La retirada de los escenarios de Paul Simon lleva a Javier Márquez Sánchez a repasar los directos que el vocalista ha registrado a lo largo de su carrera. Hace unos días se centró en la etapa de Simon & Garfunkel, y en esta ocasión se centra en su etapa solista.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ. Foto superior: DAVID PÉREZ.
Si algo ha caracterizado la carrera de Paul Simon tras la ruptura en 1970 del dúo que formaba con Art Garfunkel —aunque ya en aquellos días también hubo muestras de ello—, es el interés del compositor y cantante por los ritmos y sonidos foráneos. Gospel, jazz, África, Brasil… casi sin excepción cada nuevo disco de estudio supone una inmersión en nuevos territorios musicales, una experimentación con nuevos instrumentos, algo que inevitablemente afecta, en cada nueva gira, a la revisión de viejos éxitos, tanto de su etapa en dúo como en solitario. A continuación repasamos las grabaciones oficiales en directo de Simon, en audio y vídeo, registros que mucho más allá de ser meros “grandes éxitos” en vivo, suponen un indicador estilístico que permite “tomar el tono” del artista en cada momento de su carrera. Al igual que en sus trabajos de estudio, en sus actuaciones en directo siempre se ha mostrado como un perfeccionista, atento a cada sonido, cada detalle, lo que convierte la mayor parte de sus directos en trabajos tan interesantes de escuchar y analizar como sus originales “enlatados”.
“Live Rhymin’”
Nassau Veterans Memorial Coliseum, Nueva York (más un corte en el Royal Albert Hall, Londres), 1973
COLUMBIA, 1974
Tras la separación de Simon & Garfunkel, Paul Simon publicó dos trabajos de estudio —“Paul Simon” (1972) y “There goes rhymin’ simon” (1923)— que dejaban claras dos líneas de trabajo esenciales: en cuanto a los textos, ponían de manifiesto su necesidad por abordar pequeños dramas cotidianos del estadounidense (perdón, neoyorquino) medio de su generación, tales como el divorcio, ese nuevo desafío que era tener hijos, los propósitos no cumplidos, el desencanto con el sueño americano… En el campo musical, queda patente el interés de Simon por explorar sonidos y géneros, desde los ritmos andinos a las armonías gospel. Tras esos dos discos, en 1973 salió a la carretera en solitario por primera vez, en la gira bautizada “Live rhymin’ tour”, teniendo que hacer frente una y otra vez en las presentaciones y ruedas de prensa (y entre el público más nostálgico) a una incómoda pregunta: “¿Dónde está Artie?”. Aunque el cantautor resolvía la situación con su humor y sarcasmo habituales, los que le rodeaban sabían que aquella situación no ayudaba a su timidez e inseguridad crónicas.
Pero el mayor premio para el cantautor era que, pasadas las dos horas del recital, ya nadie hacía referencia a Garfunkel. Artie no tenía cabida en un concierto como aquellos, porque el repertorio planteado no era de su estilo. Los conciertos estaban impregnados de gospel y folk sudamericano. No en vano eran los Jessy Dixon Singers (un reputado grupo de gospel) y Urumbamba (banda liderada por antiguos miembros de Los Incas, que participaron en la grabación de la canción ya mítica del dúo ‘El condor pasa’) quienes le acompañaban en el escenario.
Los recitales del Live rhymin’ tour constaban de tres partes: Paul y su guitarra ofrecían versiones acústicas de temas como ‘Me and Julio down by the schoolyard’, ‘Was a sunny day’, ‘Mrs. Robinson’, ‘Homeward bound’ o ‘America’, para abrir y cerrar el espectáculo. Urubamba le acompañaba para interpretar ‘El condor pasa’, ‘Duncan’, ‘Scarborough fair’ y ‘The boxer’. Entre ellas, grupo peruano solía marcarse un par de piezas propias, y pisaban las tablas armados con los instrumentos tradicionales de su tierra, imagen y sonidos que es inevitable observar como prometedores precedentes de lo que serían quince años después los proyectos “Graceland” y “The rhythm of the saints”. Volviendo a la estructura del recital, la aparición de los Jessy Dixon ofrecía el mejor segmento del espectáculo, uniéndose a Paul en ‘Mother and child reunion’, ‘The sound of silence’, ‘Bridge over troubled water’ y ‘Loves me like a rock’. Aquí el grupo vocal gospel presentaba también un par de números propios, ‘What do you call him?’ y la enérgica ‘Jesus is the answer’.
