DISCOS
“Es como si Mercer hubiera puesto el último álbum de The Shins frente a un espejo, y este le hubiera devuelto una imagen completamente invertida”
The Shins
“The worm’s hear”
COLUMBIA/SONY
Texto: SARA MORALES.
Al genio James Mercer, músico estadounidense de origen hawaiano, le integramos en nuestras vidas a principios del milenio cuando decidió tomar las riendas de su carrera con la creación de su propia banda, The Shins. Un proyecto que nacía de los restos de Flake Music, su anterior formación, y que asaltó la actualidad musical en el año 2001 lanzando el álbum «Oh, inverted world» con la estupenda ‘New slang’ como carta de presentación. Llegaban de la mano de Sub Pop y el mundo, que había comenzado a interiorizar «el indie» y otras formas de hacer rock, se puso de inmediato a sus pies.
Dos años más tarde, aquel «Chutes too narrow», su segundo trabajo en larga duración, conseguía colocar casi 400.000 copias. The Shins arrancaban así su despegue hacia el estrellato, alzándose como uno de los grupos indispensables en las músicas del nuevo siglo y palpando la gloria con su tercer disco —»Wincing the night away» (2007)—, que creó James Mercer totalmente en solitario para presentárselo a la banda una vez parido y madurado. Ese elepé, el más vendido hasta entonces en la historia de Sub Pop, y, curiosamente, el último de The Shins con este sello, fue un auténtico tratado experimental con canciones como ‘Turn on me’, fundamentales hoy en el firmamento alternativo.
Pero no tardaron en llegar las dificultades. Fuimos testigos de despedidas entre los miembros del grupo, les vimos apostar por fichajes inesperados, crear proyectos paralelos (Broken Bells) e incluso Mercer confesó tener problemas de pánico escénico que le llevaron a guardar un silencio de cinco años con The Shins, hasta que regresó con «Port of Morrow» ya en 2012. Le escuchamos hablar del amor y la naturaleza en aquel disco, simular melodías de la Alemania de los setenta junto al productor Greg Kurstin, entrelazar vanguardias pop… Pero de repente, desapareció de nuevo dejándonos solos otro lustro, hasta que el año pasado decidió reaparecer con el lanzamiento de «Heartworms», su quinto álbum. Una propuesta ambiciosa, un disco mimado y trabajado al detalle, con una fuerte base de electrónica moderna, pero cristalizada en ese pop rock tan personal y tan psicodélico que caracteriza la obra de Mercer.
Le hemos visto evolucionar con su música al mismo tiempo que lo hacía como persona. Sus etapas vitales habitan en sus discos, ordenados cronológicamente según han ido sucediéndose sus experiencias por la vida. Le hemos visto iluminado de una sencillez abismal proveniente de sus raíces lo-fi, derrochando un vigor creativo como pocos removiendo géneros; también enredado en el caos, de barro hasta las rodillas y perdido como un niño pequeño en el bosque. Pero nunca le habíamos visto hacer lo que ha hecho con «The worm’s heart»; el disco que nos detiene hoy aquí. Se trata, oficialmente, del sexto álbum de estudio de The Shins, una reinterpretación radical de su trabajo más reciente, el anterior «Heartworms» (2017).
De entrada, esta revisión trae alterado el orden de las canciones, apareciendo la lista exactamente en el orden inverso al «disco matriz». Un juego de reconversiones en el que el aliento lento de cada pieza se ha convertido en vértigo y la aceleración en quietud. Los ritmos se han transformado, las tonalidades han cambiado (incluidas las de la portada), la producción de cada canción ha partido de cero, el pop ha mutado en rock y el rock se ha relajado.
Es como si Mercer hubiera puesto el último álbum de The Shins frente a un espejo, y este le hubiera devuelto una imagen completamente invertida. Un reflejo de sí mismo que puede no convencer demasiado a los acólitos de «Heartworms», donde encontrarán más piano y violines que de costumbre (‘Dead alive’), retazos psicodélicos que parecían imposibles (‘Cherry Hearts’) o el nuevo tono jungle de la propia ‘Heartworms’.
Los reflejos disco de ‘Name for you’ han derivado en rock electrónico y desgastado, la intimista ‘Fantasy Island’ —que rememora tiempos de la infancia— ahora luce desde un pop de los sesenta zalamero, y la celestial ‘So now what’ sigue siéndolo pero ya no desde los cielos, sino desde la oscuridad. «The worm’s heart» nació —según palabras de su propio creador— al mismo tiempo que lo hacía «Heartworms». Una dualidad creativa propia de los cocos brillantes, que no nos ha sorprendido viniendo de James Mercer, pero que sí nos deja dubitativos a la hora de acoger o no en nuestros brazos al gemelo rebelde.
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Anterior crítica de discos: “Whatever it takes”, de The James Hunter Six.