DISCOS
“Su lírica disonante e irregular continúa hiriendo y amedrentándonos, pero ahora lo hace de forma directa e incisiva”
Soledad Vélez
“Nuevas épocas”
SUBTERFUGE
Llega Soledad Vélez con «Nuevas épocas», que a pesar de ser su cuarto disco significa para ella el primero de muchas cosas, el guía dispuesto a abrir paso a otros caminos que la chilena se ha lanzado a explorar de su mano desde que comenzara a germinarlo hace prácticamente un año.
Con él se estrena en castellano, ya que desde su debut (“Wild fishing”, 2012) hasta el disco anterior (“Dance and hunt”, 2016), había escogido el código anglosajón para recorrer las emociones. No cuesta reconocerla en nuestro idioma compartido, su lírica disonante e irregular continúa hiriendo y amedrentándonos, pero ahora lo hace de forma directa e incisiva como si todos los demás fuéramos víctimas de su propia invocación. Inquieta escucharla implorando en primera persona frases como «te di el poder y tú lo usaste contra mí», con la que arranca este trabajo desde ese primer corte llamado ‘Poder’ entre luces de un dream que suena lúgubre.
De cara a estas nuevas épocas a las que anda asistiendo, Vélez se ha decantado por la ruta del synth pop. Atrás quedaron los charcos folk de aquel goteo pantanoso que empapaba sus trabajos anteriores, para calarse hasta las cejas este 2018 de un fruncido de sintes digitales y analógicos que sustentan las diez canciones de este disco con querencia a una electrónica suave, elegante, sofisticada y subjetiva. Tan personal e introspectivo brilla su discurso entre estos nuevos aliados suyos que son los teclados, que temas como ‘Vamos a tu casa’ —con frases como «cuando todos se van yo quiero quedarme aquí contigo» anteponiéndose al sonido eléctrico de un órgano— o la letárgica ‘Cuando me dices que no’ —que asevera «creo que te estoy queriendo y sé que tú a mí no»— se imponen sobradamente en el repertorio por la intensidad de su carga literaria.
Un tejido de hilo secuenciador viste con magia cósmica canciones como ‘Esta noche’ o ‘Ven para acá’ —en la que Joe Crepúsculo pone los sintes y los bajos— pudiendo constituirse con gancho como dos de los himnos bailables del álbum, si no fuera porque los singles ‘Flecha’ y ‘Pa siempre’ ya habitan en las sienes populares desde hace más tiempo como sendos adelantos del mismo.
Que la compositora se ha lanzado con esta cuarta referencia a compartir el control de la producción también es una novedad; y el elegido para tal muestra de confianza ha sido un incuestionable Guille Mostaza. Entre los dos han conseguido trenzar, desde los estudios El Álamo Shock que él regenta, unas bases musicales tan cómplices como cristalinas a pesar de la oscuridad que tiñe el cielo de temas como ‘Jóvenes’ —otra de las gemas del disco— o la reivindicativa ‘Compañera’, que acoge las personalísimas virguerías vocales por las que Soledad Vélez se distingue del resto ante el micrófono.
Dice que este disco refleja su actual estado emocional y este, a su vez, es el nexo de unión de todas las canciones que lo componen. Igual que la pantera negra que, inerte desde la portada, busca representar esto mismo desde esa inquietante calma que rezuma sigilo y ferocidad, belleza y mística al mismo tiempo. Porque es la noche el hogar de las criaturas enigmáticas, y sus sonidos los que nos tientan a divagar más allá de lo real palpable. Como el viaje en el tiempo que se nos propone desde ‘Cromo y platino’ — compartida magistralmente a las voces con Gerard Alegre de El Último Vecino—, que simboliza un atisbo más de este conjuro con el que la hechicera de Chile ha convertido una cama de electricidad en puro bálsamo.
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Anterior crítica de discos: “Blue motel”, de Bart & The Bedazzled.