Aunque algunos críticos le tacharon de presuntuoso al intentar pasar por artista gospel, el resultado es un verdadero regalo musical. Paul era consciente de sus limitaciones y sabía hasta qué punto podía llevar su voz. Lejos de intentar sobrepasar ese punto, recurría a algo en lo que tenía mucha experiencia, la combinación de las voces, trabajo del que surge la magistral revisión de ‘The sound of silence’, cuyas estrofas son progresivamente interpretadas por distintas voces, desde las de Paul y los Jessy Dixon juntos a la del primero en solitario o uno de los miembros del grupo, también en solitario. Por otro lado, la versión de ‘Bridge over troubled water’ permite entrever por dónde iban las ideas del compositor cuando escribió la canción y cómo cambiaron tras pasar por las manos de Garfunkel y Halee. Simon apuesta por un final largo, a modo de diálogo entre el vocalista y el grupo, en lugar de la embriaguez musical del original.
El éxito de la gira fue tal que no solo se amplió a Asia y continuó en Estados Unidos durante los primeros meses de 1974, sino que además Columbia se animó a lanzar en abril de ese año una grabación en directo: “Live rhymin’”. Con doce canciones extraídas de varios recitales que solían contar con una media de 22 ó 23 temas, el álbum resulta un resumen bastante equilibrado —aunque lamentablemente recortado— de aquellas actuaciones, incluyendo varios cortes con cada una de las agrupaciones invitadas. También se grabó en vídeo, al menos parcialmente, pero han sido los cortes que se han podido ver hasta la fecha.
Aunque el disco conserva comentarios de Simon, donde mejor puede disfrutarse de la tímida pero aguda idiosincrasia del neoyorquino es en los números bootlegs de este tour que circulan entre los aficionados. “Simply Simon”, grabado en el Civic Auditorium de Santa Mónica (California) en junio de 1973, y el mucho más completo, “Live composin’. A songwriter and the band”, que recoge el recital ofrecido el 10 de abril del año siguiente en el Nippon Budokan de Tokio, son las mejores grabaciones extraoficiales de esta singular gira. Aunque la grabación oficial resulta bastante natural, la frescura de los bootlegs permite acercarse más al verdadero desarrollo del evento. Ya sea en uno u otros discos, lo que se puede constatar es que Simon le había perdido el miedo a volar en solitario; más aún, había demostrado que podía hacer cosas nuevas, diferentes, tanto en el estudio como en el escenario, y todo ello, sin Art Garfunkel a su lado.
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“Live at the Tower Theatre”
Tower Theater, Philadelphia (7 octubre 1980)
PIONER, 2003
Si en su juventud había puesto voz a las inquietudes de su generación con textos propios de las vicisitudes universitarias como la soledad vital, el amor más doliente o la búsqueda de un lugar en una sociedad contradictoria, en los setenta se convirtió en uno de los miembros de referencia de ese frente de cantautores (codo con codo con James Taylor y Carole King) que asumía que iban cumpliendo años y que debían hacer frente a nuevos fenómenos como el divorcio o el desencanto vital. Su obra magna en este sentido, “Still crazy after all these years” (1975), alcanzó el número uno en las listas y arrasó en los Grammy. Sumido en estas nuevas circunstancias, Simon quería probar nuevos medios; en realidad, como tantos antes que él, deseaba escribir “la gran novela americana”, y le salió una película: “One-trick pony” (1980), que acabó protagonizando. Si bien la cinta fue un fiasco, su banda sonora es un excelente muestrario de rhythm & blues, con una formación de músicos apabullante y unas canciones entre el intimismo de un dormitorio en penumbra y el ambiente de un garito blusero a medianoche.
