sueco The Merrymakers a finales de los 80, nos presenta aquí una segunda joya justo seis años después del “Soundshine”. Vuelve a haber portada de flores y coros que empapan la canción y aires versallescos y guitarras que se revelan herederas del más digno powerpop. Las condiciones estéticas son similares, preciosismo en la resolución, aromas de la tradición pop y sobre un tronco central, un cromatismo melódico de tonos suaves y bien perfilados.

Ya desde la apertura, ‘Jealous sun’, marca las directrices: Beatles y Beach Boys. No en vano la canción está gestionada desde ‘Abbey Road’. Estribillos llenos de luz. Y a partir de aquí, dos direcciones. En menor medida, la chulería. ‘My negative friend’ se defiende así. Cercana a Alex Chilton con un poco más de rabia, pero las mismas gotas de melancolía. Algunas azucaradas, ‘The perfect place’ disfruta de unos coros de ensueño y la que cierra el disco, ‘The only thing I really need is you’ abraza con un sonido envolvente, a lo Paul McCartney. También adoptan parámetros del primer disco ‘If you really think it’s over’, más acústica y básica, y quizás la base sunshine de ‘Every days in rain’.

Pero es desde esta última desde la que se empiezan a abrir esencias nuevas, matices en una música en que el detalle hace la canción. La misma ‘Every days in rain’ tiene un toque folk exquisito que se va adueñando de las piezas a partir de la mitad del disco, nuevos horizontes. Pero antes hemos asistido a un ‘Room to grow’ en que la sutileza de los violines acaba dejando aires de cabaret. En fin, ‘Lucky day’, en la segunda mitad apuntala el aire sofisticado para dar paso a un valsecito ligero —‘Lovebug’— y un prodigio de canción, ‘Wait until the moment’. Es puro “sunshine” que tiene puentes country y una especie de elegancia inusual. Escúchenla bien. Hay un ambiente de piano bar, atardeceres, ese Nueva York poco dado a transgresiones. Más Billy Joel que la Velvet. Es un disco que está pensado como una aventura americana y Myhr cruzó el Atlántico algunas veces, incluso con el único objetivo de componer.

Diez canciones, diez pedazos de sol desde un estudio en Estocolmo que parecen barnizadas por todo el sol del verano.

Anterior crítica de discos: “Violética”, de Nacho Vegas.

 

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