LIBROS
“Minier sabe ser puntillista y certero, da apenas breves notas pero con ellas el lector es capaz de desplegar todo un paisaje y unas sensaciones”
Bernard Minier
“Noche”
EDICIONES SALAMANDRA
Texto: CÉSAR PRIETO.
La plantilla del género negro en el siglo XXI exige unos pocos requisitos ineludibles: un policía que nunca sea intachable y padezca desde leves manías hasta una decrepitud crónica, espacios que han de combinar lo urbano y lo rural y una acción desmesuradamente acelerada. No es novela intelectual, desde luego. La presencia de un niño puede dar buen juego también. De todo ello encontramos en esta nueva obra del maestro francés del thriller psicológico que se estrenó con la premiada “Bajo el hielo”, germen de la serie de televisión del mismo título.
El inicio es de manual y se ponen sobre la mesa todas las cartas: una joven viaja desde Oslo a Bergen —la línea férrea más bonita del mundo—, un trauma infantil y un asesinato cruento en una iglesia. Es la agente Kirsten Nigaard, que llega en su búsqueda a una plataforma petrolífera del norte de Noruega. Las descripciones aquí son modelo de pintura subjetiva y de estímulos aterradores. De golpe la acción se traslada a Toulouse, ciudad en la que se han producido algunas violaciones, que son investigadas por el comandante Martin Servaz.
Volantazos de la acción: una fotografía de un niño en lo que descubren que es un pueblo austriaco lleva a escena al archienemigo de Servaz, Julian Hirtmann, un antiguo fiscal reconvertido en psicópata superdotado. Kirsten también llega a Toulouse, puesto que las pistas la llevan ahí. De todo esto encontrarán datos en la sinopsis de la contraportada. A partir de aquí, las sorpresas continuas impiden desvelar más allá del cuarto escenario que aparece: la parte francesa de los Pirineos, muy cercana a nuestro país.
La cordillera, donde pasó su infancia el autor, goza de un satinado barniz en las descripciones, quizás lo mejor del libro. Minier sabe ser puntillista y certero, da apenas breves notas pero con ellas el lector es capaz de desplegar todo un paisaje y unas sensaciones. También son dignos de elogios los secundarios, que irán apareciendo casi hasta el final, quizás sin matices psicológicos, pero sí solventes para potenciar la trama, que es lo que importa. Con ellos, el final se enreda, se vuelve angustioso, transpira sensaciones de bondad y de maldad, sin que se sepa con total certeza cuál es cada una. Y se cierra tal como requiere el lector amante del género, con acción pura y dura que lleva a una lectura obsesiva y magnética.
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Anterior crítica de libros: “Leiva. Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda”, de Wilma Lorenzo.