Como la película, el disco tampoco funcionó demasiado bien, y Simon trató de remontar la depresión en la carretera, embarcándose en una gira en la primavera de 1980 en la que, por primera vez, se sintió parte de una banda. Los integrantes no eran poca cosa, algunos de sus músicos habituales se encontraban entre los mejores del negocio: el guitarrista Eric Gale, el bajista Tony Levin, la exquisita batería de Steve Gadd y especialmente el teclista Richard Tee, algo así como el Clarence Clemons de Simon durante casi dos décadas. Existen varios bootlegs de esta gira que han llevado a muchos fieles a afirmar que fue una de las mejores de su carrera. Es una lástima que el único documento oficial existente sea un vídeo bastante escueto, que no alcanza la docena de temas y lanzado con el deseo de apoyar sin demasiado éxito su languideciente carrera (vídeo que puede encontrarse a la venta bajo multitud de sellos y de títulos). De ahí, entre otras cosas, que la mitad de los cortes correspondan a canciones de la citada banda sonora. El directo, que también ha aparecido en cedé en diversas ediciones “más o menos extraoficiales”, permite ver a un Simon que, aunque disfruta del show, parece bastante vulnerable, arrastrando cierto laconismo en las interpretaciones, que a pesar de eso deparan una grata experiencia.
La banda está bien empastada, y ofrece versiones muy recomendables tanto de los nuevos temas (como ‘Late in the evening’ o ‘Ace in the hole’) como de los clásicos inexcusables. Durante los conciertos, los Jesse Dixon subían al escenario en varias canciones, pero no hay rastro de ellos en el vídeo o el audio. Solo dos cortes de la época en pareja perviven en este registro, ‘The boxer’ y ‘The sound of silence’, y como sucede en otros temas de discos anteriores, como ‘American tune’, ‘Something so right’ o ‘Still crazy after all these years’, resulta muy sugerente disfrutarlos con la instrumentación rhythm & blues propia de esta gira, especialmente el bajo eléctrico de Levin y los diversos teclados de Tee. Mención especial para la que quizás sea la mejor versión registrada en vivo de ‘50 ways to leave your lover’; no la más sofisticada ni la más perfecta, pero sí la más auténtica, con un homérico Steve Gadd a las baquetas para dar cuenta de ese riff de batería por el que debieron darle algún gran premio, el que fuera, pero gordo.
Una anécdota: en el Hammersmith Odeon de Londres, en el tramo final del concierto, alguien del público le gritó a Simon que les invitara a una copa. El cantante, pletórico tras el espectáculo, se gastó mil libras en una ronda para todos los que quisieron acompañarlo. El interés que Simon suscitaba entre crítica y público en aquellos días era tan escaso que las ventas de entradas resultaban preocupantes en según qué plazas. Tanto, que suspendió algún concierto ante la imposibilidad de afrontar los gastos.
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“Graceland: The african concert”
Rufaro Stadium, Harare (Zimbabwe, 14 febrero 1987)
WARNER BROS, 1991
En 1983 Paul Simon publicó “Hearts and bones”, un disco nutrido de buena parte de los temas inicialmente trabajados junto a su camarada Garfunkel tras el concierto en Central Park del 81. Como la relación no llegó a buen puerto, una vez pusieron tierra de por medio, eliminó la voz de su viejo socio, ajustó los arreglos a su gusto y lanzó un trabajo que fue recibido con indiferencia, y del que hoy perviven un par de obras maestras —‘Train in the distance’ y el propio ‘Hearts and bones’— y alguna que otra delicatessen, como ‘Rene and Georgette Magritte with their dogs after the war’. El resto de las canciones resultaron heridas de necesidad por unos arreglos e instrumentación demasiado al gusto de la época.
Para promocionarlo, el vocalista se embarcó en agosto de 1984 en una breve pero sorprendente gira por doce ciudades con la única compañía de varias de sus guitarras. En aquel “One man band tour”, el neoyorquino apostó por una austeridad musical absoluta, lo que se traducía en un gesto de honestidad hacia su público. Con tan solo su voz, sus composiciones y su virtuosismo con la guitarra, confeccionó unos excelentes recitales, como el que recoge el bootleg “Live at The Queen Elizabeth Theater”, grabado en Vancouver, Canadá, el 24 de agosto. Tan solo con las seis cuerdas —a veces doce— se atreve a reproducir desde clásicos folks de sus primeros años hasta sus éxitos más recientes. Sin embargo, son canciones más complejas en su interpretación, como ‘One—trick pony’ o ‘Allergies’, las que ponen de manifiesto sus recientes estudios para perfeccionar su ya notable destreza con la guitarra. Cerraba aquellos conciertos con una magistral ‘Bridge Over Troubled Water’, en la que mezclaba las raíces gospel con ritmos más sutiles. Sería un verdadero regalo para sus fans, y para cualquier aficionado a la buena música, la edición oficial de alguno de aquellos recitales.
Sirva este apunte como introducción al revulsivo que supuso en su vida y su carrera la publicación, en septiembre de 1986, del disco “Graceland”, en el que fusionó los sonidos e instrumentos africanos con las raíces musicales blancas estadounidenses (es decir, más country que blues). Tras una promoción y unas ventas que saltaron todas las fronteras, en febrero de 1987 arrancó una intensa gira mundial para presentar el disco. El titánico “Graceland tour” le mantuvo en la carretera durante dos años junto a su amplia lista de artistas invitados. El cuadro era realmente emocionante: en los años del apartheid, un cantante blanco recorría el mundo rodeado de lo mejor de la música africana. El guitarrista Ray Phiri, el trompetista Hugh Masekela, la cantante Miriam Makeba o la formación vocal Ladysmith Black Mambazo. Los recitales de esta gira (como reflejan algunos bootlegs de la misma a su paso por Milán, Rotterdam o San Sebastián) suponen una experiencia tan grata y fascinante como el propio álbum original. Aunque en esencia participan los mismos músicos, la inclusión de dos grandes como son Masekela y Makeba alteraba algunas de las canciones, como ‘Under african skies’ (en el original, a dúo con Linda Ronstadt), adquiriendo nuevos significados. También los arreglos de algunos clásicos de su antiguo dúo se adaptaron a los nuevos instrumentos y el renovado gusto musical de Simon, actualizando esas canciones. No era una mera presentación del disco, sino un auténtico espectáculo con la música africana como bandera. La guinda se puso en una multitudinaria actuación en Zimbawe, ocasión que Warner aprovechó para dejar constancia en vídeo de la aplaudida gira. Se lanzó a finales de aquel mismo año como “Graceland: the african concert”, y adoleció de dos problemas: una edición demasiado promocional, eliminando las canciones ajenas al disco africano, y una tensión patente en los músicos —recibieron varias amenazas de muerte por parte de grupos radicales— que hizo que no se percibiera la entrega habitual en Simon y los suyos, apoderándose del conjunto una cierta frialdad. Una lástima, aunque con todo, una cita histórica, plena de ritmos, color y muchas, muchas sonrisas.
En su paso por España, tras un concierto de tres horas en el estadio de La Rosaleda, disfrutaron de un “after” flamenco organizado por el ayuntamiento malagueño en el que participaron artistas flamencos locales como Luci Montes y su marido, el bailaor Mariano, Pepa Vargas, El Yaya, El Duende, o el mismísimo Chiquito de la Calzada, aún no descubierto para el humor. La política del apartheid tardaría pocos años más en ser desaparecer.
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“Concert in The Park”
Central Park, Nueva York (15 agosto 1991)
WARNER BROS, 1991
¿Cómo se hace para superar un fenómeno mundial? Podríamos preguntárselo a Paul Simon. Porque tras el éxito del álbum “Graceland” y su correspondiente gira internacional, cuatro años después se dejó caer, en octubre del 90, con un trabajo aún más étnico (en el primero, la fusión de country y ritmos africanos fue la tónica; en el segundo, los sonidos africanos eran fagocitados por las fuertes influencias brasileñas). En ambos casos, el ritmo era el gran protagonista, la percusión, que tanto le obsesionó desde sus comienzos: “Siempre me ha gustado el sonido de los tambores… el sonido primitivo de las manos dando contra madera, contra la piel del animal; madera contra madera… piel de animal. El primer sonido fue el ritmo”. A “The rhythm of the saints” le siguió la consabida gira internacional, el “Born at the right time tour”, que arrancó en Tacoma (Washington), el 2 de enero de 1991, y concluyó, 150 conciertos después, en Montevideo, Uruguay, el 5 de diciembre del año siguiente. Se rodeó de casi una veintena de músicos, procedentes de al menos cuatro países y dos continentes diferentes, integrantes algunos de la gira anterior, como Vincent Nguini, Ray Phiri y Bakithi Kumalo (cuya línea de bajo invertido en ‘You can call me Al’ merece compartir ese gran premio que reclamamos para la batería de Steve Gadd en ‘50 ways to leave your lover’), como nuevas incorporaciones: Sidinho Moreira, Dom Chacal o Mingo Araujo. A su servicio, más de 200 instrumentos, entre ellos 25 guitarras diferentes y recursos tan exóticos como unas mandíbulas de mula. Los bootlegs “Live in L.A.”, “Dreams: live in Osaka” o “Born at the right time tour in La Coruña” dan buena cuenta de la más de una veintena de canciones que componían aquellos conciertos.
Aunque la mayor parte del repertorio se nutría de los últimos dos álbumes de estudio del artista, sin duda lo más interesante es observar las nuevas concepciones de viejos temas, cinco de ellos de la etapa Simon & Garfunkel. La mayoría los pasó por el filtro musical de sus nuevas experiencias, y así surgen versiones como la de ‘The sound of silence’ (ya apuntada en la gira anterior), que dista bastante de parecerse al original. Incluyendo una entrada instrumental con la guitarra eléctrica y una estrofa intermedia instrumental, la canción adopta ritmos brasileños que la tornan más pausada y reflexiva. Otra de las piezas que pasa por el filtro multirracial es ‘Bridge over troubled water’, para la que Simon recupera los arreglos gospel de 1973 y los combina en la última estrofa con ritmos jamaicanos. El teclista Richard Tee, nunca suficientemente reivindicado, es el artífice de unos sensacionales arreglos que incluyen una nueva entrada a piano en lugar de la ya clásica.
En mitad de aquella gira, Simon recibió la invitación del ayuntamiento de su ciudad para que protagonizara el tradicional concierto de verano en el parque. Diez años después de su reencuentro con Garfunkel, el 15 de agosto del 91 volvió a Central Park para reunir 750.000 almas (medio millón más que en el 81). El recital tuvo como invitados especiales al Grupo Cultural Olodum, que abría el show con su atronadora línea rítmica para ‘The obvious child’, y en el apartado de viento contaba con la nada desdeñable colaboración de un por entonces lampiño Chris Botti y de Michael Brecker, artífice original del solo de saxo de ‘Still crazy after all these years’, y que en esta ocasión tenía también sitio para un tema propio embriagador, gracias al exótico sintetizador Akai EWI.
David Dinkins, el primer alcalde afroamericano de Nueva York, actuó de maestro de ceremonias con una presentación que quedó registrada en el VHS (por alguna misteriosa razón nunca reeditado en dvd o blu-ray) y doble audio: “Damas y caballeros, hermanos y hermanas, aquí está el chico bueno de Nueva York: ¡Paul Simon!”. Unos quince millones de estadounidense siguieron el concierto a través de la televisión por cable. Era la nueva gran estrella nacional, capaz de aunar la música tradicional del país con el rock más nostálgico y tender con ellos puentes hacia otras culturas. La orquesta multirracial era la muestra perfecta de ese logro: pop, rock, country, África, Brasil, Perú… hasta sus añoradas armonías doo-wop de los 50 entre los coros africanos de algunas canciones; el acabose. Divertido, contagioso, vibrante, emocionante… El vídeo del concierto en Central Park (“La rosa es roja, la violeta azul, lo queremos en blu-ray igual que tú”) logra transmitir esa fuerza que le falta al directo africano de unos años atrás (este sí que lo reeditan). Las nuevas canciones hacen gala de la fuerza ya conocida, y quizás por eso son piezas como ‘Me and Julio down’, ‘Bridge over…’, ‘Love me like a rock’, ‘Late in the evening’ o la propia ‘The boxer’ las que cobran una relevancia especial, enriqueciéndose con toda la fuerza de esta impagable formación musical.
Y puestos a señalar, quizás el momento más representativo de este concierto sea ‘Diamonds on the soles of the shoes’. Tras la parte cantada, Simon y el trío vocal The Waters se retiran, junto al resto de los músicos, para dejar el protagonismo a la percusión, nada menos que cinco fenómenos de tres continentes, con Steve Gadd a la cabeza, que dan cuenta, juntos y por separado, de todos esos ritmos que sedujeron al artista. Una verdadera ducha salvaje de percusión que resume el corazón en aquel momento de su obra, ritmos que se irán destilando y refinando, hasta perdurar completamente digeridos en su obra actual.
Claro que nunca llueve a gusto de todos, y si bien el público joven aplaudió con entusiasmo los nuevos arreglos de canciones como ‘America’ o ‘Cecilia’, los más veteranos añoraban los viejos clásicos y veían frustrados que no se cumplía el rumor de que tal vez Artie subiría al escenario para hacer una actuación especial. “No soy lo suficientemente bueno para ser invitado”, comentó Garfunkel a un periodista del “New York Times” cuando le preguntó por su ausencia aquella noche. Sin embargo, lejos de acentuarse la distancia entre ellos, pronto se confirmaría la norma no escrita, pero firme hasta el momento, de una reunión del dúo cada diez años.
Una anécdota: Chevy Chase subió al escenario del parque para interpretar el baile del vídeo musical de ‘You can call me Al’, pero el cantante se puso tan nervioso que olvidó la coreografía y eso le hizo perder el pie en su nueva entrada. Como conclusión, la canción volvió a grabarse para su edición oficial, y no ha sido hasta hace poco que se recuperó el vídeo del momento original. Otra anécdota: en 1993, Simon ofreció una serie de conciertos para promocionar un par de trabajos recopilatorios y aquello supuso un nuevo reencuentro con Garfunkel, que subía al escenario durante casi la mitad del show. “A lifetime tour”, se llamó aquella gira, y los bootlegs existentes (“Together live in New York”, “Live in Tokio” y sobre todo “Old friends”) permiten comprobar que tanto los arreglos como la aptitud vocal de ambos superaba con creces el directo del 81 en Central Park. Estaría bien la edición oficial de alguna de aquellas citas.
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“You’re the one: In concert from Paris”
Theatre de l’Olympia (30/31 octubre 2000)
WARNER BROS, 2001
La década de los 90 fue la gran travesía en el desierto de Paul Simon. Entre el 86 y el 92 había alcanzado una popularidad mundial aún mayor que la de su etapa junto a Garfunkel. De hecho, con sus aventuras africanas y brasileñas había logrado, por fin, que se le reconociera una obra lo suficientemente única y peculiar en la que su viejo camarada no tenía lugar. Tras aquello, sin embargo, llegó el silencio (más o menos). Hubo giras diversas, hubo especiales televisivos, incluso un polémico musical de Broadway, “The Capeman”, del que escogió algunas piezas para lanzar su único disco de estudio en aquella década, trabajo que pasó con más pena que gloria (a pesar de contar con excelentes composiciones). Hasta que por fin, en octubre del año 2000, Paul Simon volvía para presentarnos la nueva y definitiva etapa artística de su carrera. Tras el periodo de inquietudes universitarias de los 60, la obra de cantautor intimista de los 70 y el abanderado de la world music en los 80 y parte de los 90, se iniciaba ahora un ciclo otoñal más etéreo, en el que los textos, las melodías y la instrumentación, incluso el uso de su voz; todo iba dirigido a transmitir unos sentimientos y sensaciones universales, no ya más allá de las razas y las fronteras, sino trascendiendo cualquier lengua, época o edad.
Irónicamente “You’re the one” (2000) supone de algún modo un regreso a los orígenes. Con todo el bagaje musical que Simon llevaba consigo, decidió apostar por las guitarras, banjos y otros instrumentos de cuerda como principales pilares del disco, sustituyendo así a la percusión de los anteriores como sonido protagonista. Aún así, Jamey Hadad y Steve Shehan desarrollan como percusionistas en este álbum un trabajo innovador y exótico, muy diferente al ofrecido hasta ahora por los discos de Simon. Los ya habituales Steve Gadd, Vincent Nguini, Bakithi Kumalo son reforzados por nuevos músicos como el fundamental Mark Stewart o Alain Mallet, presentes todos en este disco que también le acompañaron en la gira de rigor.
A la vista del “You’re the one world tour”, con el que el cantante recorrió buena parte de Europa y Estados Unidos entre octubre y diciembre de 2000, es increíble cómo Simon no se resigna a ser un mero intérprete y con cada nueva gira revisa sus viejas canciones. En este caso, el cantautor dio una oportunidad a la nostalgia y recuperó canciones como ‘I am a rock’, ‘Old friends’ / ‘Bookends’, ‘Fifty ways to leave your lover’ o ‘One man’s ceiling is another man’s door’, en unas versiones con un enorme potencial que demuestran que, lejos de apaciguarse, el artista seguía gozando de una gran energía y una incansable inquietud. Otro rescate interesante es ‘The late great Johnny Ace’, que Paul antecedía interpretando ‘Pledging my love’, uno de los grandes éxitos del propio Ace, cantante de hermosa voz que se voló la cabeza jugando a la ruleta rusa en la Navidad de 1954.
Warner decidió grabar y editar el concierto que ofreció en el teatro Olympia de París la noche de Halloween, aunque por alguna razón solo se publicó en vídeo. Este Simon no es ni mejor ni peor que aquel que nueve años atrás hizo vibrar Central Park con ritmos exóticos; solo es más maduro. Ha sabido asimilar todos aquellos trabajos, todas las influencias, y comienza a servir de crisol humano de todas ellas, acompañado por una banda de músicos virtuosos. Cabe destacar al guitarrista (por definirlo de algún modo) Mark Stewart, maestro en encontrar, recuperar e inventar instrumentos, cuya labor ha sido fundamental a la hora de dar forma al innovador sonido del Simon de los últimos quince años. Arropado por estos nuevos compañeros, el vocalista ofrece unas interpretaciones capaces de emocionar, divertir, hacer reír y pellizcar el alma. Sus espectáculos, siendo muy excitantes, comienzan a cobrar un cierto aura de espiritualidad trascendental a través de la música. Percepción subrayada por su lenguaje corporal.
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“Live in New York City”
Webster Hall, Nueva York, 2011
HEAR MUSIC/CONCORD, 2012
En 2011 Paul Simon publicó “So beautiful or so what”, con el que proseguía su apuesta por un minimalismo desbordante, esto es, una producción exquisita con una inquietud continua por nuevos ritmos y paletas sonoras, todo ello compactado de forma exquisita para conseguir unas grabaciones aparentemente sencillas pero sorprendentes. Aún más notable resulta cómo la banda que le acompaña logra reproducir en vivo ese inquieto trabajo en estudio. Para esa gira, Simon optó por aforos más íntimos y contenidos, como el teatro neoyorquino en el que se registró este directo, editado en CD y DVD.
Junto a varios cortes del álbum, rescata piezas favoritas de su viejo repertorio que no por ello fueron en su día las del público. Por ejemplo, del celebrado “Graceland” no rescata el tema principal o el célebre ‘You can call me Al’, sino cortes como ‘That was your mother’, ‘Crazy love, Vol. II’ o ‘Gumboots’. El directo resulta impecable musicalmente, y la cercanía con el público ayuda a que el tímido vocalista se sienta cómodo y disfrute emocionado del show, lo que empuja a la diversión sobre el escenario y ante él. Piezas como ‘Gone at last’ o ‘Late in the evening’ nos regalan a un Simon vibrante y eufórico, cuya sonrisa se contagia con facilidad. La percusión ha vuelto a ganar fuerza, aunque más contenida, alcanzándose un equilibrio perfecto, engranaje impecablemente ajustado, entre todas las secciones de una banda siempre minuciosa.
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“The Concert in Hyde Park”
Hyde Park, Londres (5 julio 2012)
LEGACY/SONY MUSIC, 2017
Veinticinco años después del fenómeno “Graceland”, la banda al completo del “Graceland tour”, incluyendo al gran Hugh Masakela y con la ausencia de algunos fallecidos, entre ellos la adorable Miriam Makeba, acompañaron a Paul Simon en varios conciertos conmemorativos, que tuvieron su fecha culmen en el 5 de julio de 2012, en el londinense Hyde Park, evento registrado para la posteridad. El concierto se estructuraba en tres partes, con arranque y cierre con la banda y un tramo central en el que subían al escenario los músicos africanos para interpretar íntegro el multipremiado disco del 86 (con la excepción de ‘All around the world or the myth of fingerprints). Dichas canciones apenas sufren alteraciones formales más allá de los habituales arreglos de guitarra y voz a los que no puede resistirse en las giras. Como era previsible, resultan especialmente potentes cuando se unen a él las voces y bailes de los siempre risueños y entusiastas Ladysmith Black Mambazo (capaces de hacer palidecer al resto del equipo con sus incursiones en ‘Homeless’ y ‘Diamond on the soles of her shoes’). Aunque los invitados especiales no quedan ahí: en el primer tramo, el cantante jamaicano de reggae Jimmy Cliff llega a marcarse cuatro canciones, entre ellas el middley ‘Vietnam’/’Mother and child reunion’; y ya al final, justo después del chute de emociones que supone siempre ‘The sound of silence’, aparece Jerry Douglas para colorear con su dobro una colosal versión de ‘The boxer’. Entre las piezas que afronta Simon a solas destacan los vertiginosos y muy divertidos ‘Gone at last’ y ‘Late in the evening’ así como un singular medley: ‘Hearts and bones’ / ‘Mystery train’ / ‘Wheels’. Concluye el set (doble CD y un blu-ray) con un ‘Still crazy after all these years’ que suena a auténtica declaración de intenciones.
Este registro supone una necesaria reivindicación en vivo del legado Graceland, dado que el vídeo lanzado con ocasión de la gira original no hacía justicia al espectáculo que se vivía sobre las tablas. Un cuarto de siglo después, este concierto permite escuchar aquel innovador trabajo de una forma depurada, con la experiencia y los conocimientos acumulados en todo ese tiempo, que tuvieron en aquel disco un impulso decisivo. De algún modo, era la forma perfecta de cerrar el círculo.
Parece que, con la edad, Paul Simon ha ido disfrutando cada vez más en los escenarios, hasta el extremo de contagiar a su público ese entusiasmo. Le echaremos de menos, ahora que ha anunciado su retiro. Queda, no obstante, mucho material por salir a la luz, giras diferentes y originales que servirían para apuntalar su prestigio como intérprete detallista y músico exquisito. Confiamos en que el concierto de despedida el próximo 16 de julio, también en Hyde Park, quede registrado igualmente para el recuerdo.